Paul Krugman: Demócratas, es hora de ponerse en marcha

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Los demócratas están haciendo mucho examen de conciencia desde las elecciones del martes en el Estado de Virginia. Buena parte de ese examen implica encontrar una forma mejor de responder al ataque a la teoría crítica de la raza: ese ataque fue claramente eficaz, aunque se tratara de una alusión velada envuelta en estafa. Sin embargo, no tengo nada interesante que decir acerca de cómo abordar ese problema.

Donde el Partido Demócrata tiene vía libre para avanzar es en los temas de la covid-19 y la economía, íntimamente relacionados. Lo crucial es que los demócratas no se tomen los reveses en las elecciones como señal de que se han excedido, de que el presidente Biden debería dar marcha atrás con la obligatoriedad de las vacunas o de que su programa económico es demasiado de izquierdas. Lo que la ciudadanía percibe no es un partido que está haciendo demasiado, sino un partido que hace demasiado poco, y Biden y sus aliados necesitan poner fin a esta sensación de andar a la deriva.

No hay pruebas de que el electorado haya reaccionado contra las propuestas de gasto social de Biden. Es cierto que la mayoría no tiene la menor idea de en qué consisten estas propuestas y todo lo que han oído son las cifras puras y duras, a menudo sin contexto. Sin embargo, más allá de eso, los sondeos por temas indican que los principales componentes de la gama de gastos propuestos obtienen una calificación que varía de muy popular a extremadamente popular. Y por si sirve de algo, si los demócratas aprueban algo similar a lo que hemos estado oyendo, a los republicanos les va a resultar difícil responder con una campaña de miedo similar a la utilizada con el Obamacare. Lo intentarán, cómo no, ¿pero qué parte de lo incluido en el proyecto Reconstruir Mejor puede interpretarse como comités de la muerte?

El problema es que el Congreso todavía no ha aprobado nada. Es posible que los fanáticos de la política estén siguiendo los avatares de las negociaciones entre progresistas, que han cedido muchísimo terreno, y demócratas defensores de las grandes empresas. Pero todo lo que los ciudadanos en general saben es que no se ha aprobado ninguna ley; la mayoría tiene la impresión de que los demócratas no están haciendo nada. Y esta sensación de falta de rumbo se produce cuando la gente está preocupada por la economía.

¿Por qué están descontentos los consumidores? Hay empleo en abundancia; los trabajadores están dejando su trabajo a un ritmo récord, lo que significa que confían en encontrar otro nuevo. Pero la gente está indignada con la subida de precios y, hasta cierto punto, con los problemas en la cadena de suministros, aunque el miedo a los estantes vacíos en las tiendas parece haberse exagerado. Tampoco ayuda mucho el hecho de que la economía alcanzara una especie de bolsa de aire en el tercer trimestre. El PIB real y el empleo total siguieron aumentando, pero no a un ritmo tan elevado como el que se esperaba.

Entonces, ¿qué pueden hacer el Gobierno de Biden y sus aliados para mejorar la percepción que los ciudadanos tienen de la economía? Gran parte de lo que preocupa a la ciudadanía está fuera del control de los legisladores estadounidenses, a pesar de que los votantes tiendan a culpar a quien se encuentre en la Casa Blanca. Los precios de los carburantes, por ejemplo, han subido por la evolución de los mercados mundiales, no por nada que esté ocurriendo en EE UU. Y lo mismo es válido para los precios en el sector de la alimentación. Y los problemas en la cadena de suministros, que reflejan un afán por comprar bienes duraderos en un momento en el que la gente tenía miedo de consumir servicios en persona, están golpeando a muchos países.

Sin embargo, la ralentización económica de Estados Unidos en el tercer trimestre no tiene parangón fuera. En el mismo periodo, por ejemplo, las economías de la zona euro crecieron a una tasa anualizada cercana al 9% [Europa creció un 2,2% en el tercer trimestre del año y EE UU un 0,5%].

No hay misterio acerca de por qué nosotros sufrimos un parón no igualado en Europa. Todo se ha debido a la oleada provocada por la variante delta, que fue mucho peor en este lado del Atlántico. Esa oleada ahora está retrocediendo. A medida que lo hace, los primeros indicadores, incluidas las solicitudes de prestaciones de desempleo y las encuestas efectuadas a gerentes de compras, indican que ya se ha iniciado un repunte de la economía. Y a medida que los consumidores empiecen a sentirse más seguros, es posible que también dejen de demandar artículos y empiecen a demandar servicios, lo cual aliviaría en parte las presiones sobre la cadena de suministros.

De modo que el camino que deben seguir los demócratas parece bastante obvio. En primer lugar, aprobar algo. No tiene que ser perfecto; en concreto, teniendo en cuenta los costes de endeudamiento increíblemente bajos, da igual que las fuentes de ingreso propuestas paguen o no por completo el nuevo gasto. Lo crucial para la política es que se apruebe algo significativo y que Biden salga después a venderlo. En segundo lugar, controlar la covid. En este momento hay pruebas abrumadoras de que la obligatoriedad de la vacunación funciona y de que las amenazas de dimisión masiva de trabajadores obligados a vacunarse son en gran medida infundadas. Cuando se enfrentan a la perspectiva de perder realmente el empleo, los trabajadores se pliegan mayoritariamente a la exigencia.

El jueves, el Gobierno de Biden anunció que el 4 de enero de 2022 será la fecha límite para los dos principales sectores obligados a vacunarse: los sanitarios y los trabajadores de empresas con más de 100 empleados. Debería atenerse a ese plan y hacer caso omiso de los gritos de protesta. ¿Podrán los demócratas mejorar los resultados si sacan adelante su programa y se mantienen firmes en el tema de las vacunas? No lo sé. Pero lo que sí es seguro es que fracasarán si responden a los reveses del martes enroscándose en una bola defensiva.

Premio Nobel de Economía. © The New York Times, 2021. Traducción de News Clips.

 

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