El miedo busca protegerte, algunas veces a expensas de tu felicidad. Daniel Habif.
No ocultemos nada. Si hubo un gran perdedor en el simulacro electoral del día 21 de noviembre pasado: fue el país, y a un costo terriblemente elevado. El costo del diferimiento de la salida del régimen más oprobioso y criminal que ha tenido la nación, aumentará en progresión geométrica y su destrucción material, difícil de cuantificar, también se incrementará. Las pérdidas de vidas por motivaciones políticas, el hambre y las enfermedades crecerá sin pausa, lamentablemente. En general, la pérdida de recursos seguirá su rumbo ascendente por la huida de cientos de miles de venezolanos más, la corruptela, el saqueo y la ambición sin límites de los delincuentes en el poder. Es un cuadro para atemorizar a cualquiera.
También quedó en evidencia que el régimen se debilitó aún más a juzgar por los resultados del evento en cuestión. En buena parte del territorio sus “militantes” y “simpatizantes” se abstuvieron o no votaron por sus candidatos a pesar del miedo por la vigilancia y control de sus dirigentes. Se estima que más de un millón de votos se le escurrió al régimen si se compara con la elección anterior y la oposición, con sus dimes y diretes, sacó más votos que el régimen.
Todo ello a pesar que se contabilizan alrededor de seis millones de almas venezolanas fuera del país en alarmante emigración; que muchos dirigentes fueron inhabilitados y partidos políticos democráticos fueron desmembrados y su identidad electoral entregada a otros “dirigentes” negociantes de la política.
A pesar de las posiciones divergentes en la oposición, no caigamos nuevamente en el error de descalificar a unos y otros o entre sí. No hay ni es tiempo para la discordia ni la diatriba estéril. El enemigo continúa allí, más debilitado y desnudo frente al mundo. Es a él a quien hay que atacar y derrotar. No es tiempo tampoco de celebraciones de victorias parciales, sobre los opositores que ganaron se cierne la amenaza y sobre todos nosotros el peligro del intento del régimen de poner en ejecución un sistema comunal, que no es más que las ideas comunistas en acción a pesar de su fracaso mundial. Con esas ideas en mente, ya aprobadas, se pretende anular cualquier posibilidad de avanzar con las victorias logradas.
Tenemos que aprender de nuestras malas y buenas experiencias. No debemos distraernos ni mucho menos paralizarnos por el miedo ni falsos supuestos; tampoco dejarnos abatir por la desesperanza y la decepción. No podemos caer en el quietismo irónico que es lo que busca el régimen y sus asesores. No hemos sido derrotados y el liderazgo político tendrá que recomponerse por exigencias de las circunstancias.
Sigamos los consejos que señala Daniel Habif en su reciente libro “Las Trampas del Miedo” en el que nos dice que “nada que valga la pena en esta vida se consigue sin miedo” y nos propone: Hagamos del miedo “la fecundación de un logro extraordinario.” No debemos abandonar la lucha ni quedarnos inactivos, con eso estaremos dándole ventajas al régimen. “Debemos recibir al miedo que nos hace vivir, que nos lleva a amar, a emprender, a debatir, a soñar, pero debemos decirle adiós a dos de ellos: al que nos hace temer lo que no existe y al que nos impide actuar”, como expresa Habif.
Renegar de la política y de todos los políticos fué lo que nos trajo esta desgracia que se aproxima al cuarto de siglo. Chávez y sus bandas de delincuentes se aprovecharon de los errores de la democracia y de los demócratas, de las inquinas de sus dirigentes, del ambiente de frustración por las promesas incumplidas, de la degradación de la política y ensayaron su discurso seductor cargado de engaños que compraron los venezolanos ingenuos.
Es tiempo de reflexionar, de pensar y actuar serenamente por el bien del país y su gente, no podemos abandonar la política, porque queramos o no, ella nos atañe a todos como ciudadanos, y nos puede afectar a todos nuevamente. La política es una cosa muy seria para dejarla solamente en manos de los políticos, más aún si son ambiciosos, deshonestos, mediocres,cobardes y soberbios.
La política exige nuestra participación decidida, sin miedo, no sólo la movilización electoral cada cierto tiempo, sino la vigilia permanente de nuestros derechos y deberes. Como manifiesta Habib “De todos los miedos no hay ninguno peor que el que no te deja actuar. Esa es su versión más nociva, con la que no se puede negociar, hay que arrancarlo por completo”. Hay que vencer el miedo y la deshonestidad para vencer definitivamente al régimen usurpador y volver a la libertad. Es una reflexión en este tiempo confuso y convulso.
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