Carolina Jaimes Branger: Cuando éramos felices… Y lo sabíamos

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Escribo este artículo en la noche del domingo 3 de abril. Hace poco rato regresamos a mi casa, después de haber estado más de dos horas tratando -en vano- de llegar a la Concha Acústica de Bello Monte, para asistir al concierto de Karina.

Dimos vueltas por todos los cerros aledaños, tratando de llegar. Nunca, nunca, había visto tanta gente alrededor del coso baruteño. Claro, Karina es una estrella, la admiramos, la queremos, la queremos ver. Pero más allá de eso, ir a ver a Karina era volver a una época muy feliz de nuestras vidas en Venezuela: los años ochenta.

Ya en 1975 Carlos Andrés Pérez había dictado el Decreto 598, el famoso “1×1”, donde por cada tema musical extranjero había que radiar uno venezolano. Se buscaba enaltecer “la cultura venezolana y los valores autóctonos”. Pero como suele suceder en Venezuela, el decreto empezó a dejarse de cumplir, o la música venezolana la ponían solo en horas de la madrugada.

Durante el gobierno de Luis Herrera Campins, un nuevo decreto viene a cambiar el panorama: no solo refuerza el de Pérez, sino que exige que se cumpla en horarios “prime”. Muchos dueños de radios se quejaron de que la medida era “dictatorial”. Las multas para quienes no cumplieran con el decreto eran altísimas. No les quedó más remedio que cumplir el decreto y de esa manera se hizo conocer una generación de artistas venezolanos maravillosos, que de otra manera quizás no los hubiéramos conocido. ¡Y es que eran de verdad fantásticos! Además de Karina, saltaron a la palestra Yordano, Franco de Vita, Ricardo Montaner, Melissa, Delia, Antonieta, Marlene, Wendy, Guillermo Carrasco, Devorah Sasha, Jorge Rigó, Carlos Mata, Elisa Rego, Guillermo Dávila, Rudy La Scala, María Conchita Alonso, Escarlata, Proyecto M, Los Chamos, Sergio Pérez, Fernando y Juan Carlos, Daiquirí, Colina… Me disculpan quienes no haya nombrado.

En el gobierno de Herrera ocurrió la primera devaluación del bolívar en veinte años. No fueron tiempos fáciles, porque en un país acostumbrado a importar todo y a desechar todo lo que fuera “hecho en Venezuela”, hubo escasez y carestía. Sin embargo, visto desde los ojos del presente, aquellos problemas aparecen minimizados ante nuestra demoledora realidad.

No hay nada que detone tan rápidamente un recuerdo, como una melodía. Y de esos recuerdos tenemos que aferrarnos para mantener viva la esperanza de volver a tiempos mejores. La gente en la calle que trataba de entrar a la Concha Acústica coreaba las canciones de Karina. No solo quienes éramos adultos en los ochenta, sino una enorme cantidad de gente joven.

Por eso, cada vez que alguien, refiriéndose a ese pasado cercano dice “cuando éramos felices y no lo sabíamos”, lo corto en seco. Éramos felices y sí lo sabíamos…

@cjaimesb

 

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