Julio Borges: Maduro, el Caballo de Troya de los rusos

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Si hace varios años se hubiera dicho que Venezuela se iba a convertir en parte de Colombia, todo el mundo hubiera dicho que eso era una entelequia. Hoy lamentablemente es una verdad. Si hace varios años se hubiera dicho que Venezuela sería una colonia de Cuba, todo el mundo hubiera saltado a decir, “eso jamás sucederá”. Hoy prácticamente nadie lo duda. Si hace varios años se hubiera dicho que a Venezuela iban a entrar a campo abierto los iraníes, todos hubiéramos dicho “eso es imposible y nunca va a pasar…”. Bueno, hoy esto es una realidad palpable, que en el caso de los rusos es mucho peor.

La declaración emitida por el vicecanciller de Rusia sobre la intención de instalar bases militares de ese país en Cuba y Venezuela le ha dado la vuelta al mundo. No solo porque el diplomático ruso precisó que el objetivo de dicha acción era disuadir la injerencia de Estados Unidos en el conflicto que hoy persiste en Europa del Este, sino porque desnudó el grado de influencia que Rusia ejerce sobre los regímenes antidemocráticos que gobiernan Cuba, Venezuela y Nicaragua (este último junto a Venezuela el país con mayor presencia militar rusa), así como las vastas implicaciones que esto tiene para la seguridad regional.

Si bien es cierto que la relación entre Rusia y Venezuela es de larga data y se remonta al siglo XVIII, es desde el año 2000 que este vínculo ha tomado otra dimensión, convirtiéndose en más que una relación, en una alianza política, económica y especialmente militar, tanto que no es exagerado señalar que la sobrevivencia de Maduro en el poder se debe en gran medida al apoyo que Putin le ofrece. Ahora bien, la pregunta que inmediatamente los estudiosos del tema se hacen es: ¿Por qué Rusia se empeña en sostener a un dictador sin futuro como Maduro? ¿Qué valor representa Venezuela en el tablero de ajedrez de la geopolítica mundial?

Son muchos los avezados analistas que vaticinan que el verdadero interés de Rusia en la región es debilitar y contrarrestar la influencia de los Estados Unidos. Una interpretación que sin duda compartimos, pero que hoy nos permitimos profundizar a la luz de un conjunto de acontecimientos que creemos que configuran un panorama nítido sobre esta materia. Un escenario donde Venezuela aparece como el Caballo de Troya ruso en América Latina.

Hace días el presidente de Argentina, Alberto Fernández, en un encuentro con el presidente Putin esbozó una frase bastante controversial, la cual sostenía lo siguiente: “Tenemos que ver la manera de que Argentina se convierta en una puerta de entrada de Rusia en América Latina, para que Rusia ingrese de una manera más decidida”. Quizás el presidente Fernández desconozca que desde hace tiempo Venezuela es la puerta de entrada de Rusia a la región, y ya no solo la puerta de entrada, sino el centro de operaciones mediante el cual Rusia despliega una agresiva política de penetración e infiltración hacia América Latina, con el propósito final de promover los intereses del Kremlin. En otras palabras, Rusia ha utilizado su alianza con Maduro para expandir su influencia, quizás a un nivel superior al que tuvo la extinta Unión Soviética.

Uno de los países de la región que sufre directamente las operaciones rusas desde Venezuela es Colombia. A pocos días de un proceso electoral y siendo éste un país aliado de Estados Unidos, Rusia, a través de Maduro, no cesa en sus esfuerzos de penetrar los estamentos de la sociedad colombiana. Son al menos 4 incidentes que dan fe de estas maniobras en suelo colombiano: hemos visto que han sido capturados agentes diplomáticos en actividades de espionaje, se han movilizado drones espías de Rusia a la frontera, así como armamento ruso por orden de Maduro; y por si ello no fuera suficiente, se han detectado aviones de Moscú sobrevolando el espacio aéreo colombiano sin autorización.

Pero eso es lo que está a simple vista o lo que sabemos por información de la prensa, pero hay eventos que, aunque pasen desapercibidos, constituyen el verdadero riesgo. Por ejemplo, hace meses el ejército colombiano encontró armamento ruso en manos de un grupo irregular que operaba en la frontera con Venezuela, una noticia que para aquel entonces no despertó la sensibilidad e importancia que requería; su sola descripción encierra una significación en términos de seguridad para el hemisferio. Ante el Estado fallido que encabeza Maduro, donde en el territorio hacen vida múltiples grupos armados y terroristas como el ELN y las disidencias de las FARC, es una realidad que las armas de la República terminen en sus manos, configurando de esa manera una amenaza inédita a la paz y estabilidad de toda la región.

La infiltración rusa dentro de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana es otro asunto que reviste importancia. Los acuerdos militares le han permitido a Moscú no solo comercializar su arsenal militar, sino exportar su doctrina, instalar bases de mantenimiento de sus equipos, realizar ejercicios militares conjuntos y enviar asesores militares a nuestros cuarteles. No son pocas las fotos de agentes militares rusos en nuestro territorio, las cuales se han hecho frecuente en estados fronterizos como Apure o Táchira. A propósito de esto, quiero aprovechar este espacio para amplificar una información que oficiales de nuestra FANB nos ha facilitado sobre la presencia de militares rusos en Venezuela. Se estima que son más de 60, y al menos 15 de ellos se encuentran en la base magnética del estado Apure, desde donde ejecutan acciones de detección de señales para espiar comunicaciones de todo tipo, incluyendo las de instalaciones militares del país vecino. Este no es un dato menor, se trata de colaboradores militares que ejercen funciones de mando dentro de nuestro ejército y que se suman a las decenas de agentes cubanos que asedian, persiguen y torturan a nuestros soldados y oficiales.

Todos los hechos señalados abonan a un terreno sumamente peligroso en el que quiero ser enfático: Colombia no es el único país en riesgo. Sabemos que Rusia está utilizando a Venezuela como puente para también penetrar países como Brasil, y también para difuminar sus raíces hacia Centroamérica y el Caribe, con Nicaragua en la vanguardia, ya que este es un país con fuerte presencia militar de Rusia. Es porque ello que los países de la región deben volcar sus miradas hacia el fenómeno ruso en Venezuela, hay que elevarle los costos a Rusia con respecto a su relación con la dictadura de Maduro. Si Rusia quiere tener relaciones políticas con todos los países democráticos del continente, debe no solo aclarar los términos de su relación con Maduro, sino que debe contribuir a una transición democrática en el país que le devuelva la estabilidad al continente. Es menester comprender que lo que empezó como una relación política y de cooperación militar entre Rusia y Venezuela, se ha transformado en el mayor desafío para la paz y la seguridad de la región.

Estados Unidos y Occidente no pueden permanecer expectante frente a lo que ya no es un relato, es una realidad irrefutable que se pasea libre e impunemente frente a los ojos de quienes tienen la misión histórica de frenar la ocupación del hemisferio por parte de fuerzas antidemocráticas y antioccidentales. Ojalá no sea tarde cuando despertemos y nos percatemos que no solo Venezuela ha sido ocupada por rusos, chinos e iraníes, sino toda la región.

 

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