Remedando a Juana “La loca”, aquella reina española que paseó el cadáver de su marido Felipe I “el Hermoso” por media España, Naciones Unidas “la loca” pasea el cuerpo putrefacto de la otrora bella Libia. No, como en el caso de Juana, por amor, sino por no encontrar ningún lugar donde enterrarla, junto a sus siete millones de habitantes.
Una vez más, y como era obvio que sucedería, se suspendieron las elecciones presidenciales que se iban a realizar en la patria del Coronel Gaddafi este viernes 25 de diciembre lo que, más allá del resultado, daría la oportunidad a Occidente de dar las hurras y retirarse con la frente en alto después de haber “liberado” la nación más próspera de África, al costo de cientos de miles de muertos y de convertir al país en un Estado fallido.
Los dirigentes libios junto a los mandamases europeos, que son quienes en realidad deciden los grandes trazos de las políticas aplicadas a la nación mediterránea, han “descubierto” que es impracticable el ejercicio electoral a poco más de dos días de su realización.
Por lo que el día miércoles 22 el presidente de la comisión electoral parlamentaria, Hadi al-Sagheer, confirmó lo obvio, “Después de revisar los informes técnicos, judiciales y de seguridad, informamos que será imposible celebrar las elecciones en la fecha fijada por la ley electoral”.
Los “esfuerzos” por cumplir el cronograma establecido por Occidente junto a sus secuaces locales, intentaban poner fin a los casi 10 años de comenzado el martirio del pueblo libio donde los odios han calado profundo, lo que sin duda hará imposible el resurgimiento de una país unificado y solo se puede aspirar a la reformulación de un territorio de donde pueden emergen hasta cuatro regiones diferentes e incluso países independientes a los que a los históricos Tripolitania, Cirenaica y el Fezan se les podría sumar Tobruk, la última guarida del general Khalifa Hafther. En 2014 otro fallido proceso electoral llevó al país a partirse en dos grandes bloques, Trípoli y Bengasi, generando una guerra civil que si bien se ha contenido nada cuesta reiniciarla.
Por lo que el principal reto para lograr un gobierno unificado de la nación es conseguir desarmar a los grupos que se han estructurado desde el comienzo del golpe que terminó derrocando a Gaddafi y se ramificó en un complejo entramado de milicias y bandas armadas, a disposición de quien las pague, compuestas por exmilitares, fundamentalistas, mercenarios y efectivos de países vecinos llegados a Libia en procura de sostén económico, como son los miembros del ejército sudanés, estimados en unos 5.000 hombres, o el grupo de exmilitares chadianos Frente para la Alternancia y la Concordia en Chad (FACT), que intentan derrocar a la ahora dinastía Déby.
A medida que la fecha de las elecciones se acercaba surgieron las acciones de estos grupos que comenzaron a operar. Este pasado martes se produjo un despliegue de hombres armados en las calles de Trípoli que cerraron el paso hacia el palacio presidencial y levantaron muros con bolsas de arena, lo que provocó que los ya muy entrenados vecinos de la capital arrasaran las existencias de alimentos de los locales, tras los rumores crecientes del inicio de una nueva escalada armada entre las diferentes fuerzas autónomas que, contra toda opinión internacional, operan en la capital.
Desde noviembre del 2020 se conocía la realización de las elecciones para estas fechas y más allá del tiempo transcurrido nada se pudo hacer sobre el desarme de los milicianos y contener los conatos de violencias y que la clase política de una respuesta en bloque a la crítica situación del país incluso en sus diferencias ideológicas.
Según algunas fuentes era un secreto a voces que no podrían realizarse las elecciones en tiempo y forma, versiones que comenzaron a arreciar en los últimos quince días cuando las disputas y señalamientos entre los propios candidatos, casi 100, no paraban de incrementarse intentando vencer a sus rivales en los tribunales y no en las urnas. La confusión ya había hecho que la Junta Electoral ordenara, el martes por la noche, que su personal desactivase el operativo. Al tiempo se conoció que la junta directiva de la Alta Comisión Electoral Nacional, dada la postergación, había renunciado en pleno.
Prácticamente lo mismo se podrá decir acerca de la nueva fecha ya conocida, que señala que el comicio sería, según junta electoral, el 24 de enero. La pregunta que nadie se atreve a hacerse y mucho menos contestar es “¿quién gobernará el país hasta las improbables elecciones?”
Una foto repetida
Se han conocido imágenes de las fuerzas militares que desde el martes deambulaban, como tantas otras veces, por las calles de Trípoli generando entre los tripolitanos un estado inquietud que se ha extendido a todo el país. Al tiempo que tanto las escuelas como la Universidad de Trípoli han suspendido las clases hasta nuevo aviso, como medida precautoria frente a las posibles consecuencias que ha tenido el nuevo traspié institucional.
El pasado martes el general Hafther, en Bengasi, se reunió con otros dos candidatos presidenciales de cierta importancia, el exministro del Interior Fathi Bashagha y el ex viceprimer ministro Ahmed Maiteeq. A pesar de que no se han conocido siquiera extraoficialmente lo tratado, la cumbre tuvo que haber girado en torno a las elecciones, ya que los otros dos candidatos son del este del país, región donde Hafther tiene un gran poder y quizás esté intentando conformar un bloque electoral que finalmente lo consagre presidente del país, cargo al que ha aspirado desde sus intentonas golpistas contra el coronel Gaddafi desde finales de los ochenta a su fracasada campaña militar que, en 2019, lo dejó a las puertas de Trípoli sin llegar a tomarla.
Además de Abdelhamid Dbeibah, el gran candidato de Occidente y actual jefe de gobierno, se presenta como otros de los posibles triunfadores Seif al-Islam Gaddafi, hijo del coronel, y es todavía incierta la posibilidad de que pueda llegar a participar, aunque de hacerlo es improbable que le permitan asumir de lograr una victoria.
La misión de las Naciones Unidas en Libia, UNSMIL, tras la aparición de grupos armados en la capital, ha pedido que la resolución de cualquier conflicto sea a través del diálogo. Difícil si se tiene en cuenta que los grupos armados que ocupan la capital, vinculados a los ministerios de Defensa y del Interior, son los mismos que impidieron a Hafther la toma de Trípoli hace dos años.
Si bien desde octubre del año pasado Libia ha entrado en un virtual alto el fuego, el más prolongado desde 2011, todos saben que esa “paz” durará hasta el primer disparo.
Escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.