Un hecho que ya nadie se atreve a negar con argumentos convincentes, es el daño que el discurso de la antipolítica le hizo a la democracia. Algunos analistas ubican la aparición de esta prédica nociva en un período determinado, casi siempre en las últimas dos décadas del siglo XX; probablemente esta concepción emana de la circunstancia de que el único sistema democrático auténtico que registra la historia republicana de Venezuela es el que transcurre entre 1958 y 1998.
Durante esos 40 años, ningún Presidente de la República, sin excepción, intentó aprovechar el poder, ni su influencia, para perpetuarse en el cargo. ¡Esto es lo primero que hacen quienes de inmediato dan a conocer su vocación dictatorial! Experiencias de esta naturaleza, tenemos un rollo los venezolanos. Sin embargo, lamentablemente somos proclives a dejarnos embobar por el discurso edulcorado, demagógico y populista de cualquier aventurero. A pesar de que esto ha ocurrido muchas veces, nunca aprendemos; cuando caemos en cuenta del error ya es demasiado tarde, porque ya tenemos montado en Miraflores a un delincuente, adueñándose del país y de sus riquezas.
A estas alturas del juego deberíamos orientar esfuerzos y recursos a reivindicar la política en todas sus dimensiones; a las organizaciones partidistas, porque son éstas la columna vertebral de una democracia, y a los líderes políticos porque la ausencia de éstos casi siempre es remplazada por un aspirante a dictador. Esto también supone que los partidos y sus dirigentes en todos los niveles se sometan a un proceso de relegitimación, promoviendo la participación de la mayoría de sus militantes, de modo que éstos, sustancialmente motivados, se incorporen activamente a los procesos electorales internos pertinentes, validados éstos mediante el más transparente ejercicio democrático.
En este mismo orden de ideas, es saludable reconocer que la antipolítica ha llegado hasta la conciencia del pueblo, porque también los partidos y su liderazgo han abierto brechas por donde se han colado los enemigos de la. Si quienes están pendientes de los desaciertos de los dirigentes políticos, y utilizan este hecho para descalificarlos, consciente o inconscientemente están descalificando a la democracia. En sístesis, si queremos recuperar el sistema que perdimos hace 23 años, tenemos que trabajar mancomunadamente los partidos políticos y los ciudadanos en general, para derrotar a quienes se nutren de las fuentes de la antipolítica, en función de su comprobada predisposición contra el ejercicio democrático. ¡Hagamos el intento de esperarlos en la bajadita!
Educador / Escritor – urdaneta.antonio@gmail.com -@UrdanetaAguirre