Uno de los aspectos del liderazgo político consiste en enfrentar a tu propio bando con las preguntas incómodas. Esto es lo que la OTAN tiene que hacer con Alemania. No hay ninguna posibilidad de que la organización logre frenar las ambiciones territoriales de Putin si no resuelve primero el tema alemán. Estas son las tres preguntas que creo que tiene que plantearle:
En caso de que Rusia viole las fronteras de Ucrania, ¿aceptaría parar el Nord Stream 2, incluso si Rusia limita inicialmente su invasión a una parte pequeña del país?
Si Rusia invade un país de la OTAN, ¿votarían a favor de activar la cláusula de asistencia mutua establecida en el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte?
¿Reciben el SPD y los Estados federados gobernados por el SPD dinero ruso?
Es importante que estas preguntas se hagan públicamente. De lo contrario, Alemania seguirá jugando al despiste con sus socios, como ya hizo con el Nord Stream 2. Angela Merkel aseguró a Joe Biden que el gasoducto se interrumpiría en el momento en que Rusia utilizara la energía como un arma estratégica. Es lo que Putin hizo ya el otoño pasado, cuando redujo el flujo de gas. Sin embargo, Merkel y Olaf Scholz ni se plantearon aplicar sanciones contra el conducto porque el compromiso era una mentira desde el principio. Incluso si Alemania aceptara discutir qué pasaría con el Nord Stream 2 en el caso de que Rusia invadiera Ucrania, apuesto a que incumpliría su palabra si la invasión tuviera lugar realmente. Alemania no va a sacrificar su seguridad energética por el bien del Donbás. Los alemanes son especialistas en cambiar las reglas del juego.
Lo que no se aprecia del todo en otros lugres es hasta qué punto Alemania se ha convertido en una aliada de Rusia. No se trata solo de Gerhard Schröder, aunque su influencia en el SPD sigue siendo muy fuerte. Hay un número importante de alemanes que se sienten cultural y políticamente más cerca de Rusia. Puede que no estén de acuerdo con Putin, pero el líder ruso es una clase de demonio conocido para ellos, mientras que al alemán medio le cuesta encontrar el sentido de dirigentes estadounidenses como George W. Bush o Donald Trump.
Recordemos las palabras de Frank Walter Steinmeier, el presidente alemán que dijo que sus compatriotas no lucharían contra los rusos en ninguna circunstancia. Sin embargo, ¿dónde deja esta declaración el principio de asistencia mutua del artículo 5 del tratado de la Alianza? Por eso es tan importante mi segunda pregunta. De hecho, creo que el Parlamento federal no aprobaría el acatamiento del artículo por parte de Alemania. Dependiendo de quién estuviera en el Gobierno en ese momento, el país podría incluso vetar la decisión de aplicarlo en el Consejo del Atlántico Norte. La OTAN tiene que resolver esto antes.
Cuando hablo de enfrentar, no quiero decir hacerlo de una manera airada o agresiva. El juego de la culpa no ayudará a nadie. A lo que me refiero es a buscar claridad en las posiciones. En Alemania apenas se debaten las repercusiones externas de su política. Una de las repercusiones de las que nunca se habla es de la relación directa entre el modelo económico alemán y la ambivalencia de la política exterior germana. Si tu modelo económico consiste en tener grandes y duraderos superávits por cuenta corriente, estás cultivando tu vulnerabilidad a las sanciones. Así es como los sucesivos líderes alemanes acaban consintiendo a los dictadores.
Muchos países de la Unión Europea más pequeños siguen la misma lógica. Por eso la UE nunca hace preguntas incómodas a Alemania sobre nada. La Unión está llena de Alemanias en miniatura. La crisis de la deuda soberana de la zona euro tuvo que ver tanto con los superávits alemanes como con los déficits griegos. Alemania intentó con éxito plantear el debate en términos de rectitud fiscal, y la Unión Europea le permitió salirse con la suya.
Ya he tirado la toalla con la Unión Europea, pero ¿por qué permite la OTAN que Alemania juegue el mismo juego tramposo? Una de las razones es que la diplomacia alemana es mejor de lo que dice su reputación. Está jugando al despiste con habilidad. Pero yo creo que el factor más importante son las ideas preconcebidas cuyo origen se remonta a muy atrás. Las élites de Estados Unidos tienen un gran apego sentimental a Alemania. Los mandos militares estadounidenses recuerdan el coraje de Helmut Kohl cuando instaló misiles de alcance medio en suelo alemán a pesar de las durísimas protestas de su propio partido. Recuerdan también el papel desempeñado por Kohl tras el hundimiento del comunismo en Europa. Y, por supuesto, les encantan sus BMW y sus Mercedes. Las élites francesas, y los presidentes de Francia en particular, se definen a sí mismos en función de su relación bilateral con Alemania, que Francia siempre ha puesto por delante de la Unión Europea.
Esta posición no es sostenible, ni para la Unión Europea, ni para la OTAN. El punto más vulnerable de Occidente es Alemania. La OTAN tiene que elegir entre enfrentarse a ella o permitir que Putin gane con la ayuda oculta de su aliado más leal. (El País)