El apoyo militar de la OTAN a Ucrania es limitado. ¿Cuál es la conclusión que se puede obtener de la guerra en Europa? La alianza tiene que organizar su propio futuro y autodefensa, cree
La OTAN debe plantearse una situación de seguridad totalmente nueva. Su secretario general, Jens Stoltenberg, la llama “nueva realidad”. Rusa intenta someter a Ucrania, haciendo retroceder al mundo unos 30 o 40 años, a la era de la Guerra Fría, cuando se encararon bloques militares fuertemente armados en el centro de Europa. Algún día, cuando acabe la invasión por parte de Vladimir Putin, la OTAN tendrá que hacer que Rusia y sus aliados, como Bielorrusia, desaparezcan otra vez tras una cortina de hierro. La mitigación y el aislamiento del origen del peligro determinarán entonces el nuevo orden mundial que Vladimir Putin está imponiendo en Occidente.
La gran incógnita para la OTAN y el Occidente global será entonces cómo lidiar con China. La dictadura comunista parece seguir un camino parecido a la Rusia de Putin. En consecuencia, también habría que contener y aislar al país asiático, que pronto podría convertirse en la economía más potente del mundo.
EE.UU. y Europa tienen que independizarse de China, donde desde hace décadas se produce de manera muy barata, se venden sus productos y se obtienen materias primas imprescindibles. Se trataría de llevar a cabo una desglobalización o rectificación de las redes internacionales, es decir, de lo que se ha buscado e impulsado durante los últimos 40 años.
Nueva y necesaria estrategia
La OTAN tiene que tener en cuenta todos estos aspectos a la hora de plantearse su nueva estrategia, que se desarrollará antes de la próxima cumbre de Madrid, en junio de 2022. Y esto solo será posible si en la Casa Blanca hay un presidente, Joe Biden, que incluso después de 2025 siga comprometido con Europa y la obligación de asistencia transatlántica. No me quiero ni imaginar qué pasaría en la actualidad si Donald Trump tuviera aún la palanca de mando en su poder. El ataque de Rusia demuestra a Europa que EE.UU. es indispensable.
Las sanciones contra Rusia y Bielorrusia deberán seguir en vigor incluso después, esperemos, del pronto final de la guerra. Y mientras el sistema Putin siga en Rusia, el objetivo debe seguir siendo quitar capacidad de maniobra a la economía y la sociedad rusas. Por esta razón, la OTAN se enfrenta ahora a tareas colosales. No basta con movilizar a unos cuantos miles de tropas y cuatro nuevos batallones de combate hacia cuatro Estados en el extremo este del territorio de la OTAN.
En la actualidad, la OTAN no sería capaz de responder a un ataque masivo de Rusia por tierra o mar. Además, surge la duda sobre si la disuasión nuclear, el elemento clave de equilibrio de poder de la Guerra Fría, podría funcionar ahora. Si en el Kremlin gobierna alguien a quien no le importa que el primero que use armas nucleares muera en segundo lugar, entonces la disuasión claramente no funcionaría.
A las armas
A la OTAN, la UE y Occidente se les viene encima el rearme masivo y el refuerzo de los ejércitos. Algunos países, como Alemania, por ejemplo, han identificado sus carencias y anunciaron un aumento del gasto en defensa. Ahora hay que ser honestos y afirmar que dicho presupuesto se invertirá para reconstruir un ejército territorial con infantería, tanques, artillería y una poderosa fuerza aérea. Será una inmensa hazaña financiera y social, que tendrá un impacto en la vida cotidiana de la población.
Con un ejército profesional, relativamente motivado como el actual, sería imposible de llevar a cabo. Alemania y otros países podrían verse obligados a reintroducir el servicio militar obligatorio con el fin de formar al personal y a los reservistas necesarios para ejecutar una disuasión efectiva. Todo esto suena a evocación de un pasado oscuro, que creíamos haber superado, pero, desgraciadamente, así es la nueva realidad. La OTAN tiene bien claro quién es el culpable: la guerra de Putin. En consecuencia, la conclusión solo puede ser que hay que anular a Putin.