No por sensatez, sino por motivos políticoeconómicos, el régimen venezolano, a través del BCV mantiene, edulcoradamente, un tipo de cambio sobrevaluado de corto plazo, pues la sobrevaluacón permite una “mejoría” ficticia de la situación de la población (clase trabajadora) al incrementarse, artificialmente, los ingresos de los trabajadores en divisa, tal es el casi que nos ocupa, hoy por hoy, en nuestro país, donde la danza de USD es ostensible en las colas para el pago de bebidas y alimentos en los expendios, tales como panaderías, abastos, supermercados y farmacias, gracias a la dolarización informal (de facto), que dificulta la gestión de políticas económicas, porque ranto los agregados monetarios como el tipo de cambio se tornan, aún, más inestables y alteran, significativamente, los mecanismos de trasmisión de dichas políticas.
Momento tiesgoso para nuestro signo monetario, porque es un estado que lo expone a una megadevaluación, tal y como podríamos atisbar desde ya, porque el crecimiento es bastante lento y el poder adquisitivo merma a diario; sobre todo, una vez culminados Los días navideños.
Mediante la importación de alimentos para las bolsas CLAP, el estado maneja una política de defensa de promoción hacia la industria agroalimentaria foránea (agricultura de muelles), lo que se traduce en que la producción nacional se haga más costosa que importar, constituyéndose en una política rentista, justificable, quizá, si nuestra renta petrolera estuviese al óptimo.
Una cierta tenencia a la baja que ahora nos ofrece tanto el dólar paralelo, como el del BCV, es por la cantidad de USD desembolsados, ya más de unos 60 millones en poco menos de un par de meses, de nuestras reservas, nos está haciendo proclives a una megadevaluación.