Qué difícil resulta, tratar de manejar las distintas emociones negativas, que ocasionan las dificultades y las frustraciones, al momento de afrontar los inconvenientes rutinarios en el día a día, así como, los sentimientos que experimentamos en referencia a los asuntos más trascendentales, como hacer realidad nuestras metas y propósitos.
Es muy frecuente vivir con sensaciones adversas que nos acompañan, nos afectan y desequilibran haciéndonos sentir poco capaces, disminuyendo nuestro amor propio y la motivación en nosotros, evitando que podamos creer nuevamente que si es posible lograr lo que deseamos. Por eso, es necesario combatir ese sentimiento de fracaso y los complejos que nos ocasionan las frustraciones.
Las personas, nos podemos sentir frustradas, pero eso no quiere decir que debemos dejar de persistir. Así mismo, se hace oportuno tratar de aprovechar favorablemente esas percepciones, aprendiendo a gestionarlas para poder avanzar. A pesar que, nos indiquen lo contrario, no debemos abandonar.
En primer lugar, es propicio aprender a ser más tolerantes ante las frustraciones, intentando así, disminuir la presión que nos generan esos momentos en los cuales, las cosas no se dan tal como lo hemos esperado. Por esta razón, nos debemos permitir un momento para detenernos a analizar las circunstancias, tratando de obtener una respuesta creativa o algún desenlace favorable.
De esta manera, nos hacemos más fuertes y resistentes fortaleciendo en nosotros la competitividad y el espíritu necesario, para no buscar el camino fácil. En este punto, resulta oportuno preguntarnos cuál fue la razón por la cual no lo logramos, con el fin de hacerlo de una manera distinta o tomar un camino alterno.
Si el motivo, fue causado por falta de tiempo o de preparación, entonces, debemos demostrar un mayor esfuerzo y prepararnos para las exigencias en cuanto a las dificultades presentadas. En base a esto, ya tendremos un nivel de conciencia para volvernos a enfrentar a esa situación, con más entusiasmo y sólo nuestra constancia indicará, si de verdad deseamos lograr esa meta.
Cuando, entendemos cómo manejar las frustraciones para que no nos hagan sentir mal, propiciamos que nuestro yo interior, se vea forzado a aprender, a pensar de manera distinta, así como, a seguir esforzándonos hasta conseguir, una solución, una nueva idea o propuesta. Esto, de alguna forma, funciona como un motor pues nos obliga a persistir, lo cual, nos lleva a ser capaces de gestionar nuestros propósitos.
En suma, no podemos dejar de establecer preventivamente formas de afrontar las adversidades que se pueden presentar, otras rutas para adelantarse y acercarse al éxito. Del mismo modo, es importante nutrir nuestra autoestima reconociendo y valorando cada logro, pues, la suma de todos los pasos que avancemos, darán como resultado la meta final que nos hemos fijado.