No debo dejar pasar el tiempo sin expresar mis condolencias por un “viejo amigo”, de más de 60 años de amistad, cuando nos conocimos en el primer año de Derecho en la Universidad Central de Venezuela. Unos muchachos idealistas en lo social, económico y político en el país, era la época de la dictadura de Pérez Jiménez. Andando en el transitar de la vida cada quien en su modo de pensar, unas veces preso, otras veces escondidos, otras veces en partidos políticos. Recuerdo el examen oral y público de Derecho Romano y Américo había estado preso en la Seguridad Nacional y solamente había leído algo de la “posesión” y el Dr. Edgard Sanabria, al saber esto, le dijo “Américo, hable de la posesión”. Se graduó, pienso que 10 años después que yo, pero en guerrillas o en la calle, en el 2005 al bautizar su libro “La pesada planta del paquidermo”, me lo dedicó: “A mi viejo amigo Cesáreo Espinal”. Al tiempo, le dediqué mi libro “Justocracia, el poder de lo justo, más allá del socialismo y más allá de la democracia”(2011) “A mi viejo amigo Américo”. He sostenido que lo hechos deben analizarse en su historiología para el momento en que ocurrieron y no analizarlos frente a un paredón. Todos cometemos errores, pero la gran virtud que debemos tener es la recapacitación. Al tiempo, Américo y yo visitamos a CAP en La Humada donde cumplía casa por prisión y hablamos del por qué lo abandonaron sus propios compañeros del partido AD, de las guerrillas, de la dictadura que culminó en enero del 58 y tuve mi satisfacción personal, no política, de que el Presidente Carlos Andrés Pérez, del gobierno que acabó con las guerrillas y el guerrillero, Comandante, Américo Martín, se abrazaron y cenamos cordialmente, los tres.
Mi viejo amigo, aún en las distancias de la política, no perdimos la amistad, porque Américo, era una persona de sentimientos nobles, idealista y de amor a la patria y no podría dejar pasar los días, sin lamentar públicamente su partida y mis condolencias a sus familiares. Hasta luego, viejo amigo.
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