El pasado 5 de marzo se cumplió un año más de la partida de Hugo Chávez o del anuncio de su deceso; pues entre bastidores la información que se maneja, es que este hecho se produjo el 29 de diciembre de 2012; lo que significa que ha pasado casi un decenio; es decir, estamos ante uno de los grandes enigmas, que se presentan con respecto a los dictadores, a la hora de su muerte; porque está de por medio el momento político; la preparación del sucesor, y que es de donde se derivan los famosos pactos de alcoba. Obsérvese que para el momento, quien tenía que asumir la presidencia era Diosdado Cabello, de acuerdo a la Constitución; en tanto que presidente de la entonces Asamblea Nacional, y no Nicolás Maduro; sólo que éste era el ungido de los Castro; que fueron los que decidieron ese desenlace. Luego, supuestamente, Chávez fue traído de La Habana en el mes de enero, ya en la agonía; aun cuando, los voceros del gobierno aseguraban que el sujeto estaba en plena convalecencia, y lo tuvieron internado en el Hospital Militar.
Recuerdo que con voz quejosa Nicolás Maduro anunció en cadena nacional la noticia de la muerte del “galáctico”; como le decía una de sus hijas en una carta, que le escribió, y entonces se comenzaron a tejer hipótesis, empezando por esta de la fecha exacta, en que se había producido; sobre todo, en La Habana, y de allí nació la especie, de que los propios cubanos lo habían matado; no, decía una viejita, que era diputada: a Chávez le inocularon los gringos el cáncer (que lo acabó) en una de esas Cumbres de Jefes de Estado mundiales; aun cuando en el gremio médico se tiene entendido que fue mal diagnosticado, y de allí la falla en el tratamiento; hasta en su caso se pudiera hablar de contaminación visual: así como hay una contaminación, en ese sentido, con respecto a la cantidad de vallas, que tú consigues en una autopista de una ciudad determinada; aquel hombre, con aquella cara de marrano y una boca morada: hinchado como se puso, producto de la quimioterapia, que se le aplicaba, en plena escena pública; la verdad era que daba grima; aun cuando su obsesión por el poder era tan grande, que prefería reventarse, y volver a ganar la presidencia, pues no se pase por alto que ese 2012 fue año electoral, y le tocó medirse con Capriles Radonski.
Porque en esas condiciones, un ser sensato se va a su casa a convalecer en cama; rodeado de sus familiares más cercanos, y adiós al poder; que, por cierto, fue un poder que le cayó por la vía de la aventura, y esto gracias a sus grandes dotes de seducción, incitado también por otro grupo de aventureros muy cortos de vista; que no supieron medir hasta dónde podría ser agradecido el tercio, y a los que terminaría sacudiéndoselos a patadas; como se los dijo una vez a los del Movimiento Al Socialismo, y así sucesivamente. De hecho, su espíritu aventurero era tan grande que, recién salido de prisión, no creía en la vía electoral; sino en la vía de la abstención, acompañada por revueltas populares, tipo 27 de febrero de 1989; pero sin ningún norte en cuanto al final de la estrategia; por lo que terminó siendo convencido de lo contrario por esos aventureros, que creyeron que se trataba de un sujeto maleable, y quienes desde un primer momento le leyeron las condiciones de líder nato; de modo que en esos años que van desde el momento, en que es liberado, hasta las vísperas de las elecciones presidenciales de 1998, lo parapetean; como decimos en criollo; le cambian desde el discurso, hasta su vestimenta, y le colocan a una pareja a su lado; una mujer blanca, una catira buenamoza, y es lo que convence a la clase media; que este era el hombre llamado a transformar, lo que ya estaba derecho; sólo que el sentimiento de la antipolítica se había incrustado como una espina en la conciencia del venezolano, y entonces consideraba que había que acabar con la clase dirigente del país.
En efecto, se trataba de uno de esos sujetos, que el viejo Julián Marías, consideraba improvisados e irresistibles; llamados a cambiarle la fisonomía al escenario político, pero hacia abajo; cosa que se demostró hasta el último momento, cuando tú veías aquellas enormes colas, que se hicieron en la avenida de Los Próceres de Caracas, para ver su cadáver; cuando expusieron su féretro al público en la Academia Militar, antes de ser llevado al hoy en día llamado Cuartel de la Montaña; conocido antes como el Museo Histórico Militar; es decir, estaríamos ante una de las tantas mascaradas de nosotros los latinoamericanos, y quienes ocultamos las cosas con embozos; pues no hay que perder de vista, que en ese cuartel Chávez se había rendido con toda la cobardía del caso; pero, para ocultar esta situación, se alegó que se llevaba allí; porque, precisamente, en ese cuartel había comenzado a ganar la batalla del 4 de febrero de 1992.
Por supuesto, también toda la peripecia, que llevó a cabo esta gente para mantener en zozobra a la población desde aquel 29 de diciembre, hasta dicho 5 de marzo, fue una mascarada; un misterio, de modo que al día de hoy hay quien se atreve a especular, que el supuesto cadáver suyo, que se expuso en la urna, era un muñeco de cera; a partir de esa desinformación, con la que jugó entre tanto esta gente en medio de esa tragicomedia; resultado, sobre todo, de la mentira, que se batía allí; aquellas composiciones fotográficas, que difundían, y las que de inmediato los expertos en artes gráficas se las reventaban. Salía diciendo Villeguitas (Ernesto Villegas) que temprano en la mañana había trotado con el comandante presidente durante una hora, y Nicolasote que había conversado con él cosas de Estado, y así sucesivamente: en el país de los mentirosos yo digo la verdad. El hecho cierto es que el venezolano de a pie siente que, en efecto, este hombre que le robó su alma, finalmente, también le robó su destino, y hoy en día huye por las cuatro fronteras de este país.