La política parecía asomarse tímidamente cuando una irrupción de acontecimientos parece haberle tirado la puerta en las narices.
Los dimes y diretes, los recules y las enmiendas, las ratificaciones y las exasperaciones, están a la vista de todos.
Lo que parece olvidado son los requerimientos del país, uno confundido que el poco tiempo que dedica al destino colectivo -robado a la atención de sus necesidades básicas- es para mostrar escepticismo y desolación.
Hay intereses superiores. Nadie se puede justificar, por ejemplo, en prevalecer una línea de acción alegándola para preservar los activos del país en el exterior, con todos los calificativos del caso a los oponentes, cuando lo que se requiere es un acuerdo para su uso en la atención de las necesidades básicas.
Lo que interesa es el uso de esos recursos de manera protegida, evitando las uñas depredadoras, para lo cual hay métodos y procedimientos que han sido señalados, con control estricto y supervisión que impidan desvíos y rapiñas. Eso es lo que espera el país de gente que sepa mirar hacia arriba, de políticos que se coloquen en los valores superiores.
Por el contrario nos estamos inundando de amenazas, de anuncios represivos, de esfuerzos de congelamiento de lo que está, de ratificación de un estatus viciado, del mantenimiento de líneas que no encuentran sustento ni en la realidad del país ni en la necesidad de retorno de la política. Ambas partes están entrampadas y con ellas un país doliente.
No se puede andar poniendo razonamientos de rocas para negarse al diálogo, cuando es el diálogo el lugar donde se pueden quitar las rocas. Tenemos la lógica al revés. Esa exigencia de condiciones previas, endurecidas a diario, reniega de la realidad. Si los requerimientos de cada parte son tan encontrados es obvio que se requieren concesiones, no la enumeración alterada y reiterada de su tamaño, sino la pausa creativa del diálogo.
Hay que volver a abrir la puerta a la política. De lo contrario el 2022 será infecundo y pernicioso. Para los ciudadanos comunes, no para ellos. “La gente construye la casa para vivir en ella y la gente funda la ciudad para salir de la casa y encontrarse con otros que también han salido de la suya”, dejó dicho José Ortega y Gasset.
@tlopezmelendez