Nos hace falta la música: el éxtasis de bailar en una discoteca, el embeleso de escuchar a un coro en una iglesia antigua, la comunión colectiva de acudir a un concierto multitudinario.
Ahora, que las restricciones pandémicas disminuyen y hay más personas vacunadas, la música recupera su carácter comunitario, eso que algunos llaman efervescencia colectiva y que Adam Grant describía en una columna reciente:
Es sentirnos en sintonía cuando bailamos junto con desconocidos en una pista de baile, cuando los colegas de trabajo llevan a cabo una lluvia de ideas, cuando los primos están en un servicio religioso o cuando los compañeros de equipo están en el campo de juego. Y durante esta pandemia, este sentimiento ha brillado por su ausencia en nuestra vida.
La impaciencia por volver a experimentarla no siempre tiene un final feliz. Hace un par de semanas, en Houston, durante el concierto del rapero Travis Scott, el entusiasmo se salió de control y dejó un saldo de diez personas fallecidas, incluidos menores de edad. Una crónica del concierto recoge los testimonios de algunos asistentes y del personal de emergencias, incluido el de una persona que dijo que el jefe de la policía de Houston visitó al cantante antes de la actuación y “le transmitió su preocupación por la energía de la multitud”.
La música tiene esa capacidad de reunir a las personas con consecuencias impredecibles.
Por ejemplo, cuando pedimos que nuestros suscriptores participaran en una nota sobre Abba nos enteramos de que, gracias a que su madre le compró por error un disco de la banda en inglés, una seguidora en Colombia encontró su vocación de profesora de idiomas. Alguien más, desde Córdoba, Argentina, nos contó que en su niñez veía bailar a su tía con sus amigos en una pradera de sauces. También supimos que “Chiquitita” ha sido entrañable para muchas personas en bodas y rupturas amorosas. De hecho, para una suscriptora en California que lloraba al escuchar el tema, fue por esa canción que su padre la abrazó por única vez en su vida.
Este jueves se entregarán los premios Grammy Latinos, una celebración de la música en español en Estados Unidos. Contacté a Jon Pareles e Isabelia Herrera para hablar del premio. Jon es el crítico jefe de música pop en el Times desde 1988 y sus reseñas musicales son imperdibles. Isabelia forma parte de la generación de becarios 2021-2022 del diario como crítica de arte.
¿Cómo se preparan para cubrir los Grammy Latinos este año?
Jon Pareles: Para mí, lo principal en cualquier entrega de premios es volver a escuchar a los nominados. Este año, el periodo de elegibilidad para los Grammy Latinos fue del 1 de junio de 2020 al 31 de mayo de 2021 y ha sido un año y medio muy largo para todos. También veo los videos de las canciones que se van a presentar durante el espectáculo para saber si es un refrito de su comunicación visual o una reinvención. Y leo sobre cualquier intriga, como la consabida infrarrepresentación del reguetón en los Grammy Latinos, para estar atento a cómo se desenvuelve durante la premiación.
¿Cuál esperan que sea la mayor diferencia de la ceremonia del año pasado?
Jon Pareles: Todo fue distinto en 2020 debido a la pandemia. Los Grammy Latinos volvieron a Miami, donde iniciaron hace dos décadas. Hace un año no había vacuna. Este año el espectáculo vuelve a su hogar habitual en Las Vegas. Así que es posible que la producción de las actuaciones sea más vistosa. Habrá que ver.
De modo más serio, los Grammy Latinos, como la mayoría de los programas de premiaciones, tienen una relación cautelosa con la política, aunque en el pasado han bañado con preseas a los siempre francos de Calle 13. Este año, el espectáculo destinará un segmento a una declaración abiertamente política: “Patria y vida”, que fue un himno inequívoco de las protestas en Cuba y está nominada a Canción del año. Será un momento intenso.
¿Creen que la música latina ha adquirido más relevancia global? Y si es así, ¿creen que ahora, a 20 años de su creación, los premios Grammy tienen una mayor estatura cultural?
Isabelia Herrera: Sin duda el streaming ha presentado la música en español a nuevas audiencias en todo el planeta. Pero la realidad es que la música latina siempre ha tenido estatura cultural e importancia para las comunidades que la crearon, incluso si las audiencias angloparlantes no le han prestado atención o no la han validado con las métricas de éxito convencionales. Mi esperanza es que la música latina algún día deje de ser considerada de “nicho” o estar segregada a ciertos espacios y comunidades. La música latina siempre ha sido parte del panorama de la música pop incluso si el mito de las barreras del idioma ha hecho que algunas personas no lo consideren así.
Jon Pareles: La emisión en continuo, o streaming, mostró a los viejos guardianes del negocio de la música, como las disqueras y la radio, que la barrera del idioma no era tan grande como creían. Resulta que millones de personas pueden disfrutar de la música latina —y del K-pop y de los ritmos africanos— sin comprender todas las letras. También hay traducción automática y traducciones de los fans para cualquiera que quiera adentrarse más. Un objetivo de los Grammy Latinos era traer más reconocimiento a la música en español y portugués cuando la mayor parte de la audiencia en Estados Unidos tenía menos conciencia de ella; era un esfuerzo que valía la pena. Si bien los Grammy Latinos difícilmente podrían haber predicho la explosión de la música latina en línea en el siglo XXI, ahora ganarán estatura si logran atraer a esa mayor audiencia.
¿Cómo descubren nuevos discos e intérpretes en español?
Isabelia Herrera: Siempre ando en búsqueda de nueva música en las plataformas de streaming y tengo la suerte de contar con una comunidad cercana de amigos, artistas y compositores que constantemente me hacen llegar nuevos lanzamientos. Soy una gran admiradora del pódcast Songmess y su lista de reproducción, que actualizan semanalmente con novedades de artistas independientes de América Latina y EE. UU. Y, aunque odio reconocerlo, el algoritmo de Spotify desafortunadamente es bastante efectivo para presentarme música que disfruto. Uno de mis discos favoritos del año, si bien llegué a él a través de amistades, es Máscaras, un álbum del productor nicaragüense-canadiense Mas Aya que explora las posibilidades políticas insertas en la quietud.
Jon Pareles: Cada día en mi buzón de correo hay decenas de canciones y discos que esperan a que los descargue. Intento revisar tanto como puedo así que, para las disqueras, dentro o fuera de Estados Unidos, ¡por favor, sigan mandando música!