Últimamente, el aniversario del nacimiento de José Martí ha estado precedido por momentos trágicos. La muerte de tres niñas por un derrumbe el 27 de enero de 2020 ocurrió justo doce meses después de que un tornado atravesara La Habana. Este año, en la jornada en que se cumplen 169 años de aquella efeméride, concluye una semana de juicios contra los manifestantes del 11 de julio.
Las vistas en las que se juzga a quienes protestaron aquella jornada han estado caracterizadas por la injusticia y el intento del régimen de transmitir un mensaje ejemplarizante. Las elevadas penas de prisión que pide la fiscalía a muchos de los procesados, junto a las sentencias que ya se han anunciado, arrojan un panorama sombrío. Cumplir ese tiempo tras las rejas significa, en numerosos casos, pasar más años en la prisión que los que ya han vivido los acusados.
Tanta desmesura en penalizar el acto ciudadano de la protesta está dejando un triste saldo. Además de las familias destruidas por tener un hijo o una hija en la cárcel, el temor a caer en una situación similar espolea a miles de cubanos a salir cuanto antes del país. Entre los que se van no están solo los que participaron en esa jornada de manifestación popular y temen también ser enjuiciados, sino, sobre todo, los que potencialmente pudieran engrosar el próximo estallido social.
Ese efecto disuasorio va unido a las presiones contra los parientes que denuncian las irregularidades de los juicios, las amenazas a quienes comparten en sus redes sociales el desenfreno de fiscales o jueces y una intensa campaña de satanización social contra los arrestados del 11J. Incapaz de haber podido prever que aquel domingo las calles se iban a llenar con gritos de “libertad”, el oficialismo cubano quiere ahora revertir esas impresionantes imágenes a golpe de calabozo y miedo.
El mismo 28 de enero, en que José Martí lloró por primera vez, habrán concluido casi 40 juicios contra decenas de cubanos que, al igual que él, creyeron que se podía lograr un país más libre y “para el bien de todos”. A los 16 años, aquella actitud le costó al adolescente habanero un grillete en el tobillo y más tarde el destierro. Un inquietante paralelismo con lo que está sucediendo esta semana en Cuba.
El calendario nos ha vuelto a poner frente al espejo de la historia. Los jóvenes siguen condenados y empujados al exilio en esta Isla.