¡Buenos días, profesor! Y mejores aún si no saca la provocación de un tal año feliz porque ya usted sabe lo que pienso de eso que llaman felicidad. Si Don Antero, hoy pienso como usted: aquí no ha habido nada de eso. Hasta hoy los de abajo sólo saben de angustias y pesares por no hablar de tristezas y padecimientos.
Pero déjeme decirle que para mí la mejor forma de ver el asunto es que hable la historia, la gente y exprese su sentir y querer.
¿Qué mejor vía para comprender y manejar esta guarandinga? ¿Alguien la inventó o es el resultado de lo construido por nosotros mismos?
¿No cree más bien que somos producto de la formación impuesta por la invasión europea acometida por otros valores, proyectos de vida-existencia y caminos procedentes de la imposición?
Y ese modo de comportamiento-acción mantenido en el tiempo ¿podía ser acaso portador de mensajes creadores para conformar una vida placentera y feliz? ¿Vivimos acaso en un mundo de gente contenta, satisfecha, en un espacio caracterizado por el signo de la muerte-destrucción, la bomba sólo mata gente, el espanto, la amenaza, el miedo, la zozobra, el padecimiento
¿Y acaso esta realidad transcurre a espaldas de los líderes, patriarcas o caudillos de nuestras sociedades que llenan los caminos de este mundo que ya parece destinado a convertirse en un espacio definitivamente muerto?
Mire profesor, yo estoy de acuerdo con usted, aunque supongo que lo tildarán de pesimista y yo llevaré mi parte por acompañarlo. Pero su exposición es clarificadora. Y lo vemos en esta historia de Venezuela. Desde el 19 de Abril de 1810 hemos sido materialmente la misma cosa, la misma flaqueza institucional personalizada en cada uno de los jefes de sus repúblicas: Bolívar-Páez, Monagas, Falcón, Guzmán Blanco, Castro-Gómez, López Contreras, Betancourt y sus adecos, Caldera y sus copeyanos, Chávez-Maduro y sus ‘socialistas comunistas’. La misma ‘independencia’.
Los mismos cambios de nombres, los mismos dictadores combatidos por los mismos demócratas que se convertirán a su vez en dictadores, burócratas jefes de robos y asaltos, demagogos, negociantes, corruptos, en definitiva. ¿Es así como se esperan tiempos mejores? ¿Y dónde, profesor, no se reproduce este lamentable panorama?
Sancho, ¡Alguna vez el hombre dejará de ser un junta de muertes y vacíos para adquirir la condición de agente y constructor de porvenires!