Las palabras y el lenguaje han sido imprescindibles a lo largo de la evolución del ser humano como modo sofisticado de comunicación que ningún otro animal ha podido desarrollar. Pueden ser usadas de formas distintas. Es por eso que hay frases que aluden al tremendo poder de las palabras, como, por ejemplo: “Las palabras hieren más que cuchillos”. En períodos electorales, las lenguas que descansan. salen al ruedo, se acusan unas a otras y no resuelven nada. Por todos los rincones se observa un vendaval de candidatos con un mismo objetivo: La toma del poder.
La Palabra no solamente nos informa que nuestra lengua es peligrosa sino también nos deja las formas de cuidarla para edificar, y no destruir. La experiencia ha venido mostrando históricamente el acierto de esa intuición sobre el poder del lenguaje. El poeta británico Samuel Taylor Coleridge dice: “hay casos en los que se puede aprender más, y de más valor, de la historia de un vocablo, que de la historia de una guerra”.
Nuestras expresiones se usan como espadas para atacar a otros y justificarnos a nosotros mismos. El lenguaje nos abre a la realidad, pero también puede esconderla. En este sentido, la mentira y la manipulación han sido siempre parásitos del vocablo y más desde el poder o buscando el poder. Buena muestra de ello, han sido los regímenes políticos con rango de dictadores o tiranos que han hecho historia desde la antigüedad hasta nuestros días.
El humorista argentino Tato Bores explica en una frase para que se utiliza el lenguaje: “en política siempre la culpa es del otro, del oponente, del que no comparte ideas”. Echarle la culpa al otro es tan antiguo como la creación. Adán, por ejemplo, después que Dios les descubrió el pecado, le echó la culpa a Eva. Por su parte, Eva le lanzó la culpa a la serpiente (Satanás); y el diablo, siendo un ser creado, un querubín, quería ser semejante a Dios y lo acusó de ser un tirano malvado.
La palabra y el lenguaje del siglo XX fueron pisoteados como nunca en la historia. Se utilizaron, aun se usan, frases maquiavélicas para cometer crímenes de lesa humanidad construidas sobre las ideologías marxista o nazi, que desarrollaron unos refinados sistemas de propaganda, basados en la manipulación lingüística. Los nazis acuñaron, entre otras, las expresiones solución final, tratamiento especial y traslado para designar el genocidio de seis millones de hebreos. Los regímenes comunistas, por ejemplo, democracia popular, reeducación social, paraíso socialista, entre otros, para justificar la eliminación de cien millones de vidas. En China, Laogái, que literalmente significa “reforma por el trabajo”, quiere decir realmente “encarcelamiento.
Con un discurso estremecedor de conciencias que tiene vigencia en el mundo contemporáneo, el barbero judío, Charles Chaplin, nos deja estas palabras tras la invasión de Ostelrich, Austria: “el camino de la vida puede ser libre y bonito, pero la hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo que crea abundancia nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos, nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas, necesitamos humanidad, más que inteligencia, bondad y dulzura. Sin estas cualidades, la vida será violenta, se perderá todo”.
Antes del discurso del barbero judío, el ministro del Interior, Garbitsch, pronuncia las palabras siguientes: “Hoy en día, democracia, libertad e igualdad son palabras que enloquecen al pueblo. No hay ninguna nación que progrese con estas ideas, que le apartan del camino de la acción. Por esto las hemos abolido. En el futuro cada hombre tendrá que servir al Estado con absoluta obediencia”. Era la ideología y las ideas políticas del régimen de Adolf Hitler. Chaplin se oponía a estas palabras de Hitler: “la democracia apesta, la libertad es odiosa, la libertad de expresión es perjudicial”.
Muchos dirigentes se esconden bajo la mentira para poder sobrevivir y piensan que la sociedad compra sus palabras. Así actúan y dan la cara, sin ninguna moral. “La mentira política no se improvisa. Se calcula, se cultiva, se destila y se sopesa. Tiene sus reglas. Es un arte sabio, útil y bello”. Así lo expresa, desde la sátira, el escritor irlandés Jonathan Swift, en su obra “El Arte de la Mentira Política”, y de la cual se puede colegir que las mentiras políticas de hoy se parecen mucho a las antiguas.
El arte de la mentira o pseudología, expresa Swift, es el “arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables con vista a un buen fin”. El buen fin, sin embargo, no se refiere a lo absolutamente bueno, sino a lo que le parezca al que tiene como profesión el arte de la mentira. La sátira afirma que el pueblo no tiene ningún derecho a la verdad, ni puede pretender ser instruido en la verdad de la práctica del gobierno.
Coordinador Nacional del movimiento Político GENTE – Noelalvarez10@gmail.com