Rafael Ramírez: El espejismo y la opresión

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Los máximos voceros del gobierno, encabezados por el mismo Maduro y secundado por su vicepresidenta, han insistido como balance del año 2021, en que el país ha mostrado una “recuperación extraordinaria; que 2021 fue un año de “crecimiento y bienestar para el país”; y, que, “ahora sí” –insisten por enésima vez– la grave crisis económica y social, será resuelta, gracias a lo que ellos llaman: “la superación del rentismo petrolero,” y la consolidación de un “nuevo modelo económico”.

Para sostener esta gran mentira, afirman que el país “tuvo un crecimiento de 7,5 % del PIB”, y que se “ha superado la hiperinflación”; todo ello, apalancado con “una producción de 1 millón de barriles día de petróleo”, y unas luces de feria en el este de Caracas, prefigurando lo que el madurismo y sectores económicos del mismo, pregonan como “el milagro” y que, no es más que Un Espejismo.

Pero la realidad, para la inmensa mayoría, es radicalmente distinta al mundo del madurismo. Para el venezolano, el día a día, es de limitaciones, de una batalla permanente para comer, vestirse, transportarse, comunicarse, adquirir medicamentos, recibir atención médica, es lo que se llama comúnmente “una paridera”. Una realidad, donde ya se ha hecho cotidiana la escasez de combustible, de gasolina y de gas, de electricidad y agua; donde, el “por lo menos”, es la mejor expresión de la resignación a vivir en una situación de caos. “Por lo menos, la luz solo se va dos veces al día”; “por lo menos, el agua la ponen una vez a la semana”; “por lo menos, se puede conseguir gasolina a precio internacional”; “por lo menos, hoy llegó el internet”; “por lo menos, no me quitaron todo en la alcabala”; “por lo menos, no estoy preso”; y así, un largo, etcétera.

La población ha modificado sus hábitos, cambiado su estilo de vida, su espiritualidad, para adecuarse al caos y las restricciones impuestas por la realidad y los efectos del “paquetazo económico”, que el gobierno adelanta abiertamente en el país, desde agosto de 2018.

La destrucción de PDVSA y la industria petrolera, es una realidad que se percibe en todo el país, desde la escasez crónica de combustible, hasta la falta de los ingresos petroleros, producto de la “razzia” contra la empresa y sus trabajadores, que ha provocado el colapso de sus capacidades productivas. El último reporte de la OPEP, refleja que la producción de petróleo en Venezuela al mes de noviembre 2021, se ubicó en 625 mil barriles día, muy por debajo de la promesa de Maduro de cerrar el año con 1,5 millones de barriles día, y 2,4 millones de barriles día Por Debajo De La Producción Que Dejamos En Diciembre De 2013, De 3,015 Millones De Barriles Día De Petróleo.

Cuando el gobierno, a través del ministro Tareck El Aissami anunció “que la producción de petróleo del país, alcanzó 1 millón de barriles día”, miente descaradamente. En un país donde el Ministerio de Petróleo –hoy desmantelado por el madurismo– hace tiempo que No Mide, Ni Fiscaliza la producción petrolera en Venezuela, el gobierno reporta números sin ningún tipo de confiabilidad, sumando a los volúmenes de petróleo los volúmenes de diluentes importados desde Irán y los volúmenes de agua que se producen con el petróleo. Los mejoradores del Complejo de José, no son capaces de extraer el diluente iraní mezclado con el crudo extra-pesado de la Faja, mientras que el colapso de nuestros sistemas de tratamiento de crudo no son de extraer el agua de lo que se llama la “producción operada” (petróleo y agua) por lo que embarcan todo junto, mezclado, crudo, diluente y agua, vendiendo crudo fuera de especificación, barriles de agua, con descuentos de hasta el 40% en su precio. Pero, ni al ministro, ni al gobierno, les importa mentir: Una mentira de “patas cortas”: cuando hay o no hay producción petrolera o de combustibles en el país, la gente lo siente en la calle. Lo sintió durante el Sabotaje Petrolero, y lo siente ahora durante el gobierno de Maduro.

La destrucción del trabajo y del aparato productivo, se evidencia en todo el país. No se puede ocultar. Los organismos más calificados a nivel mundial, han determinado una caída acumulada del PIB del 80% en el período de Maduro (entre 2015 y 2021); mientras que el desarrollo de una política abiertamente anti-obrera e inconstitucionalmente regresiva, les ha arrebatado a los trabajadores, sus beneficios sociales y su capacidad adquisitiva, con un salario mínimo mensual de sólo 1,4 dólares: muy, pero muy por debajo, del nivel de pobreza establecido por la ONU de 1,25 dólares al día, es decir, 38 dólares al mes.

Esto coloca a más del 90% de los venezolanos En El Rango De Pobres, y de ellos, al 70% en el de la Pobreza Crítica. Los venezolanos, sean profesionales, ingenieros, servidores públicos, profesores titulares; e, incluso, oficiales, todos, se han empobrecido de manera dramática durante el gobierno de Maduro. Los pobres, han vuelto a sus “guetos” de miseria, a los barrios y campos abandonados, donde existe un férreo control social impuesto por el gobierno, bien sea, traficando con el hambre y las necesidades; o, a través de la violencia directa ejercida por sus cuerpos policiales y grupos de exterminio, como el FAES.

El madurismo Pulverizó el “Vivir Bien” de Chávez, que era el “Vivir Bien” para todos.

Ante esta situación real y concreta, un segmento muy importante de nuestra población, compuesto mayoritariamente por jóvenes, estudiantes y profesionales, han optado por abandonar el país; han salido como pueden, los más pobres, cruzan los Páramos a pie o naufragan en el Caribe; pero cada uno de ellos, sin importar su condición social, ni su postura política, han dejado todo: familia, viviendas, afectos, una vida entera, en búsqueda de un futuro, cualquiera que sea, para empezar desde cero, a construir una posibilidad de seguir adelante, para sí y los suyos, sobre todo, para sus niños, y poder ayudar a los padres y los viejos que quedaron atrás. Ésto ha sido una desgracia que el gobierno trata de minimizar; y, peor aún, de banalizar. Pero, insisto, el éxodo de 6 millones de venezolanos en un lapso de 5 años, es una tragedia humana, un desgarramiento para los venezolanos, que tendrá consecuencias difíciles de revertir para nuestra sociedad.

Maduro pregona “el fin del rentismo petrolero”, para justificar o minimizar la destrucción de PDVSA y la industria petrolera, cuando, en realidad, lo que hicieron fue “matar la gallina de los huevos de oro: PDVSA”; y, han privado al país, y al pueblo venezolano, de la renta petrolera, producto de la explotación y venta de un recurso natural estratégico para la economía mundial y única herramienta con la que contamos, para desarrollar nuestra economía nacional. Ningún país petrolero –lo que nos hace petroleros, son nuestras inmensas reservas de petróleo– renuncia a disponer de este recurso, en beneficio de su pueblo. Nadie comete la estupidez de negarse el desarrollo de las reservas de petróleo más grandes del planeta, de liquidar una industria centenaria, acabar con PDVSA, una empresa con 231,1 mil millones de dólares de activos y que hasta 2013, era catalogada como la quinta empresa petrolera a nivel mundial: es un daño inconmensurable al país, porque nos priva de un poderoso instrumento del ejercicio de nuestra Soberanía.

Detrás del propósito declarado por el gobierno de acabar con la “PDVSA Roja Rojita”, la “PDVSA del pueblo”, se encuentran los intereses de los grupos económicos, corruptos y criminales, que han sostenido e impulsan el gobierno de Maduro. Álex Saab, es sólo uno de los “empresarios”, “agentes” o parte de la “burguesía revolucionaria”, que se han repartido PDVSA y el resto de las empresas del Estado al amparo de los decretos de Maduro, sentencias de su TSJ y leyes entreguistas aprobadas por su extinta Asamblea Nacional Constituyente, creada justamente, para derogar el Régimen Legal Petrolero, como ha sucedido con la Inconstitucional Ley Antibloqueo.

Cuando Chávez proponía superar el modelo rentista petrolero, no se refería a ceder el petróleo, ni a acabar con PDVSA, hacía alusión a la necesidad de superar el capitalismo dependiente y periférico del imperialismo que impusieron las transnacionales petroleras en el país durante la dictadura de Juan Vicente Gómez. Es decir, superar un modelo minero extractivo, cuyo único propósito, era el de sostener el desarrollo de la economía norteamericana proveyendo abundante petróleo barato.

El “modelo económico” que desarrolla Maduro, es una regresión al de Gómez, es un modelo capitalista-dependiente, que acentúa el carácter minero extractivo, ahora, no sólo, del petróleo, sino también, de los minerales: del oro, de los diamantes, del coltán, del uranio. El modelo de Maduro, tiene como eje fundamental ceder la Soberanía económica y diluir la fuerza del Estado, entregando al país, sus empresas y sus recursos naturales a las transnacionales, a su nueva “burguesía revolucionaria” y a las élites económicas tradicionales. Maduro, cediendo el control de los recursos y la economía nacional, a los operadores privados, está comprando su permanencia en el poder, lo cual pasa por establecer un nuevo pacto de gobernabilidad, dejando muy atrás los avances políticos, económicos y sociales de la Revolución Bolivariana. Sin embargo, Maduro, ni siquiera es capaz de “cuajar” este pacto, porque tiene, como un factor determinante de su conducta política su prontuario criminal y profundamente corrupto.

Por ello, el madurismo hará lo que sea para mantenerse en el poder, no solo utilizando la violencia y sembrando el miedo, lo que se conocía como “la PAX” que el Imperio Romano imponía a los pueblos que conquistaba, sino que, está repartiendo el país, a “diestra y siniestra”, entregándolo todo, para comprar empresarios, políticos, intelectuales y cualquiera que le de “algo de legitimidad”. El madurismo, insiste y profundiza, todos los mecanismos de control social: la censura, el fraccionamiento del país, la desigualdad, el fortalecimiento de grupos o castas, el miedo y la propaganda, como elementos fundamentales para lograr el objetivo de la Resignación de todos. Que los venezolanos claudiquen y acepten “convivir” (como dijo un connotado “guarimbero”), con la Opresión del madurismo.

Lo sucedido con las pasadas elecciones regionales, donde el gobierno hizo todo lo que le dio la gana para manipular los resultados, es un ejemplo de ello. El caso de Barinas, se convierte en emblemático, por la vergüenza que significa para nuestro país, lo que allá ha sucedido. El gobierno no solamente desconoció los resultados y repitió las elecciones, sino que, inhabilitó a cualquier candidato, e impuso a un oportunista, Arreaza, que es la mejor expresión de cómo el madurismo “se chulea” la imagen y el nombre del Presidente Chávez, mientras, el candidato arremetió, sin ningún tipo de escrúpulo, en contra de los gobernadores chavistas que hubo en el estado –por cierto, hermanos del presidente Chávez– adjudicándole a la gestión de ellos, las consecuencias el impacto del pésimo gobierno de Nicolás Maduro.

El madurismo ha instalado El Fascismo Como Conducta, la sociedad está asfixiada por el control, por la presencia avasalladora del gobierno, el miedo y la vigilancia, la acción arbitraria y tenebrosa de los cuerpos de seguridad, la complicidad del ministerio público y el poder judicial, el crimen y la impunidad en contra de la disidencia política, la violacion de los DDHH. como política de Estado, la perpetración de Crímenes de Lesa Humanidad, la indolencia de todo el estamento político ante el sufrimiento y los problemas del pueblo, la prepotencia de diputados, gobernantes y ministros, y la incitación al odio y la intolerancia a través de sus medios de comunicación y redes sociales, no tienen nada que envidiar a cualquier régimen fascista del pasado que han impuesto las clases dominantes que asaltan al poder.

Pero, a falta de un logro que mostrar, de algo que exhibir, Maduro recurre entonces a la ilusión, al falso positivo, del espejismo de la supuesta prosperidad, así sea, para la nueva pequeña élite de empresarios, políticos, militares, y familiares, que se han enriquecido con base en el saqueo del país y del Estado.

Tal como sucede en los países de una fuerte presencia del narcotráfico, los beneficiarios del “modelo económico” de Maduro, es decir, del saqueo del Arco minero, del petróleo, de PDVSA, de las empresas estadales, y hasta de la chatarra en la que han convertido al país, no les resulta fácil sacar sus capitales de Venezuela. Los más conectados al gobierno, logran hacerlo a través de Turquía y otros países “aliados” del madurismo; mientras que, el resto, los convierten en “inversiones” para su mundo de fantasías en Las Mercedes u otros “emprendimientos”, como eufemísticamente se les llama ahora.

Este espejismo: los restaurantes, carros de lujo, hoteles, edificios iluminados, bodegones, que encandilan sobre todo a la clase media, ahora convertida en “maquiladora” a distancia, trabajadores a destajo a bajo costo, para poder tener acceso a algunos dólares, es tan efímero y tan falso como el “Starbuck” del escándalo. Este espejismo es solo para una minoría, y refleja la chocante desigualdad que el madurismo ha impuesto en el país, donde circundando estas burbujas de “la prosperidad” madurista, se encuentran a los niños buscando comida, se encuentra la pobreza, y un poco más allá, un pueblo desamparado, sin conducción política, y muchas veces resignado al “por lo menos”.

El año 2022 apenas comienza, será un año de lucha, debemos dejar atrás las pequeñeces, el cálculo político y los prejuicios, para lograr articular al movimiento popular, Bolivariano y patriota, rescatar el ejercicio de la política y ser capaces de construir un Frente Para Detener El Avance Del Fascismo desde el gobierno. Estamos impulsando el Referéndum Revocatorio como una propuesta concreta, real, una vía constitucional que permita restablecer la soberanía popular, salir de Maduro y abrir la puertas a la posibilidad de volver a La Constitución, al ejercicio pleno de nuestras libertades políticas para luchar por el Plan de La Patria y volver al camino de Chávez.

 

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