“Sin empleo, sin dinero y sin perspectivas”. Así definió la situación un habitante afgano consultado por la prensa internacional. Es un país que suda dolor. Después de casi dos décadas de ocupación militar por parte de Estados Unidos, esa es la situación que deja el imperio. Es el “sueño americano” de estos tiempos. Pobre de las jóvenes y los niños que hayan nacido como resultado de esa ocupación criminal e inhumana de casi 20 años. Suficientes como para que algunos de esos niños puedan ser casi unos hombres.
¿Habrá algún padre que los recuerde? Quién sabe, son hijos de la guerra. Los recuerdos y canciones de las guerras de ocupación imperial no suelen ser alegres. Suelen ser desolados, independientemente de que los ojos de los niños sean color del mar o del azul de los cielos. ¿Los secará el sol inclemente de los desiertos que borra paraísos que hablaron a través de los tronidos de los cañones? ¿O ese azul de los ojos siempre será un manantial cubierto por la culpa que sepulta esperanzas y los sueños de una muchacha que así fue probablemente viviendo lo que eventualmente no tuvo presente, mucho menos futuro?
La historia suele ser partera. Las guerras, las de resistencia como la que me tocó vivir a mí, son parteras, incluso de lo improbable, pues de amores imposibles ya ha habido ejemplos de sentimientos que han podido sobrevivir y existir incluso cuando la vida vive diciendo que no, pues cuando un amor obstinado entra en batalla puede sobreponerse a obstáculos aparentemente insuperables.
¿Pudo brotar el amor en Afganistán con los sobresaltos de los bombardeos y los toques de diana que llaman a la muerte? Sin duda el amor hace milagros, pero en este caso prefiero no comentar. Ni siquiera tengo noticias de que exista organizada una red de solidaridad para salvar vidas y garantizar libertades.
El presidente Nicolás Maduro, por supuesto, es solidario con el pueblo afgano. El pueblo venezolano está educado, desde la época de Simón Bolívar y Simón Rodríguez, a la solidaridad con los que luchan.
Los dirigentes de Estados Unidos han hecho alianzas para enfrentar a China. Pero, solos o acompañados, los pueblos del mundo no le darán cuartel. En el límite, privarán los deseos de paz de los pueblos, las agresiones imperiales serán doblegadas. Han derramado demasiada sangre.