Una oposición sin forma ni fondo la cual está a cargo de una coyuntura política que desde hace años le ha quedado grande. Un accionar errático, donde los tropiezos han estado a la orden del día; una “oposición política”, que pareciera más oficialista que el mismo oficialismo, y donde me queda la duda si ciertamente dicha “cúpula” quiere brindar una salida real a la desgracia nacional.
Y es que, lamentablemente, pareciera que seguimos atrapados en un cuarto de espejos de acusaciones y pases de facturas, con la suerte de un juego infantil de papa caliente, donde nadie se quiere responsabilizar de la situación que ellos mismo han generado.
Una nefasta diligencia política que no ha logrado satisfacer las necesidades de un pueblo que ya ni justicia puede clamar, porque después de 20 años de violación sistemática de los derechos humanos se perdió el sentido auténtico de lo que es democracia; y es que las nuevas generaciones saben más de sobrevivir que de valores sociales, o si existe diferencias entre totalitarismo y el régimen supuestamente democrático que nos gobierna.
Una desgracia protagonizada por instrumentos políticos, que solo profundizan la crisis de la nación, sin ningún tipo de pudor o empatía con un pueblo que vive en modalidad zombi, sin reflejo alguno para reaccionar ante la profunda crisis económica, sanitaria, educativa y de seguridad social; vivimos como una sociedad que desaprendió los valores de la democracia.
Nos convirtieron en ciudadanos zombis que hoy vemos nuestra capacidad de elección o toma de decisiones comprometida bajo un constante estado de zozobra y estrés. Hoy gran parte de la población se centra más en resistir y subsistir, que en vivir; y de esa misma población, hay un porcentaje pequeño al que sus neuromas, duramente golpeadas por años de transgresiones sociales, políticas y económicas, le afirman que la situación país está mejorando, por la falsa creencia de ver más bodegones abiertos y árboles navideños canadienses que ya empezaron a llegar.
Mientras tanto, una cúpula política ¿opositora?, dedica menos tiempo y energía al análisis de las condiciones de sobrevivencia del pueblo venezolano. Es que ni siquiera, y así lo hacen ver a diario, en los senos de sus partidos y mucho menos en la supuesta Unidad se hace el más mínimo de los ejercicios de democracia interna.
Enrumbados nuevamente a un proceso electoral que deja mucho que decir, el único termino correcto con el que se puede llamar a ésta oposición venezolana es “La división venezolana”; porque después de más de 20 años no acaban de descifrar o entender que solo sumando se gana, que engranando o uniendo todas y cada una de las piezas políticas, sin fragmentos sueltos por fuera, está la clave para salir de este proceso que nos ha robado décadas. Un desacuerdo que nos ha costado lágrimas y sangre a los venezolanos; y todo eso por no tener una estrategia clara, donde los líderes de las diferentes fracciones, que en teoría defienden la democracia, no han logrado trabajar al unísono, en un sistemático comportamiento de no acuerdo entre ellos. Una división que solo ha consolidado la desconfianza entre ellos mismos, esa desconfianza que también se siente en gran parte de la población venezolana hacia los que hoy nos representan.
Ahora bien, que nos queda a nosotros como ciudadanos en un contexto que vislumbra más de lo mismo: dejar de ser esos zombis en los que nos convirtieron; debemos reaccionar, organizarnos, participar y hacer valer nuestro voto. No detenernos, confirmar en esas urnas que con decisión y unidad podemos generar ese bloque único para restituir nuestra democracia. Sin importar cuán divididos estén los candidatos, seamos los venezolanos capaces de zurcir sus rasgaduras, reconcentrando esfuerzos en la única estrategia articulada de cambio que siempre hemos tenido a la mano: El voto… enseñemos unidos a la división a ser oposición.
Licenciada en Ciencias Políticas y Administrativas UCV