Escribo el domingo 21 de noviembre cerca del mediodía. Aún no tengo cifras valederas sobre el proceso electoral que se cumple. Las que me llegan son contradictorias. Vale recordar que se realiza cuando cerca de siete millones de compatriotas están en el exterior forzados por las circunstancias internas y bajo un régimen totalitario que mantiene férreo control sobre la casi totalidad de los poderes públicos incluido, por supuesto, el poder electoral. No solamente eso, además tiene influencia directa sobre los pocos medios de comunicación nacionales, regionales y locales que aún quedan aunque con vida condicionada. Basta con señalar, como graves ejemplos, el cierre de Radio Caracas Televisión – RCTV- o la insólita intervención del diario El Nacional. El cuadro se multiplica en el interior del país. Todo eso y mucho más unido a la política de represión para sembrar miedo y terror en una población que sufre a diario el desastre nacional.
Sin embargo, todos los indicadores señalan que algo más del ochenta por ciento de los compatriotas rechazan la usurpación del poder por parte de Nicolás Maduro. Aspiran su pronta salida, la constitución de un gobierno provisorio de transición y por último la realización de unas elecciones presidenciales y parlamentarias para garantizar la refundación de la república como lo han planteado tanto la Iglesia Católica como diversas instituciones sociales y políticas.
Lo afirmado va más allá de los resultados de esta atípica jornada electoral regional y municipal. Repito que aún no conozco las cifras de hoy, pero cualesquiera que sean, no cambiará el rumbo fundamental de las cosas. El régimen ha ganado un poco de tiempo y más nada. El rechazo aumenta de manera indetenible.
Mañana, lunes 22 de noviembre, empieza el final del terrible drama que vivimos los venezolanos. La convocatoria es a todos los sectores y personalidades de la vida nacional que crean en el valor de la libertad y estén dispuestos a jugársela completo para que el país pueda vivir bajo los sagrados principios de la democracia en su concepción más amplia.
Por una temporada debemos poner de lado todo lo electoral. Eso será de primera importancia cuando existan condiciones mínimas para que el pueblo pueda pronunciarse en libertad. No sucederá en dictadura como la actual. El trabajo es de otra naturaleza. La historia lejana y contemporánea señala múltiples caminos para hacer realidad lo que pregonamos.
Como pocos parecen recordar, hoy celebramos el Día del Estudiante, en memoria de aquellos recios dirigentes que desde 1957 luchaban activamente contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. En nombre de ellos invito a que nos unamos todos en defensa de nuestras universidades. Están viviendo el mismo drama del país. Quizás la tragedia del sistema educacional sea el más dañino, por la perversa y maligna acción del régimen contra todo lo que produzca luz y orientación.
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