Ya no estamos en una sociedad industrial. En consecuencia las formas de poder son otras. Lo que hay que entender es que la política dejó de ser un espacio de acción individual o uni-organizativo para convertirse en una gran red de redes de transmisión de información, creación de coaliciones y alianzas y en articulación de presión política.
Lo que le sucede a la Venezuela actual es una asunción inconsciente de los factores que la hacen sumirse como pilar de ese modelo. Más aún, cree que la salida está en volver a los del pasado, manifestándose así como un observador protegido en el ayer y no como un participante capaz de crear vida. En otras palabras, la Venezuela de hoy desconoce una de las enseñanzas claves de la cuántica: la interrelación entre pensamiento y realidad. Todos los experimentos neurológicos han demostrado que el cerebro no hace irresoluciones entre lo que ve y lo que imagina, lo que quiere decir “fabriquemos nuestra realidad” desde nuestras experiencias y desde nuestro pensamiento.
Esa invasión de la realidad pasada hace del conflicto mismo una expresión falaz. Todo pasa a dominio del conflicto, todas las relaciones sociales están interpenetradas y se llega a hablar del destino que tocó en suerte a ese cuerpo social específico como fatalidad. Como los órganos del poder se han puesto al servicio del conflicto no hay adónde acudir en procura de un equilibrio de respuesta justa, el poder actúa de manera omnímoda haciéndose él mismo el administrador de una fuerza que excede hasta el mismo Leviatán del que hablaba Hobbes. El hombre común pierde todo sentido de seguridad y quienes pretenden restituírsela sólo alcanzan a balbucear el regreso de un viejo entramado que sólo lleva a una disposición anímica de desamparo y, con la tecnología de hoy, a una descarga anímica incongruente en las redes sociales, descarga que contribuye grandemente al engorde del conflicto.
Las viejas formas siguen planeando por encima de una sociedad civil débil. En el campo del sistema político la democracia comienza a ser mirada como una degeneración populista, como un tropiezo. O aprendemos las nuevas formas de los pactos sociales o nos quedaremos en un velorio interminable de un viejo orden que no resucitará.
@tlopezmelendez