Marta de la Vega: A confesión de parte, relevo de pruebas

Compartir

 

En la toma de posesión de una gobernadora del PSUV, terminado el evento electoral del 21 de noviembre, Maduro aseguró que “la indolencia, la incapacidad, la corrupción, la ineficiencia” eran peores en el país que “el bloqueo gringo”. Reconoce que el colapso generalizado y la crisis múltiple que sufre Venezuela son consecuencia de una dirección pública errática, improvisada e incompetente, que a la vez se ha enriquecido por el saqueo del erario nacional, la desviación de los dineros del Estado y la corrupción sistemática convertidos en mecanismo de participación de quienes forman parte de la camarilla militar civil que controla las instituciones y domina el poder.

No olvidemos que las sanciones internacionales a funcionarios del régimen comenzaron en 2019, mientras que el desastre al que ha sido conducida la República se agudizó a partir de 2013. Uno de los indicadores económicos que revela con mayor contundencia cómo ha crecido la pobreza, es la tasa de inflación.

Citado por Jesús Casique, según el Banco Central de Venezuela (BCV) la inflación acumulada desde marzo de 2013 hasta octubre de 2021 alcanzó 642.378.683.453%: seiscientos cuarenta y dos mil trescientos setenta y ocho millones, seiscientos ochenta y tres mil cuatrocientos cincuenta y tres por ciento.

El desapego hacia el proyecto chavista, que fue esperanza para los más vulnerables, ha sido evidente y así lo resintieron los cabecillas del gobierno de facto, nada menos que en la cuna del artífice de la farsa siniestra llamada “socialismo del siglo XXI”. “No vamos a entregar el bastión de la revolución”, gritaba Iris Valera. Otro tanto vociferaba Diosdado. Pero los hechos contradicen los deseos.

El resultado en Barinas es elocuente. Porque, como destaca Freddy Superlano en entrevista de Alonso Moleiro en el diario El País, “derrotar a los Chávez en su feudo no tiene precio”. Fue, sin duda, el candidato ganador a la gobernación, que rompió el poder hegemónico durante veintidós años de la familia Chávez.

Su victoria no declarada ha brillado con su propia luz por todas las maniobras del régimen para impedir su proclamación, tanto la sustracción ilegal de algunas actas en el municipio Zamora por testigos de mesa que se ve en una filmación cómo se escabullen en la noche mediante escaleras puestas contra la pared trasera del edificio donde hubo las votaciones, con la ayuda de militares, como la suspensión del conteo, a la vez que la retención indebida de varias actas de votación por parte de un general vinculado al “Plan República” que supuestamente participa para custodiar la integridad del proceso electoral y proteger su transparencia, pero, en la práctica, ha perdido la neutralidad que le exige la ley; sus integrantes se han vuelto un actor político más, violentando los mandatos constitucionales sobre la función de los militares y la subordinación que deben mantener respecto de los poderes civiles, como ocurre en toda democracia verdadera.

Por último, uno de los poderes públicos del régimen, escrito en minúsculas, el tribunal supremo de justicia, atropella y desconoce otro poder público, igualmente en minúsculas, el consejo nacional electoral, al anular la victoria del candidato de la Unidad democrática contra el derrotado Argenis Chávez, gobernador en funciones y hermano del difunto presidente, por la supuesta inhabilitación con la que había sido sancionado el ganador, sin que por cierto el cne hubiera tenido noticia de ello.

Y, de paso, pisotea al poder ejecutivo y al mismísimo Maduro, al desconocer la sala electoral de dicho tribunal que este le había otorgado el indulto a Freddy Superlano en agosto de 2020, al igual que a otros dirigentes políticos de la oposición, acto que, además de público y difundido el video por todas las redes sociales, fue publicado en Gaceta Oficial.

Para colmo, el TSJ usurpa funciones que no le competen, al ordenar suspender la elección y repetir los comicios el 9 de enero de 2022.

¿Qué significa esto? Ha habido excelentes análisis a los que remito al lector. Solo quisiera destacar que algunos dirigentes políticos de las fuerzas democráticas han sucumbido de manera miope al inmediatismo. Sin brújula y con muchos mezquinos intereses por encima del interés general y del bien común. Una dirigencia que no está a la altura de su responsabilidad histórica.

Rectificar es indispensable para no perder de vista el propósito que nos convoca a todos los que buscamos rescatar la decencia y el progreso. Recuperar la moral cívica, escuchar a la gente, involucrar a la sociedad civil organizada que lucha por consolidar una democracia participativa. Revitalizar el liderazgo; retomarlo con altura y desprendimiento, hoy extraviado entre estériles rencillas personalistas y egocentrismo inoportuno. Incorporar la ética a la política.

Investigadora en las áreas de filosofía política, estética, historia. Profesora en UCAB y USB – @martadelavegav

 

Traducción »