El capital más grande que tiene el ser humano, es su propia vida.
Nadie duda en nuestra época y después de la segunda mitad del siglo XX, que fueron lógicas y justas las protestas de los artesanos y obreros contra la revolución industrial en 1848 y contra la burguesía explotadora. Fueron reacciones de supervivencia en todo tiempo, lugar y modo anhelando lo justo entre el capital y el trabajo, la convivencia social, la conciliación y la paz, porque el capital más grande que tiene el ser humano es su propia vida.
El capital se ha conceptualizado en el capitalismo material de la economía política, sin importar la conciencia social en el bien común, la seguridad y la justicia que son los fines del Derecho Justo. La liga de lo justo fue una unión de artesanos y obreros en 1834, desplazados por las máquinas de vapor y por sus protestas fueron perseguidos, debiendo actuar secretamente y promovieron el “alzamiento de Lyon de los Tejedores”, con el lema “Todos las personas somos hermanos”. Este movimiento no tenía un cariz político, sino de reclamos humanitarios de trabajo social, en el amor al prójimo, la igualdad y la justicia, pero sus ideas y acciones fueron politizadas por Karl Marx y Fredrich Engels con el economicísmo y el “Manifiesto Comunista”, en 1848.
Marx en los postulados de “El Capital”, propugnó una sociedad sin clase social en un Estado-Gobierno-Capitalista absorbiendo los medios de producción y servicios, la abolición de la propiedad privada, cercenando el libre desenvolvimiento de la personalidad y el “lumpen proletario”.
Sin pretender hacer una exégesis crítica de esos postulados de “El Capital” y del comunismo de Marx y Engels, sus intenciones y acciones fueron realmente contra el capitalismo, pero no contra el capital. El capital es innato al ser humano, porque es fundamental de la propia vida. Ninguna tesis, doctrina, religión o ideología aborrecen realmente al Capital. El ser humano, mantiene la frase: “lo mío y lo tuyo”, es imperecedera por ser de natural pertenencia. El carrito del niño y la muñeca para la niña, son su capital material y adquieren su posesión para el uso y disfrute. No es lo mismo, cuando el capital material de producción pública o privada, se degenera abusando del trabajador y del consumidor en evidente “dolus malus”, sin conciencia social. El capitalismo es la aberración del capital. La sociedad anhela vivir sin la esclavitud de una democracia capitalista, neo-liberal y salvaje ni en el socialismo marxista, estatista-capitalista y tiránica. Los extremos se unen.
El capital es vida y trabajo, mientras que el capitalismo, es ausencia de conciencia humanitaria y la sociedad anhela el derecho justo conciliado hacia el ideal social, la paz.
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