“Los bueyes cansados”, como llamábamos nosotros los jóvenes que luego nos fuimos a fundar el MIR, o los “cabezas calientes”, al viejo Buró Sindical de AD, aquel de Malavé Villalba, González Navarro, el viejo Francisco Olivo y unos cuantos más que por la buena memoria o la acuciosidad del lector, este bien puede agregar nombres que faltan, no siempre coincidían con la directiva nacional del partido y el gobierno, particularmente en los tiempos de Betancourt. Ellos no eran tan “disciplinados y leales”, como que solían fijar posiciones distintas a los deseos del entonces presidente y hasta, de vez en cuando y en algunas cosas, le enfrentaban.
Y hay algo más, por su condición de abogado interesado o especializado, no sabría cual tèrmino escoger, Leoni mantenía cercanas relaciones con aquellos sindicalistas y por esto, en veces, aparecía distanciado de Betancourt. Pero también aquellos tenían además excelentes vínculos con el Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa, tanto que este estuvo directamente ligado a la creación del INCE, el cual estuvo dirigido desde el inicio por uno de esos dirigentes sindicales como lo fue Bernardo Pinto Salinas.
Y también fue conocido como, para bien o para mal, lo importante es destacar cómo la dirigencia sindical de AD, aquellos “bueyes cansados”, se enfrentaban al gobierno y particularmente a Betancourt, cuando fuese menester; y lo volvieron a hacer cuando este intentó imponer la candidatura presidencial de su partido con la figura de Gonzalo Barrios por encima de Leoni.
Mis recuerdos de aquellos acontecimientos, experiencia, me ha llevado a la conclusión, y esto lo he expresado en otras oportunidades, que quienes luego formamos el MIR, impactados por asuntos de fuera y una concepción por demás ortodoxa, no supimos manejar en favor nuestro, las contradicciones existentes entre aquellos que llamamos la vieja guardia. Quien estudie los acontecimientos de aquella época y los posteriores a partir de la figura del Dr. Luis Beltrán Prieto, podrá entender lo que estamos diciendo. Cuando Prieto rompe con AD, porque Betancourt vuelve intentar imponer su criterio autoritario con su preferencia por la candidatura de Gonzalo Barrios contra la suya, de donde nace como en un parto forzado, contingente, el MEP, la mayor parte de la dirigencia sindical del partido blanco se fue para esta nueva organización.
También es cierto que, desde la década del 70 del siglo pasado, cuando los educadores conquistamos el derecho a contratar y ser considerados trabajadores al servicio del Estado y no empleados públicos, los dirigentes sindicales de AD y Copei, pese alguno de esos partidos estuviese en el gobierno, aquellos no siempre estuvieron sujetos a la línea del partido y gobierno y, hasta en los momentos cruciales, cuando nos veíamos obligados a apelar al recurso extremo de la huelga, esos sindicalistas se incorporaban de manera activa a aquellas acciones. En ellos había una cierta y en veces hasta amplia autonomía en circunstancias como aquellas. Se trataba de salvar el prestigio de esos partidos frente a los trabajadores, pero también cuidar las relaciones entre la dirigencia política y la sección sindical.
En el gobierno de ahora pareciera privar una concepción absolutamente equivocada; eso se percibe en la práctica y los hechos. Pareciera que, quienes manejan partido y gobierno, estuviesen convencidos de algo absurdo, tanto que nada tiene que ver con la realidad. Como si en verdad creyesen que estamos en una sociedad socialista; pasan por alto, que si bien pudiera ser cierto que el Estado es “manejado” por personas que como tal se definen, el determinante universo de la economía está en manos del capital privado y el Estado mismo, que por razones de distinta naturaleza tiene un entramado y cultura capitalista. Hasta pasan por alto que hasta el petróleo, que en los tiempos de Chávez, como en los de los gobiernos de la IV República, especialmente en los tiempos de la “Gran Venezuela” de CAP, jugó un rol determinante, dejó de tener el peso de antes en el ingreso nacional y el diseño de la política. Para ellos, los gobernantes y sus subordinados, incluyendo los sindicalistas, las bases determinantes de la desigualdad, las relaciones de producción, la distribución de la propiedad y la cultura de todo eso derivada, parecen haber sido extinguidas.
Y por creer eso, piensan o mejor sueñan que la “lucha de clases llegó a su final en Venezuela”. Que la contradicción resultante de la existencia del capital privado y hasta del Estado propietario y la fuerza de trabajo, ya en Venezuela no opera, desapareció y entonces esa nueva realidad determina otra conducta.
De allí que “los dirigentes sindicales”, aquellos que apoyan al gobierno, creen innecesaria toda lucha por el salario y demás derechos de los trabajadores, porque es suficiente la buena fe de quienes están al frente del Estado. Sólo basta esperar que estos decidan qué hacer y en el momento que crean oportuno y ellos, los sindicalistas, acatar y luego salir a defender y explicar lo que sea menester. Según su parecer, sería economicismo, ponerse a reclamar buenos salarios y otros derechos de alguna manera relacionados con la economía, a un Estado que está haciendo una revolución y dándole los “últimos toques” al socialismo.
Este sueño, que no estoy inventando, pareciera existir si uno le da credibilidad a lo que muchos expresan. Según ese discurso, sueño o inventiva, el Estado intenta hacernos iguales para que vivamos en ese paraíso y por eso, el rol de los sindicalistas sería contener las luchas “ambiciosas y demagógicas de los economicistas que entorpecen”, entre quienes destacan muchos de esa “izquierda trasnochada”.
Los sindicalistas de la derecha, que no son muchos, en lo mismo están, dado es esa una función que en ese universo no es muy atractiva, pese el capital les promueve, para que hagan lo mismo, pero no desde la perspectiva de quienes creen están entrando al cielo sino aposentados en el infierno. Eso sí, con conocimiento de causa.
Pero todo tiene un límite y un aguante. Como la igualdad no se inventa, sabiendo además como lo advirtió Marx que esta sería el resultado del “más alto desarrollo de las fuerzas productiva” y no es suficiente fragmentar los cuatro panes que tenemos para repartirlos entre miles, sin importar si estos trabajan o no y tampoco el rol que juegan en la producción y en general en la construcción de la sociedad, la gente que antes “tuvo un sueño”, comienza a despertar y protestar. No es casual, ni resultado de una componenda de factores negativos, contrarios al cambio, partidarios del capital y el imperialismo, que a personajes como Wills Rangel, comiencen a ser protestados en jornadas de trabajadores. No se trata, seguro estoy, de nada personal contra el personaje mencionado, sino un rechazo a una práctica y concepción equivocada que favorecen a los enemigos de los trabajadores.
Estos “dirigentes sindicales, partidarios de lo que ellos llaman “El Proceso” y el gobierno, que no es más que el equipo que maneja a un Estado capitalista, que nunca dejará de serlo, pese la buena fe de muchos de ellos, hasta tanto la sociedad eso sea, confundieron sus roles o para mejor decirlo, dada la mayoría de la gente que en eso anda, nunca han sabido cuáles funciones y deberes son los suyos. Para ellos, estos son defender al gobierno en todos los espacios y terrenos y no los intereses de la clase trabajadora. Por eso, de manera incondicional, apoyan a un gobierno que asume políticas económicas determinadas por las presiones y exigencias del capital y la falta de presión y empuje desde la calle por una clase trabajadora desasistida, desorganizada y desorientada. Lo que en el fondo, se vuelve contra el interés y hasta esa buena fe que pudiera haber entre quienes forman el gobierno, pues les quitan la fuerza que empuja en contrario de quienes a ellos acosan y también empujan.
Pero en la medida que la sociedad se equilibra, los locos de la derecha dejan de crear situaciones que hacen posible y necesario poner por delante el defenderse de ellos y de las amenazas hasta de guerra e invasión emanadas de las fuerza imperialistas y las calamidades se agudizan, la clase trabajadora toma de nuevo conciencia de sus derechos y descubre a aquellos dirigentes que, en medio de la confusión, no han sabido ser coherentes, distinguir sus estrictas y sustanciales obligaciones y, en consecuencia, comienza a rechazarlos. Más cuando empezando a clarificarse el panorama, definirse con demasiada claridad el rol que cada quien debe desempeñar, haya quienes pretendan continuar en lo mismo.
Esto último es válido para quienes aliados con los gobiernos de EEUU pretendan continuar desconociendo la legalidad venezolana, como que el presidente no es Nicolás Maduro o que en este país no hay capitalismo sino una sociedad socialista, hecha de un soplo, donde no hace falta luchar por los derechos de los trabajadores porque estos caen, como deben caer, desde el cielo o de las manos del patrón. Por seguir creyendo eso, seguirán repitiéndose, cada vez más, esos gestos contra supuestos dirigentes sindicales que nunca han sabido “cómo se come eso”. Pues estamos hablando de una dirigencia sindical más somnolienta y entregada que aquellos que nosotros llamábamos “bueyes cansados”. Estos, de vez en cuando, en determinadas coyunturas, despertaban, se acordaban de sus huestes, deberes y salían a librar sus luchas.
El grito ¡fuera Wills Rangel!, no es personal, sólo dirigido a él, sino contra una concepción y práctica, tanto de la oposición derechista como de quienes forman parte de la intimidad gubernamental, que sobreponen sus intereses políticos inmediatos a los ingentes problemas de la clase obrera y desdeña la lucha salarial.