La Carrera y el servicio diplomático aunque parezcan lo mismo y se confundan, no lo son. Se puede pertenecer al servicio diplomático o consular, pero no ser de la Carrera y ahí está la gran diferencia. El ingreso a la Carrera, se realiza por concurso; concurso como tal que fue eliminado en la actual ley del Servicio Exterior. Ser funcionario de Carrera requiere tener una preparación académica, aprobar un concurso y ser ratificado por el jurado. Por otro lado están aquellos funcionarios que no son de Carrera y están en comisión, quienes por tener un contacto un padrino político o ser de confianza del partido de gobierno ingresan a la Cancillería, donde trabajan todos aquellos funcionarios de carrera o no, en sus diferentes rangos, bien en el servicio interno (la Cancillería) o en las misiones diplomáticas en el exterior u organismos internacionales
Es costumbre y tradición, quizás parte del derecho consuetudinario que al servicio diplomático ingresan los nacionales de un país con la mayor preparación, prestigio y representatividad. Se podría decir que es “elitesco”. Para ingresar al servicio diplomático como parte de la Carrera hay que presentar un concurso, y si no se es de Carrera se requiere de credenciales de alta calificación, cuando se desempeñan en áreas como la cultural, económica, científica donde ocupan los llamadas agregadurías, altamente necesarias en el servicio exterior cuando están acreditados en embajadas por el grado de relaciones que mantienen.
Volviendo al servicio diplomático como dijimos, el mismo está conformado por lo mejor de lo mejor, la “crema innata”, aunque suene pedante, odioso, pero tiene que ser así, son la representación del país, del Estado, del gobierno y de sus connacionales.
Recientemente, la diplomacia venezolana está en las páginas amarillas de la prensa internacional, confrontando un caso vergonzoso, penoso que pocas veces se ha dado, no solo en el servicio diplomático venezolano, sino mundial. Es el caso de un vendedor informal, de un vendedor de llaveros, posiblemente de esos que ahora se llaman emprendedores, quien por obra y gracia de una senadora colombiana, sin tener los credenciales requeridas ni en Colombia ni en Venezuela; esta legisladora le introdujo dentro del alto gobierno. La viveza más que la providencia le permitió convertirse más que, en un enviado especial, en un diplomático, no con dos ceros a la izquierda como el agente 007 de James Bond, sino con una docenas de ceros a la derecha en sus cuentas en euros y dólares en los paraísos fiscales y para remate miembro del equipo negociador en México.
Este caballero de marras, salto de ser un comerciante de llaveros, sin mayores conocimientos de los negocios internacionales, pero si conocedor de los caminos verdes de la triquilueñeria, de ser un busca la vida, de esos que dicen “no me den, pónganme donde hay”, a ser según varios gobiernos, el CEO para el lavado de dinero y negocios turbios. De ahí este osado oportunista logro la confianza del alto gobierno de ministros y allegados para convertirse en el zar de lúgubres negocios. Es incomprensible que un desconocido para el presidente Chávez como para el presidente de Colombia se le pusiera al frente de un proyecto binacional millonario de vivienda.
No sabemos cómo logro establecer esa red transnacional con bancos paraísos fiscales pero lo que si es cierto es que solo no lo hizo, un desconocido de a pie del vecino país, sin mayores referencias y contactos no puedo abrirse camino solo, y de ahí el empeño de la fiscalia de New York de conocer para quien trabaja y quiénes están detrás de este intrépido “emprendedor”;
Pero lo insólito, lo más cuestionable de todo es que la cancillería le haya otorgado un pasaporte diplomático, una “patente de Corso”, así como las que otorgaba Luis XIV en Francia e Isabel primera en Inglaterra, para que viajara sin problemas; para que se saltará las aduanas gracias a la cortesía internacional.
Hoy la carrera diplomática se encuentra desprestigiada por hechos como este, el solo hecho de presentar un pasaporte diplomático venezolano en una aduana, dispara las alarmas. Esperamos que el nuevo Ministro de Relaciones Exteriores, un funcionario de Carrera por concurso, ponga orden en esta rebatiña de pasaportes diplomáticos y le haga ver al presidente que la Carrera Diplomática y su servicio exterior son la principal trinchera en tiempos de guerra y el principal ejército en tiempos de paz.
Profesor doctorado de FACES UCV