Quien asume la responsabilidad de conducir, debe hacerlo con absoluta sensatez frente al volante. Realmente preocupa la cantidad de jovencitos involucrados en accidentes de tránsito, provocando en algunos casos desgracias a terceros, como la muerte de familiares. Pareciera que la adrenalina se apodera de sus cuerpos cuando manejan, muchas veces son importar el resultado de sus actos inconscientes.
Este año que está por terminar, el estado vivió situaciones bastante lamentables. Recordemos la fiesta en la que celebraban unos jóvenes del norte de Valencia su grado de bachiller. La camioneta terminó estrellada contra una pared, dos heridas de gravedad y una jovencita fallecida. El caso fue manejado con bastante hermetismo y poca la información ofrecida a los periodistas de la fuente de sucesos. El silencio se apoderó de la situación.
El más reciente de estos accidentes ocurrió el pasado tres de diciembre y presuntamente involucra a un prospecto de grandes ligas. De acuerdo a lo denunciado por familiares de los cuatro fallecidos y testigos del hecho, el beisbolista habría huido irresponsablemente del lugar tras provocar la tragedia. Hasta la fecha, los familiares no han dado la cara y se desconoce el paradero del jugador, no se sabe si está dentro o fuera del país.
En una sociedad donde se ha banalizado la muerte, es indispensable que los padres asuman su rol de orientadores y hablen sin tapujos con sus hijos, en especial cuando deciden permitirles conducir automóviles dentro y fuera de la ciudad. Siempre se ha dicho que somos reflejo de lo que es nuestro hogar, así que, de alguna manera, los progenitores también son responsables de las actuaciones de estos chamos que apenas están dejando la adolescencia, pero se creen Dios cuando manejan a toda velocidad, violentando normas de tránsito y arrebatándole la vida a seres inocentes. En este sentido, esperemos que las investigaciones que se adelantan en Fiscalía se lleven con celeridad, transparencia y no se vean enlodadas por intereses oscuros.
Nuestros jóvenes deben recordar que todas las acciones, por más mínimas que sean, tienen consecuencias. Por ende, cada paso que damos en la vida, desde que nos levantamos de la cama en las mañanas y salimos de nuestros hogares, condicionará el resto del día. En este sentido, el llamado es la responsabilidad, la empatía y el respeto a estos otros con el que compartimos el espacio público.
De nada vale tratar de proteger a un muchacho para que no se responsabilice de lo que provocó por su irresponsabilidad. Si la justicia terrenal no se encarga, la divina llegará en cualquier momento. He aquí la importancia de sembrar valores en la familia, pilar fundamental para que el mundo que habitamos sea más humilde, solidario y menos egoísta, en especial, cuando estamos frente al volante.