Aarón Olmos: Aceleración de la transformación digital en pandemia

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La digitalización de las relaciones sociales y de producción como resultado del uso intensivo de la tecnología que provee internet, ha transformado la manera como nos comunicamos, entretenemos, educamos, intercambiamos valor digital, e incluso laboramos y emprendemos. Ha sido un proceso que inició a mediados de la década de los 90, y que poco a poco fue permeando en cada aspecto de nuestra sociedad, para convertirla -en términos de Manuel Castells- en una “sociedad red”. Es así como hemos comenzado a entender que, si bien la incorporación de valor a los procesos económicos, políticos y sociales ocurre principalmente en la “presencialidad” de la sociedad, también es posible que lo haga en la “virtualidad” de la sociedad red.

En este sentido, el mercado laboral y el trabajo como tal, están mutando a la sazón de los nuevos tiempos donde las empresas son más horizontales, tienen estructuras colaborativas y trabajo en red, mayormente bajo la modalidad de proyectos con metodologías ágiles que maximizan y potencian el trabajo en equipo. Todo esto en contraposición a las empresas verticales, con estructuras jerárquicas, trabajo supervisado con asignación de tareas según descripción de cargos y centralización de procesos, que ralentizan los resultados y aminoran la iniciativa emprendedora. Estos cambios en el mercado laboral no se están dando de manera igualitaria en el mundo, mucho menos en todos los sectores de la actividad económica, así como tampoco en todos los niveles gerenciales.

En este mismo orden de ideas, el uso intensivo de la tecnología trajo consigo la necesidad de saber aprovechar correctamente el potencial que toda la innovación que ella representa puede trasladar a la cadena de valor y a los procesos estratégicos de la organización. Es aquí donde el proceso de transformación digital inicia, como un abordaje personal y coordinado por parte de todos los miembros de una organización, en función del objetivo de maximizar las metas de la empresa a través de la comprensión, uso e internalización de lo que verdaderamente significa la incorporación de innovaciones físicas e inmateriales al trabajo, a través del conocimiento y estudio por parte de sus trabajadores y colaboradores.

Sin embargo, para que este proceso comience hace falta no solo el apoyo de la alta gerencia, sino también el convencimiento de la necesidad de cambiar estructuralmente el estado de las cosas dentro de la organización. Por eso se requiere de un “acelerador” que inunde las estructuras organizacionales con el combustible necesario para fomentar la transición, pero a veces, este acelerador no es necesariamente una persona, o grupo de personas que desde una coordinación impulsa los cambios, también puede ser un “evento” interno o externo que obligue a repensar la forma en que se hacen las cosas, sobre todo si ese evento afecta la generación de ingresos y el logro de los objetivos financieros de la organización.

Es así como entre finales del año 2019 e inicio del 2020, la pandemia del COVID-19 modificó la manera como se trabaja, emprende, estudia, entretiene e intercambia valor entre las personas alrededor del mundo por más de un año. Esto lo convierte en el principal “acelerador” de los procesos de “transformación digital” en la mayoría de las organizaciones a nivel mundial, que necesariamente debieron adaptarse a los nuevos tiempos y formas de mantener en operación al negocio en pandemia, siendo uno de sus principales efectos, la caída en el consumo de bienes y servicios, transporte, recreación y economía del ocio motivado al “distanciamiento social” exigido para evitar el aumento del contagio entre personas.

Entonces, no solo se hizo necesario comenzar a transformarse digitalmente, sino también educarse en la manera de seguir realizando las labores de la empresa en la distancia, probando posibles métodos y combinaciones de herramientas que permitieran de manera segura agregar valor desde la virtualidad del teletrabajo, que supone una relación diferente del trabajador con su entorno, sus metas y herramientas para la consecución de los objetivos planteados por su dinámica laboral. Es así como el teletrabajador inició un proceso de transformación digital junto con su empresa, con miras de corto plazo, pero con trascendencia de largo plazo en el ejercicio de sus funciones, que pivotan entre la distancia y presencialidad, bajo esquemas de presentación inter diaria o semanal por grupos segmentados en áreas operativas y administrativas.

Finalmente, la pandemia ha logrado acelerar un proceso necesario que hubiera llegado en otro tiempo por la velocidad del uso intensivo de la tecnología, solo que lo insertó de manera inequívoca en una realidad que ya cambio y no será la misma de antes, así como tampoco la manera como se trabaja y crea valor en las organizaciones que siguen aprendiendo y aprovechando las bondades de la tecnología como gran habilitador de procesos, en un entorno que todavía se encuentra en ajuste por lo extendido de la transición de este proceso de transformación, que no para de retar la capacidad de adaptación de las empresas.

@aaronolmos

 

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