A mitad de la campaña electoral para las elecciones del 21N vale la pena reflexionar acerca de lo que hemos visto hasta ahora, que refleja viejos vicios y prefiguran tendencias de las que nos debemos seguir cuidando.
Propenso como soy a ver el vaso medio lleno, sin querer ahora ser “fatalista”, debo recoger la idea de que la oposición inició una carrera en desventaja y no parece que le alcanzará el tiempo para recuperarse. Por lo tanto, estas cosas, aparte de explicar un posible y precario resultado para la oposición el 21N son las que debemos tener en cuenta a partir del 22 de noviembre, fecha tan inexorable como la del 21N.
La “ventaja oficialista” sería la primera desventaja que habría que considerar al examinar algunas de las que confronta la oposición en este momento; esa “ventaja oficialista” la podríamos resumir de esta manera:1- Cuenta con recursos más abundantes que la oposición y menos escrúpulos para usarlos.
2- Tiene una “clientela electoral” cautiva, no despreciable, que ya no puede mantener con prebendas, pero si con amenazas de privación y represión.
3- No está en juego el poder y eso le da mayor margen de maniobra, grados de libertad, aun cuando pierda algo de poder.
4- Aunque no es lo principal, tampoco es despreciable, que cuenta con una oposición mermada, dividida, acomplejada y una parte de ella, complaciente.
5- Cuenta con el apoyo del sistema de justicia y la mayoría del CNE, para impugnar resultados que no le convengan o le sean muy desfavorables.
6- Cuenta con el respaldo de la FANB y las Milicias, que son los mismos que “cuidarán” el proceso electoral con el Plan Republica.
Esa ventaja del gobierno, como dije, es la primera de las desventajas de la oposición, que son varias, pero haré énfasis en la abstención y la falta de unidad, que son las que más se señalan y que están de boca en boca, en todos los artículos de prensa que sobre el tema circulan y son las que veremos a continuación. Pero primero, una aclaratoria imprescindible. La oposición de la que hablo es la que se encuentra en el “cerco” de la MUD, G4, Frente Amplio, Plataforma Unitaria, la que está en las negociaciones en México, la que ha decidido −finalmente− tomar nuevamente la senda electoral. Excepcionalmente consideraría también oposición a algunos de los sectores o personas −muy pocos− que se agrupan en la llamada “Alianza Democrática” y algunos de los que se agrupan en la disidencia del chavismo.
La abstención es la primera desventaja de la oposición democrática, en buena medida de cosecha propia; una barrera que no se ha logrado remontar y que a menos que se presente un hecho inesperado −pero siempre posible−, en los escasos días que faltan, no se va a poder superar. No puedo imaginar cuál podría ser ese hecho.
(Abro un paréntesis antes de continuar el tema e introduzco una desviación en esto de la abstención, pues no puedo dejar de señalar algo que siempre me llama la atención −presente también en esta campaña− y es que los predicadores de la opción abstencionista parecen ser los más preocupados por: la campaña electoral; por quienes son y cómo se eligieron los candidatos opositores; por sus cualidades “morales” y lo que hacen o dicen −y sobre todo lo que “no dicen”− en la campaña; por los observadores internacionales que vendrán, y los que no; critican a los candidatos de la oposición −por quienes ellos no van a votar−, por ser “los mismos de siempre” y a los partidos por lanzar “unos muertos” que no han hecho nada −dicen− o que han sido acusados de corruptos; y cuando aparecen candidatos nuevos, los critican igualmente porque nadie los conoce y un largo etcétera; en fin, curioso verlos tan preocupados por algo en lo que ellos no creen. Como esos ateos que denigran y tratan de probar que no existe ese dios en el que no creen. Cierro mi paréntesis y regreso al tema de la abstención).
De manera que, los candidatos opositores, los de la MUD y “los otros”, compiten por un mismo −iba a decir “mercado”, pero para no tentar a los puristas− diré, electorado. Es precisamente a ese electorado, al que hay que descontar un 15% de electores “fieles” al régimen, por las razones que sean −que no viene al caso analizar ahora− y un 5%, como máximo, que votarán por otras opciones, distintas a la MUD y al oficialismo.
Queda entonces ese voluminoso y mítico 80% −del que hablan algunas encuestas− que supuestamente rechaza a este régimen de oprobio. Pero ese mítico 80% contiene un 35% que se abstiene históricamente; contiene también una buena parte de los 3,7 millones de votantes −un poco más del 16% de los electores− que se fueron con la diáspora y si votaran, seguramente su voto se distribuiría de manera similar a los que están en Venezuela; contiene también a los disidentes de la oposición democrática, que han dicho que no participarán, aun cuando siguen en la MUD; y contiene un sector, más numeroso que los anteriores, que está cansado, desesperanzado, agobiado por la cotidianidad y que se ha dejado convencer por la prédica de que la salida electoral no es una salida, aun cuando no se le ha presentado otra.
Incapaces como hemos sido de definir una alternativa que entusiasme a “ninis’ y oficialistas decepcionados, nos damos trompadas por el exiguo margen que queda. Difícil es calcular que porcentaje logrará la oposición que se congrega en la tarjeta de la MUD, pero que, siendo optimistas, rondará −ojalá− el 30-35%. ¿Alcanzará este porcentaje para mantener las gobernaciones actuales, cuatro, y reconquistar Zulia y alguna más? Algunos asoman una posible cifra de nueve (9) gobernaciones, sobre lo que no especularé. Hay dudas serias. En materia de alcaldías la cifra que se piensa que obtendrá la oposición democrática oscila en un rango muy amplio, que va de unas treinta (30) actuales, hasta cerca de sesenta (60), que piensan los más optimistas. En cualquier caso, no es difícil suponer que el mapa del país nuevamente amanecerá pintado de rojo el 22 de noviembre, aun cuando la abstención sea muy alta y la diferencia en el número de votos entre el oficialismo y la oposición democrática no sea muy grande. Basta con un voto de diferencia para que el régimen cacaree su triunfo a todo lo largo y ancho del país.
La falta de unidad, se dice, es la segunda desventaja de la oposición democrática; que, sin embargo, sin negarla hay que matizarla. Para muchos, entre quienes me incluyo, la unidad es una pre condición, una condición indispensable para derrotar a este régimen. Sin embargo, para algunos de sus detractores, la unidad es obviamente un mito, que lo acompañan muy bien con otro mito, el de exacerbar la desunión de la oposición, la supuesta “falta de unidad” y atribuirle a eso la exclusividad de cualquier fracaso que se vaya a tener. Pero, ¿Es real la falta de unidad en la oposición democrática?
Aunque la “alianza oficialista” tampoco presenta candidatos únicos en todas las circunscripciones, de eso nadie habla; y sabemos de algunas divisiones y disidencias que afloraron en su proceso de primarias y de escogencia o imposición de candidatos. En todo caso, lo que nos interesa es la situación de la unidad en la oposición democrática y para “desmitificar” lo de la falta de unidad en ese sector, recurro a un artículo del politólogo Luis Salamanca, ¿La oposición va dividida a las elecciones regionales del 21N?, publicado en El Estímulo, el 15 de octubre de 2021, del cual tomaré solamente uno de sus ejemplos.
Señala Salamanca que de las 24 circunscripciones −incluyendo el Distrito Capital− la oposición está unida en 20 de ellas, −que ahora son 21, tras el retiro de Carlos Ocariz en el estado Miranda, en favor de David Uzcátegui−. Solamente no se habría logrado unidad, entre los posibles candidatos opositores, en Distrito Capital, Bolívar y Táchira. Pienso que Salamanca incluyó como opositor en el Distrito Capital al candidato Antonio Ecarri, que tiene una conocida trayectoria opositora; y en Táchira a la actual gobernadora porque va a la reelección, aunque en las tarjetas de la Alianza Democrática y no en la de la MUD, con la que resultó electa en las pasadas elecciones. Aunque la Alianza Democrática presenta candidatos en todas las gobernaciones, Salamanca no los considera una opción opositora, pues les niega la condición de “oposición genuina” −con lo que estoy de acuerdo−, y en todo caso, se estima que no obtendrá una figuración importante.
No tengo datos precisos sobre la situación en alcaldías, asambleas legislativas y concejos municipales, pero debe ser muy similar a la de las gobernaciones y hasta mejor; por lo que creo −al igual que Salamanca− que lo de la supuesta “falta de unidad” es más un efecto mediático, un fenómeno de redes sociales, más que una realidad. Por supuesto estimulado por el gobierno y secundado por algunos sectores opositores que quieren desplazar y sustituir al liderazgo de la MUD.
De manera que −aunque concluyo en que la “falta de unidad” puede, perfectamente, ser un mito más de la política venezolana− debo advertir, para curarme en salud, que no podemos negar ni pasar por alto algunos errores y situaciones, como por ejemplo: el haber decidido con mucho retraso la participación electoral; las arbitrariedades que se cometieron al seleccionar los candidatos de la MUD; los conflictos internos, que los hay y algunos son muy visibles; las acusaciones y disputas entre los partidos, que todos hemos visto y los demás signos de problemas internos, algunos graves, que constantemente afloran en el mundo de la oposición. No niego nada de eso, solamente digo que no será por la falta de candidatos unitarios que no se logre una alta votación el 21N.
Además de los puntos señalados, de los visibles signos de problemas internos y la falta de candidatos que estimulen al elector, en la oposición democrática, todavía adolecemos de una propuesta de consenso que le devuelva a la política esa magia que se trasmite en campañas, en las cuales el elector ve más allá de su cotidianidad y deposita su fe en una propuesta que le haga sentido, en una opción en la que se siente representado y que se constituye en una esperanza para salir de los problemas que lo acogotan.
Como dije, tan inexorable es la realización de las elecciones regionales y locales el 21 de noviembre, en apenas ocho (8) días, como inexorable es que llegará el 22 de noviembre y seguiremos, en el país, gobernados por un régimen oprobioso, dictatorial y autoritario. A lo mejor −más bien seguramente− al contemplar el mapa del país teñido de rojo, como ya dije, nos llenaremos de ánimo para reiniciar la tarea de reconstruir la oposición y comenzaremos a discutir más profundamente el tema de un posible referendo revocatorio en 2022, para lo cual los criterios serían meramente políticos y de estrategias, dado que no está envuelta ninguna candidatura.
Solo tendríamos que lamentar y aprender que perdimos una buena ocasión en el proceso que concluye, para movilizar, organizar, entusiasmar, incorporar personas a la tarea de rescatar la democracia, porque, de todas maneras, esa lucha continuará.
Politólogo