Se dice que hubo tiros en algunos lugares de la frontera entre Polonia y Bielorrusia, algo que suele ocurrir cuando a jóvenes guardias fronterizos se les exige defender incondicionalmente a su país. Pero esta es una situación peligrosa, ya que el fuego a pequeña escala en la frontera con los vecinos hostiles puede provocar rápidamente un incendio de gran magnitud. Este conflicto muestra, como ejemplo bajo un lente de aumento, las debilidades de Europa y el cinismo político del poder, no solo en Rusia y Bielorrusia, sino también en Polonia.
La UE y sus puntos débiles
Desde que la gran oleada de refugiados dejó al descubierto las fisuras en Europa, en 2015, el tema de la política de refugiados ha sido más tóxico que ningún otro en Bruselas. La disputa sobre el asilo, la migración y la legislación común es más amarga que las disputas sobre el dinero, la protección del clima o cualquier otra cosa que divida a los Estados. Una y otra vez han fracasado los nuevos intentos de establecer normas comunes: quién puede entrar en la Unión Europea, quién tiene derecho a asilo o debe recibir protección temporal, qué países acogen a cuántos refugiados y qué ayudas sociales deben proporcionarse. Todo esto se discute sin cesar.
Cuando la política de refugiados aparece en la agenda, la ideología y el nacionalismo se apoderan del discurso. Pero nadie debería echarle la culpa de eso a Bruselas; fue la malicia de algunos Estados miembros la que produjo este fracaso político. Y, en primer lugar, fueron Hungría y Polonia quienes impidieron cualquier avance en común y todo progreso.
Así que, cuando Varsovia pide ahora ayuda europea, el gobierno polaco solo se refiere al dinero para construir un muro en la frontera. El hecho de que no haya una acogida y una distribución conjunta de los refugiados atrapados allí es culpa del propio gobierno polaco. Siempre ha rechazado la solidaridad, por lo que ahora muy difícilmente pueda apelar a la buena vecindad.
El cinismo en Moscú y Minsk
¿Quién tuvo primero la idea de utilizar a los refugiados como armas humanas para este nuevo tipo de guerra híbrida contra Europa? ¿El jefe del Kremlin o el dictador de Minsk?
La astuta mezquindad de la idea parece apuntar más a Vladimir Putin que al gobernante torpe y brutal en Bielorrusia. Uno también pudo imaginarse la sonrisa del ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, al sugerir que la UE podría, simplemente, solucionar el problema como solía hacerlo con Turquía. Como político avezado, conoce bien las debilidades de sus oponentes.
Lukashenko tiene ahora un instrumento de chantaje de primera clase en su mano: las acusaciones de inhumanidad y de tráfico de personas al estilo mafioso parecen no importarle. Ya es un paria de Moscú y no tiene ninguna reputación que perder. Las sanciones de Bruselas tampoco lo han perjudicado hasta ahora. Eso solo podría cambiar si la UE impone serias prohibiciones a las exportaciones. Pero hasta ahora se ha abstenido de hacerlo, por consideración con los ciudadanos de Bielorrusia y con sus propias empresas.
La hipocresía en Varsovia
Mientras tanto, Polonia da la impresión de que la seguridad del país está en grave peligro. El presidente se ha dirigido incluso a la OTAN, como si su país estuviera amenazado por los jinetes mongoles de Gengis Khan. Sin embargo, el enorme alboroto en Varsovia es, principalmente, propaganda. Hasta ahora, varios miles de refugiados han seguido los métodos del flautista de Hamelín del gobierno en Bielorrusia. ¿Y estas personas que se están congelando, que no tienen más ropa que la que llevan encima, se supone que ahora representan una amenaza para 38 millones de polacos? Esa afirmación es simplemente absurda.
Pero la disputa fronteriza es muy conveniente para el gobierno del partido Ley y Justicia (PiS) en Varsovia. Últimamente ha caído en las encuestas porque muchos polacos se alejan de él debido a la estricta prohibición del aborto, la hostilidad hacia Europa y el desmantelamiento del Estado de Derecho. Para contrarrestar ese estado de ánimo, Jaroslaw Kaczynski, líder del PiS y viceprimer ministro, está desatando una verdadera ola de xenofobia y nacionalismo que coloca en un lugar complicado a la oposición. Eso, siguiendo la vieja regla de que nunca hay que desaprovechar una buena crisis.
Las que pierden son las personas
Los perdedores de este cínico juego son las personas que siguen viviendo en el frío y en la oscuridad en los bosques y pantanos de la frontera polaco-bielorrusa, y a los que no se les deja avanzar ni retroceder. El gobierno de Varsovia ni siquiera permite el acceso de organizaciones de ayuda para atenderlos. Esto viola las convenciones internacionales, pero el partido polaco PiS probablemente también cree que no tiene más reputación que perder.
La UE, a su vez, debería dejar de mostrar solidaridad ciega con Polonia y presionar a su gobierno para que trabaje de inmediato en una solución humana para las personas en la frontera, quizás con la ayuda de organizaciones internacionales. El resto es, entonce,s una cuestión de negociación con los países de origen y tránsito de los refugiados, con Rusia y Bielorrusia. Hay que darse prisa, porque se acerca el invierno y, con él, el peligro de que haya más muertes allí muy pronto.