Janosch Delcker: El anonimato en internet es importante

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No, Facebook no debe poder decidir si la gente publica con su nombre real. Ese fue el mensaje central que enviaron los jueces del Tribunal Federal alemán al gigante de las redes sociales. El jueves (28.01.2022), esa corte dictaminó que Facebook no tenía derecho a bloquear la cuenta de dos usuarios residentes en Alemania en 2018 porque no utilizaban sus nombres reales.

Fue una decisión sabia y envía una señal potente: el problema de los mensajes de odio que circulan por internet es real, pero forzar a los usuarios a usar sus nombres completos no lo resolverá. Peor aún: tales obligaciones pueden terminar perjudicando a los miembros más vulnerables de la sociedad.

Daños colaterales

El debate en torno a si los usuarios deben dar a conocer sus nombres reales en la red es tan viejo como internet. Quienes así lo piden, argumentan que eso induce a la gente a hacerse más responsable de lo que dice. Pero si eso es verdad o no, sigue siendo materia de discusión.

Y aún cuando semejante política de obligar a usar nombres reales disuadiera a algunos usuarios de publicar contenidos de odio e ilegales, el daño sería mayor que el beneficio.

En regímenes autoritarios, investigadores, activistas y escritores con frecuencia utilizan seudónimos para proteger su trabajo, su propia integridad o a sus familias.

E incluso en democracias estables, como la de Alemania, la gente encuentra refugio en el anonimato de internet, ya sea que se trate de víctimas de abuso que buscan ayuda, personas que sufren una adicción e intentan encontrar apoyo o adolescentes queer que quieren contactarse con personas afines.

Forzar a la gente a revelar sus nombres reales les haría imposible esas actividades en las redes sociales.

Lo que realmente se necesita

Para dejarlo claro: durante demasiado tiempo, los responsables políticos y los guardianes de la ley han hecho demasiado poco para combatir el odio en internet. Y eso tiene que cambiar. Pero es un error creer que el anonimato es la causa del problema.

Por esa razón, para ser efectivos, los esfuerzos para acabar con los mensajes de odio deben realizarse en otro terreno. La gente tiene que entender que todo lo que diga en la red puede tener las mismas consecuencias que en el mundo analógico.

Las fuerzas de seguridad deben monitorear mejor las plataformas en línea. Y no solo a los gigantes de las redes sociales como Facebook, sino también a plataformas más pequeñas, como Telegram.

Tal como los automóviles policiales patrullan las calles, se requiere que policías calificados patrullen grupos relevantes en internet. El anuncio hecho esta semana por la Policía alemana de que un equipo especial investigará contenidos ilegales en Telegram parece ser un paso en la dirección correcta.

Las autoridades deben asegurarse de que esos contenidos ilegales e incendiarios sean investigados y llevados ante la Justicia. Esa es la manera de resguardar el imperio de la ley en internet, no forzar a la gente a revelar su identidad.

Los jueces alemanes parecen haberlo comprendido. Hay que reconocer que el impacto legal de su dictamen es limitado. Solo se aplica a casos previos a 2018, cuando la nueva normativa europea de protección de datos entró en vigor. Pero la señal emitida es clara: el anonimato en internet es importante.

 

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