El Newcastle siempre ha sido considerado como uno de los equipos grandes e históricos de Inglaterra. Es verdad que no es del tamaño de los históricos de siempre —Manchester United, Liverpool o Arsenal— o de los que han sido impulsados por una propiedad dispuesta a gastar mucho dinero —Chelsea o Manchester City—. Pero es un equipo que puede presumir de haber tenido entre sus filas a Alan Shearer, Paul Gascoigne, Kevin Keegan, Ian Rush (este muy hacia el final de su carrera) o Michael Owen. Sir Bobby Robson también entrenó a las ‘urracas’ y, en general, es un equipo que siempre llena su estadio semana tras semana. Un histórico, a secas.
Desafortunadamente para este gran equipo, la gestión como propietario de Mike Ashley siempre mantuvo muy alejados a los aficionados. No veían ambición en Ashley, que siempre se conformó con mantener a su equipo en la primera división. Y eso no siempre fue cumplido, con dos descensos bajo la tutela del empresario. Se contrató a Rafa Benítez, y éste, al no sentirse apoyado por la propiedad, dimitió tras dos temporadas en las que se ganó el cariño de la fanaticada. El sustituto, Steve Bruce, no fue precisamente una declaración de intenciones más ambiciosas. Fue, simplemente, un entrenador para mantener al equipo en la máxima categoría.
El tamaño del equipo y la hostilidad entre afición y propiedad hacían que el club fuese ideal para una venta. El traspaso del equipo ocurrió y no es precisamente una buena noticia para el fútbol, aunque los aficionados del Newcastle estén de fiesta por haber salido de Ashley.
Los nuevos propietarios del Newcastle no son otra cosa que el fondo de inversión soberano de Arabia Saudí. Otro club-estado hará vida en el fútbol europeo, tras lo que se ha visto con el Manchester City (Emiratos Árabes Unidos) y el París Saint-Germain (Catar). En cada uno de esos países, hablar de una falta de derechos humanos ha sido un lugar común en los últimos. Más allá del dinero y el glamour que acompañan a estos países, si se escudriña bien esto, se puede ver que no todo lo que brilla es oro. En los Emiratos Árabes Unidos se dio el caso de una princesa, Latifa, que denunció estar secuestrada por su familia y que no le dejaban salir del país. Ese caso ha quedado resuelto con el avistamiento de Latifa en Islandia.
En Catar, los trabajadores extranjeros están a merced de sus jefes, quienes son los que les dan permiso para salir del país. Hay situaciones en las que los trabajadores sufren condiciones de una esclavitud en la práctica. Esto ha sido denunciado el caso de la construcción de los estadios del Mundial de Catar 2022. Y en el caso de Arabia Saudí, el caso del asesinato del periodista disidente Jamal Kashoogi, secuestrado en la embajada Saudí en Turquía y asesinado en esa misma sede diplomática.
La UEFA, en medio de la disputa por la Súperliga Europea, encontró un aliado poderoso en el París Saint-Germain quien decidió no ser parte del proyecto y así desvinculando a su potencial económico y atractivo de grandes estrellas de la competencia rupturista.
Ese matrimonio de conveniencia no estará libre de un precio alto por pagar. Y mientras tanto, el Estado saudí se ha metido en el tablero para incluir a otro actor de mucho peso económico y político en el tablero. Es como si no se hubiese aprendido de lo que ha significado la presencia de equipos como el Manchester City y el París Saint-Germain para la economía del fútbol, y la competitividad dentro del deporte.
Seguramente las regulaciones financieras serán contravenidas, y aunque se intente sancionar, se harán las apelaciones ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAD) y allí, con los mejores abogados que el dinero puede comprar, siempre han salido victoriosos los equipos que, supuestamente, infringen la normativa del Fair-Play Financiero. ¿Hay marcha atrás para todo esto?
Periodista deportivo. Es editor del portal web Línea de Tres – @GusFrancoH