El origen de la palabra terrorismo se remonta a la Francia revolucionaria, y su significado fue empleado para referirse a los gobiernos que ejercen sus acciones mediante la intimidación de la población. Del uso de la palabra en los medios políticos, se pasó a su teorización como doctrina y fue el alemán Karl Heinzen, el primero que la usó como categoría de análisis, en su ensayo “Der Mord”, que se traduce “El asesinato”, publicado en 1848, donde afirmó que todos los medios, son válidos para acelerar el advenimiento de la democracia.
Durante la Revolución francesa, eran frecuentes las ejecuciones por motivos políticos, dirigidas desde el poder del terror y llevadas a cabo por grupos individuales extremistas. Grupos terroristas de regímenes autoritarios o totalitarios que ejercían el poder arbitrariamente para ahogar en el miedo la oposición política y toda resistencia. Este terrorismo pedagógico también es conocido como la técnica de las minorías que tratan de apoderarse del poder o defenderlo. Se emplea para quebrantar a los adversarios activos, acallar el descontento e intimidar a la población en general.
“En la época de la tercera guerra mundial, el terrorista quiere detener o precipitar la historia con dinamita y revólver. Derecha o izquierda, es, por esencia, un utopista: quiere arrancar mañanas aún imposibles al presente reacio, o moldear la historia sobre uno de sus momentos resueltos”, me comenta un profesor universitario, nacido en el Medio Oriente. Me dice que, el terrorista es hijo de la impaciencia o de la desesperación que resulta de ella, o el niño monstruoso del terror en el seno de las clases moribundas.
Todas las singularidades, las especies, los individuos y las culturas pagaron con su vida la emergencia de la circulación mundial, y las que obedecieron a un poder único, hoy aparecen como la manifestación terrorista. Un orden que se encuentra enfrentado a fuerzas antagónicas diseminadas en el corazón mismo de lo mundial, en todas sus convulsiones actuales. La hipótesis terrorista de quienes hacen seguimiento a esta violencia es que el sistema mismo se suicida como respuesta a los diversos desafíos de la muerte y el suicidio, puesto que ni el sistema ni el poder escapan a su condición simbólica y material.
La táctica del modelo terrorista consiste en provocar un exceso de realidad, y hacer que el sistema se desmorone bajo ese exceso. Los actos terroristas son un lente de aumento de su propia violencia y a la vez, un modo de violencia simbólica que le está vedada, la única que no puede ejercer: la de su propia muerte. Por esto todo poder visible es impotente frente a la muerte ínfima. “Hay que admitir la evidencia de que ha nacido un nuevo terrorismo, una nueva forma de actuar que juega el juego apropiándose de las reglas para manipularlas”, me dice un funcionario de un gobierno asiático.
Una de las grandes diferencias es que los terroristas, al disponer de las armas del sistema, disponen la suerte del sistema. El terrorista combate al sistema con las armas del sistema, a diferencia de las manifestaciones del terrorismo de mediados del siglo pasado que aparecen siempre como fuera de lógica del sistema. El nuevo terrorismo está en la propia red mundial, no renuncia a sus reglas, más bien se las apropia para destruirlo. Entre las armas de los terroristas de la muerte están: la capitalización de las imágenes, su difusión instantánea, la especulación en la bolsa y la información electrónica.
El filósofo francés Jean Braudillar en El espíritu del terrorismo, sostiene que “con el progreso de las ciencias sociales, sobre todo en el campo de la sociología de la acción, surgieron otras modalidades para el análisis del terrorismo; la primera se enfocó en estudiar los medios que emplean los terroristas para el logro de sus propósitos. Una segunda modalidad de la sociología de la acción es aquella que vincula el fenómeno con las ideologías que animan al terrorismo y los objetivos que se pretenden alcanzar. Otra más, analiza las formas del terrorismo para buscar quienes son los protagonistas y cuál es la geopolítica del terrorismo”.
Otra de las modalidades de terrorismo es la que proporciona la catedrática norteamericana Jessica Stern en El terrorismo definitivo. Ella sostiene que es la actividad que ejercen muchos gobiernos contra sus propias poblaciones civiles como método para atacar a cualquier forma de alternativa a los órdenes totalitarios, en este caso estamos hablando del terrorismo de Estado. En mi criterio, esta última circunstancia la hemos vivido, y todavía hoy, continuamos sufriendo sus rigores.
Coordinador Nacional del Movimiento Político Gente – Noelalvarez10@gmail.com