La vinotinto ha vuelto a hacer una eliminatoria para dejar en el olvido. De 14 partidos disputados hasta el momento, perdió 11. Sólo obtuvo siete puntos de 42 posibles. Lo peor es que, al ver cada uno de los partidos, no se jugó necesariamente mal. Un ejemplo de ello es que contra Paraguay —en casa— se haya fallado el penal que habría adelantado a la selección, sólo para acabar perdiendo. En los dos partidos contra Perú, el resultado podría haber sido tranquilamente un empate.
En definitiva, todo lo que podría haber salido mal, salió mal. Haber empezado la eliminatoria con un entrenador que no pudo hacer un solo partido de preparación, en un partido que se perdió 3-0 contra Colombia.
Luego, el partido contra Paraguay en casa que, aunque se hizo un primer tiempo para el olvido, luego se emparejó el rendimiento y se pudo haber empatado o ganado el partido si se hubiese anotado el penal del que se dispuso. Contra Bolivia en la altura, directamente no se pudo competir. A una Uruguay que de momento se queda fuera del mundial, se le podría haber ganado. Y así, un largo etcétera. Sólo contra Colombia, Bolivia y Chile (todos de visitante) hubo márgenes insalvables. Incluso ante este último, el marcador fue mucho más halagüeño de lo que en realidad fue el partido. Ante Argentina y Brasil se debía buscar competir, pero la calidad de esos equipos sencillamente los hacía muy favoritos contra Venezuela.
Es decir, hubo márgenes sumamente finos en una mayoría de partidos. Y eso que entre todos estos partidos ocurrió la desvinculación de José Peseiro de la selección para dar paso al interinato del Leo González, quien —nuevamente— sólo fue capaz de dejar algunas buenas sensaciones, pero resultados pésimos. Resultados que, a lo mejor, no fueron del todo merecidos.
Entonces se tiene que cuando no se jugó bien, se perdió. Y se perdió de forma contundente contra Colombia y contra Chile (3-0); además de contra Bolivia, Argentina y Brasil (3-1). Pero es que añadido a eso, cuando se jugó mejor también se cosecharon malos resultados.
Los dos partidos contra Paraguay, los dos contra Perú, y el empate contra Uruguay se podría haber obtenido algo más. La historia sería distinta. Pero con Venezuela, el elemento de la tragedia siempre está al acecho. Para ir a un mundial de fútbol, se debe ser capaz de —en la mayoría de los partidos— dominar al rival. Y que no haya una racha de mala suerte. Al menos en el caso de Venezuela.
Se ha especulado con la llegada de José Pékerman, un entrenador que es muy bueno a la hora de dotar a las selecciones que ha entrenado con una identidad de juego. Eso es particularmente bueno, dado que el trabajo de selecciones puede complicarse debido al poco tiempo que hay para que los jugadores entrenen juntos y se adapten a la idea de juego. Pero con el impago a José Peseiro y su demanda, cuesta todavía ver que un entrenador del caché de Pékerman acepte el cargo.
La ilusión que tendría que haber tenido esta eliminatoria y que al final fue decepción, no volverá hasta que haya entrenador oficial en el cargo. Que haya normaiidad en la Federación Venezolana de Fútbol. Y de paso, que se vea qué visión tiene para la entidad reguladora del fútbol venezolano la directiva que ganó el 28 de mayo de este año y que tomó posesión de la gestión de la FVF el 7 de junio.
También, tienen que haber partidos de preparación que sirvan para que la afición empieza a volver a creer en un proyecto. Porque toda esta eliminatoria desde su inicio estuvo empañada por falta de preparación, que derivó en malos resultados. Y cuando no hubo resultados, es evidente que los jugadores pierden confianza. Y es en ese momento de falta de confianza cuando se vuelve cada vez más difícil el remontar la mala dinámica, aunque hayan habido partidos en los que la selección mereció mayor premio.
Periodista deportivo. Es editor del portal web Línea de Tres – @GusFrancoH