Rafael Fauquié: Precocidad

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Es muy frecuente, en nuestros días, cierta excesiva valoración de la precocidad. Sin embargo, ella frecuentemente paga el precio de mucha insuficiencia impregnada de autosuficiencia. Desconoce la importancia de haber vivido y haber aprendido a escoger y a valorar. Parte esencial del conocimiento que vamos adquiriendo a lo largo de la vida es la convicción de perspectivas capaces de afianzarnos dentro de una cierta delimitación. De la creencia en la amplitud de opciones que aguardan por nosotros y, a la vez, en la necesaria limitación de esas elecciones. Crecer, avanzar, madurar significa aprender que nuestras perspectivas se van reduciendo; que nuestras metas nos limitan al interior de ciertas elecciones. Elegir es construirnos y, a la vez, es limitarnos. Elegir algo significa renunciar a algo. Nos limitamos al elegir; pero esa limitación es, también, nuestra fuerza. Vamos fortaleciéndonos dentro de esos linderos trazados por nuestras decisiones. Lo normal es que la vida nos muestre poco a poco caminos necesarios, descubrir lentamente el significado de ciertas cosas. Es muy frecuente escuchar, a quienes acompañados por su memoria miran hacia atrás, concluir: “Si volviera a vivir…”, y concluir la frase de una muy predecible manera: “haría muchísimas menos tonterías”. Algo que podría traducirse como: “si volviese a vivir trataría de no apartarme de lo esencial; de organizarme alrededor de significados verdaderos, de valorar lo que era digno de ser valorado”. La respuesta de la madurez a tantas tonterías cometidas en el camino es el rechazo a la inexperiencia, el arrepentimiento ante errores que no repetiríamos. Sin embargo, en ciertos casos la precocidad puede significar temprana sabiduría nacida en medio de la inexperiencia, el temprano reconocimiento de lo realmente importante, el descubrimiento de lo esencial.

Digo esto y no puedo dejar de evocar el que acaso sea el más conocido ejemplos del tema de la sabiduría infantil: El principito de Antoine de Saint-Exupéry, ese libro donde generaciones de seres humanos han descubierto preguntas y respuestas relacionadas con la principal convicción del libro: “lo esencial es invisible para los ojos”.

¿Qué es, exactamente, lo esencial? Por sobre cualquier otra cosa, esenciales son el autoconocimiento, la autenticidad, la búsqueda y el reconocimiento de la impostergable felicidad. Es esencial la libertad individual como única manera de existir. Es esencial el respeto a la humanidad de cada individuo por sobre cualquier contingencia ideológica. Es esencial la libertad de todos garantizada en la igualdad de derechos y en una justicia aplicable a todos por igual. Es esencial la necesaria relación entre el bien propio de cada quien y el bien común. Es esencial el aprendizaje y el cumplimiento de nuestra responsabilidad social. Es esencial la convivencia fundamentada en la solidaridad. Es esencial la apuesta por lo justo y el apoyo de la ilusión. Es esencial nuestra voluntad por construirnos un destino junto a quienes cercanamente nos rodean. Y, por supuesto, serán siempre esenciales todas las versiones de la esperanza.

 

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