¡Shalom Leculam! (Hola a todos), fue el saludo en hebreo con el que Luiseth Materán, Miss Venezuela, se presentó en el certamen Miss Universo, hace unos días, desde Eilat, al sur de Israel.
Esta edición, la N° 70, pasará a la historia por sorprendentes motivos. Entre ellos, el que se afrontó el desafío de la persistente pandemia y gracias a la responsabilidad del país anfitrión, el concurso no tuvo sobresaltos.
El que se haya realizado en Israel incidió en el despliegue de novedosa tecnología y en ese sentido, el país se lució. Además, fue un amplio y generoso anfitrión que enriqueció el concurso con muchas de sus propias características, como las imágenes de paisajes contrastantes que sirvieron de imponentes escenarios. Las misses recorrieron el pequeño territorio israelí y palparon su milenaria historia que ha sido trascendental para la humanidad.
Esta edición, también mostró la transformación del mundo en un tema neurálgico como las migraciones. Por ejemplo: la australiana nació en Rusia; la francesa está vinculada a Santa Lucía; la holandesa es originaria de Etiopía y, adicional a la Miss Venezuela, hubo dos venezolanas más, las representantes de Portugal y de Grecia. La Miss Puerto Rico explicó que es nieta de un sobreviviente del Holocausto que, tras la tragedia, rehízo su vida en el apacible Caribe.
En la presente ocasión se reafirmó un cambio en el paradigma de la belleza, mostrando un hermoso caleidoscopio racial sin ningún predominio, lo cual también tiene relación con Israel, pues se le ha acusado de apartheid, cuando la realidad muestra a la sociedad israelí compuesta por un crisol de colores e igualdad ante la ley. A Israel se le mide con un doble rasero, pues apenas se anunció el lugar del concurso, comenzaron las campañas de mala propaganda y manipulación, desplegadas por grupos extremistas interesados en la deslegitimación del Estado judío. El gobierno de Sudáfrica presionó a su representante a fin de boicotear el evento; no obstante, ella decidió participar y quedó de segunda finalista. Cabe señalar que, al contrario de Israel, en la mayoría de países del Medio Oriente discriminan y maltratan a su población femenina.
Con la satisfacción de la labor cumplida más allá de las expectativas, Israel puede decir: ¡Shalom Leculam!
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