La navidad y el 31 de fin de año son los momentos propicios para disfrutar plenamente nuestra venezolanidad, en cualquier parte del planeta donde nos encontremos los oriundos de esta tierra de gracia hoy lamentablemente en desgracia, al ser en realidad nuestro momento especial anual, lo que los norteamericanos celebran con el Thanksgiving como reencuentro familiar.
Ahora bien, para que se consume tan dichosa sensación se requiere de ese plato tradicional ancestral, proveniente de los años de colonización española, desde los siglos XV y XVI, atribuyéndose en forma legendaria su invención a los esclavos y sirvientes indígenas, quienes recogían los restos de las preparaciones de sus opresores para armar un plato heterogéneo que les sirviese de alimento extra a sus comidas habituales.
Heredada de nuestra historia colonial y republicana pasó a formar parte de nuestra cultura, al punto que su elaboración forma parte del reencuentro anual, donde cada uno de sus miembros participa en todo el proceso de coción del producto final, convirtiéndose en la oportunidad para el recuento de anécdotas, aventuras y desventuras vividas desde la última vez que se congregó el núcleo familiar.
Durante el siglo XXI venezolano esa celebración tan nuestra se ha frustrado para millones de familias, quienes, habiendo perdido su poder adquisitivo y su condición de vida digna, se han visto obligados al éxodo que ya apunta según la ONU a finales de 2022 a casi 9 millones de migrantes o si no a permanecer en la indigencia en un país con 96,3% de pobreza, aun cuando el discurso oficialista redunde en que Venezuela se ha recuperado.
Tamaña tragedia ha derivado en un ritornello que profesa la frase “el próximo año debemos comernos las hallacas en libertad y democracia”, y por otro lado las promesas de mucho político aventurero de ofertar demagógicamente en cada lance político la certeza del éxito con la caída del régimen.
Lo cierto del caso es que han pasado los años como aquella vieja trova de Pablo Milanés, en nuestro caso lo que va del siglo XXI, y el desenlace o la aspiración que ocurra se prolonga en el tiempo, siendo una petición obligatoria o una especie de Carta al Niño Jesús lo que debiera suceder para que tan divina aspiración se concrete responsablemente en 2022.
En primer lugar, NO Olvidar y tener siempre presente los sacrificios y la entrega del pueblo venezolano durante este siglo, este 2022 se cumplirán 20 años de la inmolación de 22000 trabajadores petroleros quienes fueron expulsados de sus cargos y de sus casas por defender a PDVSA y a la democracia, y hoy pocos o nadie los recuerdan, como también los que murieron en 2002, en las ciudades de este país por echar abajo la tiranía, y a quienes pagan cárcel por defender el derecho a la protesta.
En segundo lugar, Ampliar el campo opositor al resto del país político y social que sobrevive todavía, es decir a trabajadores, empresarios, jóvenes, líderes sociales de pueblos y ciudades, superando la pretensión del G4 de monopolizar la representación popular, aun cuando es desestimado por la mayoría de la población.
En tercer lugar, Reeditar un nuevo pacto político y social que unifique a los venezolanos contra la dictadura, teniendo como referencia nuestra historia, el Pacto de Punto Fijo logró reunir a los partidos políticos, Trabajadores, Iglesia, Empresarios, Jóvenes, para así lograr la etapa más prospera de nuestra historia republicana
En Cuarto lugar, la conformación de una gran Coalición Nacional Opositora, que consulte a sus integrantes como método, dejando a un lado las aventuras de imponer de facto decisiones que nos han llevado a tantas derrotas y desventuras para el pueblo venezolano.
Estas sugerencias pudieran ayudarnos ante este año 2022, a lograr la acumulación de una gran fuerza política y social que logre el fin de la dictadura más atroz que ha sufrido pueblo alguno en este continente, y a retomar nuestra tradición navideña con la alegría característica de los venezolanos.
Movimiento Laborista