Fernando Mires: Notas sobre una guerra que podría suceder

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El conflicto NATO- Rusia con relación a Ucrania pone al mundo al borde de una guerra de dimensiones mundiales, anuncian los periódicos. La verdad, tratándose de Putin, nadie puede saber nada con antelación. Lo único claro es que Putin, antes de emprender sus acciones, no las anuncia con redobles de tambor. Simplemente procede. ¿Qué es lo que hace pensar entonces a los medios de comunicación de que estamos al borde de una escalada militar? No tanto las declaraciones de los altos personeros envueltos en el conflicto, sino una situación objetiva. La mayoría piensa que Putin ha encontrado su momento para invadir progresivamente a Ucrania.

Hay razones que llevan a pensar en que el jerarca ruso está a punto de realizar su húmedo sueño ucraniano. Una de ellas es que parece estar seguro de que Europa se mantendrá ruidosamente al margen del conflicto. Ruidosamente quiere decir, habrá muchas declaraciones pero poco o nada de acción.

Europa, digamos la UE, es una institución inútil cuando se trata de actuar con rapidez. Además no tiene, no es un misterio, una política unánime frente a Moscú. A ello agregamos que por efecto de la pandemia y sus secuelas sobre las economías nacionales, lo menos que interesa a Europa en estos momentos es embarcarse en conflictos militares, menos con una potencia vecina como la Rusia de Putin. Si Europa actúa en el conflicto ucraniano lo hará a muy bajo nivel y solo por intermediación de la NATO. Y la NATO solo actuará en representación de los EE UU.

Al fin y a al cabo, dirán muchos europeos ¿no ha pertenecido siempre Ucrania a Rusia cuando Rusia ha sido imperial? Ucrania, en efecto, es una inmensa nación ligada cultural, histórica y hasta idiomáticamente a Rusia. ¿No es hasta Navalny un ferviente defensor de una unidad rusa que incluye a Ucrania? ¿Por qué vamos a matarnos por una nación no involucrada en la esencia de lo que ha sido Europa? En cierto modo, ese era también el pensamiento del presidente Trump.

A cada nación lo suyo, era el lema trumpista (versión posmoderna de la teoría hitleriana del “espacio vital”) Algo así como que si Rusia se apodera de lo que quiera, es lo que menos importa, mientras no interfiera el curso de nuestro crecimiento económico como lo hace China. El problema, y eso fue lo que no advirtió Trump y sí Biden, es que si Rusia convierte a Ucrania en un condominio al estilo Bielorrusia, no se contentará solo con eso.

En la mira de Putin están los países bálticos, después vendrá Polonia, después una federación geopolítica y religiosa con todos los países eslavos para culminar con la fundación de Eurasia, equivalente a la Germania que soñaba Hitler. Si hay que frenar a la Rusia de Putin, hay que hacerlo ahora, podría ser el lema norteamericano. Como todas las grandes guerras, la que parece estar cercana, sería preventiva. Son las peores.

Biden, hay que decirlo, no tiene muchas cartas para disuadir a Putin. La más directa es la de incorporar a troche y moche a Ucrania en la NATO usando a los países europeos como simples bases militares (así se explica la ridícula amenaza del canciller Sergei Ryabkov relativa a utilizar a Venezuela y a Cuba como bases de operaciones contra EE UU) La segunda es más bien una carta a ser jugada a mediano plazo, y esta no sería otra que intentar recomponer sus alianzas con China cuyo gobierno no está seguramene entusiasmado con el proyecto euroasiático de Putin y así formar un bloque informal parecido al que formó Kissinger con China en contra de la URSS, después de la retirada de los EE UU de Vietnam. Esa era al menos una idea tácita de Merkel que nadie sabe si será entendida por el nuevo gobierno, el de Olaf Scholz.

Cierto, son solo especulaciones. La situación por el momento no da para más. Nadie sabe lo que pasa por la cabeza de Putin. Lo que sí sabemos es que estamos regresando al mundo de Orwell, pero esta vez en versión digital. Mala suerte, no tenemos otro.

En fin, seguiremos escribiendo estas notas rápidas en la medida en que los acontecimientos se vayan desarrollando.

 

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