Últimamente se percibe en la ciudadanía un clima de incredulidad y desconfianza política, que se expresa por diferentes medios y de manera rotunda en las redes sociales.
En algunos casos se presenta como falta de fe ante la dificultad de creer en la política y políticos y, en situaciones extremas, bajo la forma de repugnancia. Suerte de desprestigio relacionado con el desgaste de la polarización, las dificultades para consolidar el dialogo, más la rutinización del enfrentamiento y los deseos de anular o eliminar al otro por diversos medios. Sin obviar las derivas que, en algunos casos, ha tomado el poder concebido como un logro o posición personal susceptible de ser transferido a familiares, quienes supuestamente estarían “capacitados” para continuar la línea de poder. El poder entendido y ejercido en calidad de legado.
Los intereses de partidos y políticos parecerían estar entonces por encima de los de la ciudadanía. Confrontamos la “profesionalización” de la política, en tanto forma de vida que además resuelve el problema económico. Fenómeno que causa tres anomalías”: menor representatividad; mayor oportunismo y mayor dependencia, conduciendo a la consolidación de las relaciones de subordinación. Y, tal como está sucediendo, genera una profunda desconexión entre los políticos, preocupaciones e intereses con la ciudadanía a la cual supuestamente representan. Oportuno preguntarnos ¿Se está fortaleciendo la polarización? ¿Los intereses de los dos frentes políticos están por encima de los de la ciudadanía? ¿Se consolida la política como una forma de vida? ¿Se estará profesionalizando? Camino de dudas que engendra en la ciudadanía otras angustiosas interrogantes. ¿En quién creer? ¿A quién respetar? ¿Vivimos en un entorno de incredulidad y desconfianza?
Llegamos a un punto donde impera una gran distancia entre políticos y ciudadanía, prevalece la incomunicación y una pobre interinfluencia. Suerte de quiebre político-comunicacional que favorece a unos y castiga a otros. Difícil etapa en la que se fortalecen y posicionan la incertidumbre, la desconfianza y la incredulidad, suerte de repugnancia o dificultad en creer y que ha sido calificada de “peste política”.
Aun cuando se nos han roto vivencias y realidades, creer es necesario.
@maryclens