La decisión del fiscal Khan de abrir juicio a las personas del régimen involucradas en crímenes de lesa humanidad plantea muchas respuestas y preguntas a los ciudadanos comunes de Venezuela que solo aspiramos a que brille la justicia y recuperemos la paz.
En primer lugar, nos llena de satisfacción saber que en este siglo XXI el dominio de la ley sobre las pasiones pueda cumplirse. El hecho de que un régimen autocrático y represivo sea juzgado por una institución de ámbito mundial nos hace tener confianza en el futuro de la humanidad
El Estatuto de Roma en su artículo 1 instituye la creación de la Corte Penal Internacional como una institución permanente, facultada para ejercer su jurisdicción sobre personas respecto de los crímenes más graves de trascendencia internacional de conformidad con el presente Estatuto y con carácter complementario de las jurisdicciones penales nacionales.
Como una ciudadana no experta en el ámbito legal he aprendido que el modo de hacer de la Corte supone que los presuntos acusados de los crímenes son oídos, escuchados sus argumentos y defensas, con plena ecuanimidad y neutralidad. Esto significa que culturalmente existe la posibilidad de superar el estado de guerra, la lucha de clases, el combate para enfrentar al enemigo y en lugar de episodios de violencia y destrucción, puede gestarse un análisis exhaustivo y comprensivo por todas las partes que conduzca a cambios profundos de comportamiento y de convicciones. Es lo deseable de cualquier intercambio entre seres humanos dotados de la capacidad única de cambiarse a sí mismos como ninguna otra entidad de nuestro planeta.
Podemos hacer una analogía con la Organización Mundial del Comercio que establece reglas de juego para intercambios económicos entre los países pacíficamente sin necesidad de invasiones y de dominación de unos pueblos por otros.
En segundo lugar, la cuna de la Corte es el Estatuto de Roma que parte de la consideración de que todos los pueblos están unidos por “estrechos lazos y sus culturas configuran un patrimonio común que, al observarlo consciente, analíticamente y con preocupación, puede notarse que este delicado mosaico puede romperse en cualquier momento”. En tal sentido crea la Corte Penal Internacional. “Teniendo presente que, en este siglo, millones de niños, mujeres y hombres han sido víctimas de atrocidades que desafían la imaginación y conmueven profundamente la conciencia de la humanidad. Reconociendo que esos graves crímenes constituyen una amenaza para la paz, la seguridad y el bienestar de la humanidad”.
Basados en estos antecedentes, podemos proclamar a los cuatro vientos que por primera vez en Latinoamérica hemos presenciado a un dictador inflado de poder, con unas Fuerzas Armadas y aparatos represivos bajo su control (FAES, Cicpc, Sebin, GNB) y un sistema de justicia corrupto, enfrentando silenciosamente el peso de la justicia creada por la humanidad. Nunca habíamos visto a un dictador ser derrotado por el peso de la justicia como lo ha sido hoy Nicolás Maduro y su banda.
Aunque las penurias sean muchas, más de 300 venezolanos, hombres y mujeres, civiles y militares permanecen injustamente detenidos, los culpables de crímenes atroces cometidos contra inocentes o gente que se opone al mandato autocrático no hayan sido castigados, podemos sentir que entramos en una etapa política cultural y éticamente superior. Los culpables serán juzgados imparcialmente, podrán defenderse y tendrán que aceptar las sanciones que se les impongan. No tienen escapatoria. A menos que decidan envilecerse aún más y lanzarse por el abismo del odio y la destrucción a su pueblo.
Al final este magnífico acontecimiento significa que la justicia prevalece en el mundo, que la violencia, la guerra, los conflictos no solucionan, por el contrario, separan a las personas convirtiéndolas en víctimas y victimarios.
Una última consideración que debemos repetirnos. No se trata de reconocer que el actual régimen es de criminales, eso ya lo habíamos vivido y sabido. Lo importante es aprender que al igual que el fiscal Karim Khan estrechó la mano de Maduro y prestó oídos a sus palabras, en la misma tónica decidió, apoyado en su concepto de justicia, que estas personas responsables de crímenes de lesa humanidad debían ser juzgadas.
Se abre una gran oportunidad para que las personas e instituciones que hasta ahora han sido cómplices de crímenes y violaciones de los derechos humanos, se deslinden y comiencen a transitar un camino de reflexión sobre sus desviaciones morales. Es la oportunidad que les brinda la decisión del fiscal Khan.