Se habrán dado cuenta mis raros lectores de que cada vez escribo menos. Es que estoy tan lleno de dudas que no voy a hacer como algunos que opinan a cada rato sobre cualquier tema, como si la verdad les sonriera todo el tiempo. Yo, por mi parte, no tengo verdades sino opiniones y pienso siempre en la alta probabilidad de no tener razón, al fin y al cabo he pasado toda la vida equivocándome. En fin, creo que estas elecciones de ayer 21 de noviembre son lo suficientemente significativas como para volver al ruedo y así contribuir a la confusión general. De todas maneras, mi foco principal es otro, pero a eso haré breve referencia al final, para no quedar en deuda con Usted, caro lector.
Para hablar sobre la más reciente elección en Venezuela pareciera que llevo ventaja, pues las he seguido como lo haría con un juego de beisbol entre los Tigres de Aragua y las Águilas del Zulia: sin ningún fanatismo, entusiasmo o pasión. Eso me venía ya de antes, pero se acentuó gracias a la campaña electoral tan llena de banalidades, frases hechas, lugares comunes y promesas recurrentes ¡Dígame usted la cuña del PSUV con la monja bailando, válgame Dios! Pero así son las elecciones llamadas “liberal-burguesas” por los marxistas, propias de un país capitalista como el nuestro. En fin, trataré de ir al grano.
A menudo se analiza una elección en términos de quién ganó y quién perdió. En mi opinión hubo ayer un perdedor absoluto y un perdedor relativo. El perdedor absoluto es la derecha extremista, esa que encabezan gente como Leopoldo López y Juan Guaidó. Lo que falta es ponerles la lápida, pero eso parece que tendrá que ser tarea de los Estados Unidos, el perdedor relativo. Sorprendentemente, Estados Unidos se ha dejado arrastrar en el fracaso de dos mediocres sobrevalorados como el Mandela de otoño y el Presidente de papel. Pero al Imperio del Norte nadie le va a poner la lápida por ahora, todavía le queda fuelle y va a seguir interviniendo en Venezuela como lo ha hecho sobre todo desde que el petróleo se convirtió en nuestro maná.
Ahora vamos con el primero en la lista de quienes ganaron algo y perdieron algo: el pueblo venezolano. Los venezolanos hemos ganado, con estas elecciones, tiempo para la paz. No sé cuánto, pero ojalá sea para siempre. Un alto oficial vietnamita que combatió al lado del Tío Ho, dijo años después de terminada la contienda contra los invasores: “quien piensa que en una guerra alguien gana o alguien pierde, nunca ha estado en una guerra”. En la guerra hay vencedores, pero no ganadores. Guerra es pérdida, dolor, destrucción, división. No quiero eso para mi gente, más aún cuando este año que termina me nacieron dos hermosxs nietxs. Por mí que se vayan al diablo quienes convocan violencia callejera, golpes de Estado e invasiones extranjeras. Me importa menos quienes gobiernen que la bendición de la paz. Soy fanático pacifista, y a quien no le guste que con su pan se lo coma.
Por otra parte, el resultado electoral, como trataré de argumentar, confirma todo lo que ha venido perdiendo el pueblo venezolano en los años recientes: la confianza, el liderazgo, el sentido de pertenencia. Las consecuencias de esas pérdidas son imprevisibles, todo estará condicionado al comportamiento futuro de las opciones políticas.
El PSUV ha ganado fortaleza institucional, más de la que ya tenía, al obtener la victoria en 21 de 24 entidades federales, Esto se debe más a la solidez de su aparato político que al apoyo popular, que se ve cada vez más mermado. Acaso ha ganado también aunque sea un poco de legitimidad internacional dependiendo todavía del comportamiento final que exhiba la observación internacional, sobre todo de factores como la UE y el Centro Carter. Pero tal como afirma el analista Fernando Rivero: “se evidencia un decrecimiento de la influencia del PSUV sobre amplios sectores de la sociedad, así como se mantiene la pérdida de apoyo popular al chavismo en general”. Esas afirmaciones de Rivero se ven respaldadas por los interesantes números anunciados por el CNE.
Proyectando al 100% de los votos válidos, el PSUV (y su alianza-instrumento, el GPP) ha obtenido menos de los 4 millones de votos al nivel nacional, su votación histórica más baja. Con la misma proyección, las fuerzas opositoras en su conjunto han superado claramente esa votación, apuntando a una diferencia nacional de más de 700.000 votos por encima del partido de gobierno. De las 24 entidades federales, el PSUV ha obtenido 50% o más de los votos en solo 5 de ellas. Ello sin dejar de señalar el alto nivel de abstención, cercana al 60%. Tomando en cuenta el padrón electoral de poco más de 21.000.000 de electores, el PSUV fue favorecido por alrededor del 18% de ese padrón, el peor resultado de su historia. Volviendo al análisis de Rivero: “La Revolución Bolivariana está en peligro”.
En cuanto a la oposición, el espectáculo de su división, y la mediocridad e incoherencia de sus voceros le han hecho perder credibilidad y liderazgo. Su alta votación en comparación con el PSUV no refleja apoyo popular sino el descontento con la gestión de gobierno pesuvista. Sin embargo, el solo hecho de haber asumido el camino electoral es ganancia para ellos. Han logrado zafarse de la perniciosa influencia de los extremistas y han emprendido el camino de la política en positivo. El resultado los obliga a una reflexión que ya se está dando y cuyos frutos de verán o no de acuerdo a su capacidad para cambiar radicalmente sus ejecutorias y vocerías. Todo está por verse.
En cuanto al PSUV, va siendo hora de que escuche con humildad y seriedad las voces críticas de quienes han sido sus aliados. No solo se trata de mejorar la gestión económica y social, en las que hay signos de algunas aperturas que pueden ser beneficiosas, sino además de su forma de hacer política. La prepotencia, la soberbia, el sectarismo y la intolerancia de algunos de sus dirigentes le están haciendo mucho daño ¿Acaso es hora de recambios en la cúpula? Y en cuanto a la militancia, también tiene su cuota de responsabilidad. La obsecuencia y la conducta acrítica están haciendo igualmente peso para que el barco comience a zozobrar.
Faltan escaso tres años para que se llegue a lo que parece ser la próxima estación de la lucha por el poder entre las fuerzas en liza. No es mucho tiempo, pero suficiente para que los actores dejen de verse el ombligo y traten de recuperar la confianza de la gente. El gobierno tiene muchas cosas a su favor y la oposición también ¿Quién sabrá aprovechar sus oportunidades y opciones? Es hora de reflexión y de honestidad intelectual, y que sea lo que Dios quiera y disponga.
Finalmente, lo prometido: La Humanidad es una especie en peligro de extinción, la velocidad de la destrucción de nuestro hábitat es mucho mayor de la que tienen las medidas para remediarla. Las más recientes noticias científicas y el fracaso de Glasgow prenden todas las alarmas. Es ese ahora mismo mi foco principal, pero esto es harina de otro costal, aunque ciertamente los políticos venezolanos parece que no se han enterado. Pero lamentablemente en todo el mundo es así, los que gobiernan no comprenden nada, tampoco los que quieren gobernar.