Aun cuando la política impone siempre hacer frente a muchas realidades superpuestas, es necesario priorizar la tarea más importante del momento para las fuerzas democráticas venezolanas.
Hay tantas apuestas y sugerencias sobre cuál debería ser el próximo paso de las fuerzas democráticas en Venezuela, como personas hay apostando y opinando.
Hay quienes piensan que el escenario próximo es el del Referendo Revocatorio; otros, que lo que hay que hacer es esperar el 2024 y prepararse para las elecciones presidenciales, lo cual incluiría designar un candidato; otros opinan que el primer paso debería ser el de relegitimar la dirección política de la oposición, antes de emprender cualquier iniciativa. Algunos piensan que hay que apostar todas las fichas a retomar las negociaciones en México y no faltan los que siguen pensando que la única salida es que los marines suban por Trincheras o por la autopista de La Guaira a liberarnos del yugo castrista.
Como decimos arriba, se trata de apuestas. Y la política, de alguna manera, es una apuesta. No obstante, es una apuesta que, a diferencia de la de la lotería o la ruleta, no puede dejarse completamente al azar. En la política, para decidir, hay que ponderar muchas variables. La vieja jerga del marxismo del siglo antepasado postuló la fórmula de acuerdo con la cual el cambio social dependería de que se juntaran condiciones objetivas y condiciones subjetivas en un momento histórico determinado. El método no es “per se” descartable. Si limpiamos la teoría de toda la maleza determinista y economicista, puede convertirse en un instrumento útil para analizar una situación y eventualmente llegar a la conclusión de que se pueda apostar porque, efectivamente, pueda haber un cambio social.
Vamos a tratar de homologar “mutatis mutandi”, obviamente, la actual situación del país para ver si “teóricamente” podríamos apostar a que puede producirse un cambio de régimen.
Preguntémonos primero: ¿Hay condiciones objetivas? Dicho de otra manera, ¿la situación de las condiciones de vida de las grandes mayorías es llevadera? ¿Tiene el régimen la capacidad de desarrollar la economía y los mecanismos de distribución, para satisfacer esas necesidades de las familias y la sociedad en su conjunto? La respuesta pareciera evidente: hay más que condiciones “objetivas” para que se justificara la sustitución del régimen.
Veamos ahora lo de las “condiciones subjetivas” ¿Existe el convencimiento de las grandes mayorías de la necesidad de cambiar el régimen? ¿El grado de conciencia de los ciudadanos alcanza los niveles que les convenzan de la necesidad de luchar contra el establecimiento? ¿Hay una dirección política que interprete esta necesidad y que sea reconocida como tal por la mayoría del país? En este tema la respuesta no es igual a la del párrafo anterior. Es evidente que, aun cuando en Venezuela hay la conciencia evidente de que el Maduro y su régimen son los responsables de la pesadilla que vivimos, aún no se alcanza el nivel de conciencia que nos concite a la lucha por superarlo y, aún menos, existe una dirección política que concite la confianza del país para dirigir esta lucha.
Si la cosa es así, es evidente que, usando los principios básicos de la lógica formal pura y dura, esa que usa el ejemplo: “mi gato es negro y el gato de mi vecino es blanco” Podemos concluir entonces que los gatos son negros y blancos.
Con base a este principio, parecería evidente que la primera tarea de las fuerzas democráticas venezolanas es trabajar el tema de su dirección política. Efectivamente, si los silogismos no bastaran hay que recordar la “brutta figura” que hemos hecho en el último proceso electoral: Candidatos opositores compitiendo entre sí; Peleas de borrachos por botellas vacías; narcisismo de líderes incapaces de pensar en metas superiores; contendidos de campaña que no entusiasmaron a nuestros propios votantes; primacía de los intereses particulares de grupos y, al final -y luego del proceso- una ausencia absoluta de balance sincero y profundo de las responsabilidades de cada quien. Candidatos y opciones derrotados que inexplicablemente dicen que obtuvieron una victoria. Es como si no hubiéramos quebrado un plato, a pesar de que la vajilla quedó hecha añicos.
Todo eso ocultó el inmenso esfuerzo de decenas de miles de líderes y candidatos que, sin dinero y sin apoyos nacionales, salieron a organizar gente; a movilizar dirigentes y a plantar cara al ventajismo oficialista y que sin duda constituyen parte del capital semilla para las jornadas que vienen.
Es verdad que en la política las realidades se nos imponen y a veces nos alteran la agenda. Lo urgente siempre nos oculta lo importante, como dice el lugar común. Pero decidir a qué cosa hay que dar prioridad, es algo que depende de la voluntad individual de los líderes.
Desde esta ventanita de papel nos vamos a permitir plantear que es a este tema de recomponer la dirección política de las fuerzas democráticas al que hay que otorgarle la mayor importancia. Recuperar la confianza, reorganizar el liderazgo y crear las nuevas estructuras que dirijan la lucha, es, a nuestro juicio, la principal tarea.
@juliocasagar