El Arsenal, a las órdenes de Mikel Arteta, decidió suspender a su gran estrella —Pierre-Emerick Aubameyang— tras episodios repetidos de indisciplina (impuntualidad). El equipo, que venía de perder dos partidos al hilo contra Manchester United y Everton, ahora está jugando el mejor fútbol que se le ve a este equipo desde hace mucho tiempo. Tanto así, que fue merecedor de mucho más que la derrota que se llevó ante el todopoderoso Manchester City. Antes de ese partido contra el City, logró marcar 19 goles en cinco partidos. Justo la faceta de juego en la que se supone que Aubameyang debe aportar.
El delantero belga del Chelsea Romelu Lukaku, por su parte, dijo en una entrevista a Sky Italia que no estaba feliz con su situación en el equipo porque no estaba jugando. Particularmente dolorosa fue la parte en la que cuestionó un cambio de sistema por parte del entrenador, Thomas Tuchel, que habría sido la razón por la que el delantero no estaría viendo tantos minutos como él quisiera. El jugador fue apartado por un partido, tras el cual han salido reportes de que las diferencias han sido aclaradas.
El fútbol cada vez más ha cedido protagonismo de los jugadores para entregar algo de él a los entrenadores. Efectivamente hay mucha más táctica; aunque la táctica no lo sea todo. Es más bien una cuestión de que hay cada vez más entrenadores con visiones claras, y que para ser llevadas a cabo necesitan de jugadores con perfiles muy específicos. Pero también, en muchos casos —si no en todos— necesitan que el grupo que lideran esté completa y absolutamente identificado con la causa y que reme en la misma dirección.
Al final, el entrenador es como un artista en el sentido en que su visión —su obra— es innegociable. Aunque tenga ante sí un grupo numeroso de personas que a lo mejor no estén muy convencidas. Es parte de su trabajo convencer a los dirigidos para aceptar esa visión. Y castigar a quien no lo haga. Así, se envían mensajes al grupo completo para reforzar la idea.
El liderazgo es a veces un trabajo que genera soledad. Y ello es porque ocasionalmente se tiene que ser implacable con una persona que no es necesariamente una mala persona.
La sonrisa de Aubameyang y su forma de ser lo ha hecho muy popular con los aficionados y entre los propios jugadores. Pero ser capitán del equipo y sus episodios de impuntualidad son incompatibles entre sí.
Arteta siempre ha tenido un mensaje sobre determinadas cuestiones que son “innegociables”. Cuando ‘Auba’ empezó a tener estos comportamientos, se iba a empezar a ver si Arteta iba en serio o no. Afortunadamente para el Arsenal, Arteta parece que va en serio.
De Romelu Lukaku no constan comportamientos poco profesionales ni que generen intrigas en otros equipos donde ha jugado. No parece una mala persona. Pero el líder debe dejar claro que es él quien dicta las reglas de juego, y de que la visión que él tiene es la que llevará al equipo hacia delante. Las declaraciones de Lukaku, que cuestionan la visión de Tuchel y un supuesto cambio de sistema, tenían que ser manejadas a tiempo y con claridad.
Una última cuestión hace que también se deba pensar que —muchas veces— es el entrenador quien debe llevar el mando en estas cuestiones: es el último responsable de un eventual fracaso. Efectivamente, son los que pierden su trabajo con mayor facilidad. Así que al menos, podrían morir haciendo las cosas a su manera. Hay que ver lo que sucede en el París Saint-Germain, donde se suceden los entrenadores pero permanecen los jugadores superestrellas como Neymar y Mbappé, y a los que ahora se suma Lionel Messi. Un cúmulo de estrellas que no tienen la guía ni la orientación de una visión futbolística. Visión que debería estar respaldada por la directiva. Sin una visión, todo es más difícil.
Es periodista deportivo. Es editor del portal web Línea de Tres – @GusFrancoH