Ya lo hemos escrito en más de dos artículos y en intervenciones por la radio y las redes: si el 21N el variopinto universo opositor logra movilizarse en una cifra que se acerque al 40 por ciento, entonces no hay duda que, independientemente de los resultados, le habrá aplicado una contundente derrota a la dictadura madurista.
Por eso, no me preocupa tanto que partidos como “AD”, “Primero Justicia”, o “UNT” solo se hayan movilizado a medias para el evento, sin “Comando de Campaña” ni un llamado entusiasta a la participación; tampoco que organizaciones como “Voluntad Popular” y la “Causa R” hayan jugado fuerte a la carta abstencionista, sino que más bien he estado siguiendo a los candidatos y partidos “independientes” en estas elecciones “tumulto”, la valentía de quienes en Caracas, Aragua, Guárico, Lara, Zulia, Trujillo, Mérida o Bolívar han decidido apartarse de la oposición tradicional y alzado banderas para arrebatarle a Maduro gobernaciones y alcaldías y pasar a convertirse -si ganan- en una “nueva oposición”.
Es, desde luego, apostar al “realismo político” partiendo de la “más pura utopía”, pues, ya conocemos el control férreo que mantiene el dictador de todos los mecanismos electorales, pero aquí de lo que se trata, fundamentalmente, no es tanto de ganar espacios burocráticos que al fin y al cabo el gobierno terminará nombrándoles “protectores”, cómo gritar que el país democrático ha despertado y regresa a las calles a luchar por sus derechos, por la libertad y la democracia y entender que la actual paralización política que dura desde el 2017, es lo que ha permitido la dispersión y el letargo que terminó creando la impresión de que el dictador se quedaría para siempre.
Y nada convino más al dueño de Miraflores que el retiro de la oposición de la calle a sangre y fuego, con colaboracionistas que pusieron a rodar la triquiñuela madurista de que las opciones no estaban en las calles sino en las urnas, en los votos, para luego aplicarles a los electoralistas el monstruoso fraude de diciembre del 2017 que le dejó unas cuatro gobernaciones a AD (aspiraba a 11) pero nombrándoles “protectores” que simplemente les anularon el mandato.
Siguieron después las jornadas que animaron a millones de venezolanos a acompañar a Juan Guaidó a encabezar un gobierno parlamentario a partir de su nombramiento como presidente de la AN el 5 de enero de 2019, pero otra vez con las mayorías pidiéndole al jefe de Poder Legislativo que asumiera el gobierno de facto sin temer una guerra civil, mientras el jefe del llamado “Interinato” más bien fue enfriando a sus “tropas” sin decidirse por una cosa o por la otra.
De estos sucesos, puede decirse que datan el estado de coma profundo en que entró la siempre combativa oposición venezolana, desentendiéndose de la política y permitiéndole a la dictadura socialista de Maduro destruir lo que quedaba de la Venezuela democrática, convirtiéndola en un protectorado cubano en ruinas del cual, por lo menos, seis millones de nacionales tomaron el camino del exilo para tratar de sobrevivir.
De modo que, son muy especiales las condiciones en que se realizan estas elecciones para gobernadores y alcaldes del próximo domingo y muy especiales debieron ser las consideraciones de los partidos de oposición para decidir si participaban o no, pues nos parece que debieron verse como una oportunidad para despertar el país y no para que continuara paralizado, políticamente muerto.
Que sin duda alguna ha sido la clave para que, una banda de civiles y militares sin ningún apoyo popular, pero aliado a gobiernos, partidos y toda suerte de mafias conectadas al crimen organizado, hayan sometido a un país de 30 millones de habitantes, que por cada casi medio siglo fue una de las economías más prósperas de la región y estaba disparado a liderar a América Latina en desarrollo económico y tecnológico durante todo el siglo XXI.
Y que luchó durante los primeros 20 años del presente siglo por no perder su libertad y su democracia, enfrentando grupos paramilitares, colectivos armados, facciones militares de dentro y fuera del país y bandas terroristas como Hizbolá y Hamas que se unieron a guerrilleros colombianos de las FARC y el ELN para tratar de doblegar al aguerrido pueblo venezolano.
Sin contar la presencia del Ejército cubano, ni de asesores rusos, chinos e iraníes que con los más sofisticados equipos de represión se unieron a la guerra asimétrica internacional que, diseñada por el Foro de Sao Paulo y capitaneada por Hugo Chávez y Fidel Castro, intentó la cruzada de restaurar el socialismo soviético que yacía enterrado bajo los escombros del Muro de Berlín, en los países del Norte, Centro y Sur América.
Y lo que no se logró con las armas, si se logró en Venezuela con las políticas equivocadas de la oposición al no destacar que tras el sistema hibrido de socialismo y capitalismo, tras la prédica de evitar la confrontación y sus llamados al diálogo, tras jugar a la posibilidad de que la oposición podía llegar al poder por los votos y no por las balas, se escondía el arma letal de la despolitización que es con la que cuenta el modelo marxista, stalinista y castrista para eternizarse en el poder.
Y ese es el panorama aterrador que ha caído sobre Venezuela en los últimos tres años, y que necesitamos romper sobre todas las otras amenazas, pues es en sociedad despolitizada donde la hiedra marxista crece a sus anchas.
De ahí que el pueblo, no solo debe recomenzar a manifestarse en las bombas de gasolina donde falte el combustible, en los mercados, supermercados y abastos donde falte la comida o los precios la hagan inaccesible, en las farmacias, clínicas y hospitales donde no haya medicinas, ni equipos médicos y donde, en conjunto, los servicios públicos (luz, agua, transporte) estén colapsados, sino igualmente donde se reprima la libertad y se violen los Derechos Humanos.
En otras palabras: un nuevo despertar de la política debe ser la palabra de orden para la oposición democrática venezolana, y ya sea en estas elecciones “tumultuosas” donde una importante cantidad de partidos decidió no participar, o participar a medias, o los nuevos eventos electoralistas que están pautados constitucionalmente para el próximo año, ahí debe estar una mayoría de venezolanos participando o protestando, por que la política se hace con política y más cuando se trata de derrotar dictaduras socialistas y totalitarias.