Dos recientes acontecimientos han impactado el ámbito político y, por supuesto, sus efectos se han hecho sentir en Gobierno y oposición. Uno más visible que el otro, no por ser menos importante sino por la forma como se manejan los problemas y las crisis internas en ambos bloques políticos.
En el caso del Gobierno destaca el manejo de las elecciones para Gobernador en Barinas (21/11/2921), sus ajustados resultados entre Argenis Chávez y el opositor Freddy Superlano, más la decisión del TSJ de repetirlas el 9 de enero 2022. Hecho que se manejó a puertas cerradas, aun cuando fue calificado como “la feroz batalla política por Barinas estado natal de Chávez y bastión electoral de su familia” (BBC News Mundo, 1/12/21). En la oposición, suerte de colcha de retazos, la convivencia y la toma de decisiones no resulta fácil y, además, es imposible que no trascienda al espacio público y mediático. Actualmente se discute sobre el interinato, su desempeño, resultados y futuro interno y geopolítico. Se plantea públicamente que “Biden debe cambiar la fallida estrategia de Trump en Venezuela”, por sus efectos negativos en la crisis humanitaria, la animadversión contra EEUU y profundización de las fracturas internas en la oposición. En un contrapunteo, voceros del Gobierno juegan duro y condenan el reconocimiento de los EEUU a Guaidó, afirman que tienen que responder ante la justicia” por los fondos de Venezuela en el exterior, condicionando el diálogo al reconocimiento de los errores por parte de la oposición. Desde ese espacio ripostan que evalúan el revocatorio.
Cualquier romanticismo político en torno a la gestión y fines del Interinato “libertador” cae herido de muerte, con la información de que a su costa viven entre “1.600 y 2.000 personas, con un sueldo anual promedio de unos $100 mil dólares.” Ante tal devastadora revelación, se acelera el proceso de implosión de la poli fracturada oposición.
La oposición implosiona, se rompe hacia adentro, se fragmenta en pedazos o en facciones. Suerte de ruptura de vasos comunicantes, en conjunción con un proceso de languidecimiento de los liderazgos políticos y de pérdida de legitimidad social.
La estrategia de la oposición contra el Gobierno, se revierte en un proceso involuntario de auto extinción.