Un domingo de elecciones, suficiente por noviembre, en este subcontinente nuestro. Uno de mitos, de recaídas y de anomia. En la paradoja, también de reiteración del voto, aunque disminuido, al que hemos calificado como uno de los varios elementos que constituyen la democracia, para recordar que se ejerce, pero también todos los demás.
En la primera vuelta de una elección presidencial en Chile la participación estuvo en un 35,5%, mientras aquí, en una lección regional y local, llegó al 41.80%. Cada país tiene sus particularidades, aunque a quienes seguimos los procesos políticos no nos extraña una tendencia mundial a la reducción de la participación, lo que tiene causas generales: hay una crisis de la democracia, marcada estadísticamente por incredulidad frente a la eficacia de este sistema por resolver los problemas y por una creciente desconfianza en los dirigentes políticos.
Hay un agotamiento, uno que se refleja entre nosotros en la aparición del político liquidado que sale a proclamar la victoria de la abstención y a arrogársela como suya. En Chile nadie salió a proclamar esa “victoria”, pues los aspirantes presidenciales intentaron atraer el voto a sus opciones y no a lanzar al país a la omisión.
Colocadas las cifras chilenas y venezolanas frente a frente, toca la primera aproximación a esta realidad nuestra. Nadie serio pensó que aquí íbamos a superar ese 40%, como nadie dudó que el oficialismo se llevaría la mayoría de las gobernaciones. También se veía venir que varias que la oposición podía ganar terminarían perdiéndose gracias a la mezquindad de los protagonistas en ejercicio de la ceguera.
Las irregularidades fueron reiterativas, aunque disminuidas. Así la mutilación mental de la peor clase política de nuestra historia, con su obviedad sin reducción. Toca hablar del mañana, aunque esté lejos, pues está claro desde hace tiempo –y no como consecuencia del 21N- que marchamos hacia la elección presidencial cuando marque las horas en el calendario.
Lo que corresponde no es la aventura, lo que corresponde es retomar en enero las negociaciones de México en procura de alivio para los males de los venezolanos. Una sociedad no es una entidad natural durmiente a la espera de un despertar heroico.
@tlopezmelendez