Pocos Presidentes del Partido Popular han sido tan dañinos para su partido y también para España como Pablo Casado. Tras las dos elecciones de 2019, Casado adoptó una estrategia opositora basada en la destrucción de su adversario (concepción schimittiana del enemigo) y para ello se situó en una violencia verbal, descalificatoria, que hacía tiempo no se daba en el Parlamento. También rompió las posibilidades de entendimiento con motivo de la COVID-19, con un apoyo decreciente al Gobierno hasta oponerse a las últimas prórrogas del estado de alarma, y esa falta de apoyo condujo al Partido Popular a recurrir ante el Tribunal Constitucional las medidas adoptadas por el Gobierno. Casado sabía que tenía a un grupo de Magistrados echados al monte que preferían apoyar incluso a Vox con tal de derrotar (eso creían) al Gobierno. Incluso vio en la pandemia la ocasión de derribar al Gobierno buscando apoyos en antiguos dirigentes socialistas. Tampoco estuvo de acuerdo con el Gobierno en la reforma laboral, enfrentándose incluso a la patronal, y se mantuvo firmísimo en no renovar el Consejo General del Poder Judicial, invocando falacias como si toda “Europa” exigiera un Consejo entregado a los sindicatos judiciales. Incluso en el único pacto que alcanzó con el Gobierno (la renovación del Tribunal Constitucional, del Tribunal de Cuentas y del Defensor del Pueblo) tuvo Casado que dejar su mala huella al proponer dos Magistrados polémicos (una activista judicial de extrema derecha y un catedrático del que se dice ayudó al propio Casado a obtener la licenciatura en Derecho). También ha tratado de impedir que los fondos europeos de recuperación y resiliencia llegaran a España y para ello no le importó desprestigiar a su país ante las instituciones europeas. Y, por último, no fue capaz de preparar una estrategia de centro derecha para distanciar a su partido de Vox, de modo que es la política ultraderechista de Casado la que ha venido a blanquear la política igualmente ultraderechista de Vox.
Casado ha sido un mal líder de la oposición, pues ha cortado las vías de relación con el Gobierno, ha envenenado la política española, ha dificultado los esfuerzos para hacer frente a los efectos sanitarios y sociales del COVID-19 y no ha tenido otro objetivo que descabalgar con malos métodos al Presidente del Gobierno.
Pero, sólo cuando ha mostrado a las claras su inoperancia y su incapacidad, se han decidido los barones populares a descabalgarle. Sólo cuando vieron el fiasco de las elecciones castellano-leonesas, sólo cuando vieron su incapacidad para responder a la provocación de Díaz Ayuso, que filtró el tenebroso asunto del espionaje, sólo cuando acusó en público a la Presidente madrileña de corrupción familiar y, al día siguiente, se plegó ante ésta, sólo entonces los barones populares llegaron a la conclusión de que Casado ya no podía seguir presidiendo su partido. Y es ahí donde hay que reprochar a los dirigentes populares, especialmente territoriales, que hayan tardado tanto tiempo en rebelarse.
Los Núñez Feijoo, Moreno Bonilla, Martínez Almeida, Fernández Mañueco, Ana Pastor, etc. son los responsables de la situación en que vive el Partido Popular y toda España. Sabían que Casado era un dinamitero de la democracia, que para enfrentarse a Díaz Ayuso se situaba en el mismo campo ultraderechista de ésta y que entendía la política como destrucción de su adversario. Pero no les importaba, porque habían comprado la terrible mercancía de que al enemigo hay que destruirlo y se reían cada miércoles cuando Casado aprovechaba sus preguntas orales en el Pleno del Congreso de los Diputados para insultar y deslegitimar al Presidente del Gobierno.
Casado ha hecho mucho daño a la democracia española y ha contribuido al ascenso de Vox, pero sus compañeros de partido han sido, hasta hoy, cómplices de su política de tierra quemada. Cuando desparezca Casado, ¿su sucesor seguirá practicando esa política destructiva? ¿Se situará en la línea extremista próxima a Vox de Díaz Ayuso o buscará el centro derecha mediante una política pedagógica que resalte los valores democráticos que son tan ajenos al partido de Abascal? Si no lo hace, entrará en el juego de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, que ya estará preparando su asalto a la Presidencia nacional del partido y, en el campo bronco de la derecha extrema, nadie puede competir con Díaz Ayuso.