Karina Sainz Borgo: Pablo “Corazón tan blanco” Casado

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Con las manos empapadas de la sangre del rey Duncan, Lady Macbeth se dirige a su marido: «Mis manos son de tu color; pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco». De aquella frase del segundo acto de la tragedia de Shakespeare, y con la que Lady Macbeth afea la cobardía de su marido, Javier Marías ejecutó una novela mayúscula: ‘Corazón tan blanco’. A Pablo Casado, como al miedo que atenaza a Macbeth, le puede la palidez. Hasta ahora, el presidente del Partido Popular, un ser frágil y temeroso, acomplejado y ya plenamente menguante a estas alturas en su batalla con Isabel Díaz Ayuso, desoye el sentido común y se ha encerrado en Génova como Travis en el fuerte de El Álamo. Se suicida por entregas. Lo asesoró en su bisoñez Teodoro García Egea, ex secretario general y escudero en Barataria. Juntos, formaron una pareja poco aventajada que ha terminado por dinamitar el partido sin que nadie pueda impedirlo.

No hay puntada sin hilo en las telas que arropan el poder. Pablo Casado y Teodoro García Egea han confeccionado una mortaja con suficiente tallaje para cubrir con ella sus egos, y, de paso, los cascotes de la organización que hasta hoy capitaneaban. Vaya flores de atrezo para el funeral. Casado y Egea, corazones pálidos, con cerebros aún más exangües, se disparan en un pie, cada cinco minutos. Se provocan una cojera para reafirmar una razón que no poseen. A los partidos habría que ponerlos a resguardo de los caprichos y megalomanías. Con este va el tercer caso de demolición. Primero fue Albert Rivera, luego Pablo Iglesias y ahora Casado, que se tambalea.

El líder con aspecto de niño de San Ildefonso ha ejecutado una cacería de brujas de manual y también ha desplegado una enciclopedia de la misoginia, un compendio de agravios : desde su fotografía en modo pesebre, con Margallo y Cospedal para descabalgar a Soraya Sáenz de Santamaría, en las primarias de 2018; la elección de Cayetana Álvarez de Toledo en 2019 como portavoz en el Congreso y su posterior ruptura, muy poco amistosa por cierto, en 2020, y ahora, su ofensiva contra Isabel Díaz Ayuso, el activo electoral más importante de los populares, y que el palentino, en lugar de arrimarse a ella, ha decidido laminar, incluso a pesar de los daños irreversibles en Madrid y el resto de España.

El episodio tiene algo de esputo, ráfaga de huesos de aceituna con los que Teo alimentó a las gaviotas del PP. Desde la financiación ilegal destapada con el caso Bárcenas, el Partido Popular vive una pasión sin tregua. Arrastra su cruz, una y otra vez expuesto al tomatazo. Mereciéndolo o no, cualquiera tiene el deber de preservar lo que hereda o al menos a no dilapidarlo. La formación política llamada a liderar la oposición se arrastra como un muerto viviente, renquea pidiendo un tiro de gracia que nadie se atreve a disparar.

 

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