Arturo Molina: El parásito de Napoleón

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Las aberraciones de algunos pseudo dirigentes se estrellan contra las barreras que impone el tiempo para desmontar sus fútiles inmundicias, cuando actúan en contra de otras personas. Penetran las instituciones con la finalidad de enlodar a quienes desean destruir. Fabrican cualquier mentira, e intentan repetirla permanentemente para hacerla realidad. Apuestan por la estrategia del silencio, solicitada al que están intentando echar por tierra, con la falacia de no crear atmosfera de confrontación, y evitar que el público se entere de las atrocidades generadas por el iracundo irresponsable. Les genera rabia ver transparencia y responsabilidad, en otros.

Así se arrastran como viles parásitos ante quienes les anuncian protección, y acuden botando baba por su hocico, sin disimular el nivel de degradación que representan en su forma, y modo de vida. La fábula “rebelión en la granja” de George Orwell, publicada por el año 1943, después de superar las barreras del momento, sigue vigente, y permite descubrir, en una pila de ejemplos, sobre esa clase de individuos. Los hay desde gobernantes emplumados, con o sin estudios universitarios, hasta los mandaderos y serviles, que viven de la lástima. En esa granja, uno de los manipuladores le llamaba táctica, a aquella que rebotaba la culpa sobre quien precisaba cosas distintas. El Napoleón de esa granja aparte de cobarde, era envidioso, y no le importó asesinar a quienes le habían servido, al sentirlos carga pesada. Así vendió a Boxer, para ser descuartizado.

Los depravados salen a la luz pública a acusar a otros de ser irresponsables, porque ese acusado no hace lo que al parásito le conviene. Abusan de la confianza que se les ha otorgado, porque su miseria no le permite entender de valores, y buenas costumbres. Son tan capaces de adulterar y procesar en nombre de otra persona algún documento, sin su consentimiento, falsificando incluso, firmas y huellas dactilares, y no sentir vergüenza por lo hecho. Caminan porque ven a otros caminar, pero no hablan, porque aprendieron solo a balbucear. Así domesticaron a las ovejas en la granja, para repetir lo que al Napoleón le convenía, manipulando al infeliz. Tienen como proyecto de vida, vivir cómodo, mientras otros, o la mayoría, siente frio. Así sueña el inútil. La historia recoge acontecimientos cargados de intriga, cizaña, desprestigio, infamia, calumnia, para desacreditar al contrario. Es la suerte que corrió Snowball en la rebelión en la granja. Benjamín sabia lo que ocurría, pero prefirió el silencio, al maltrato.

La sociedad exige rectitud, compromiso y reconocimiento. Eso se ve lejos mientras la mayoría asuma el papel indecoroso de seguir dejando que le manipule el sedicioso. La bazofia proferida por esa clase de persona, inunda las cloacas, e intenta contaminar el aire que respira el buen ciudadano. Derruir esa esperma enclenque, con años en esas andanzas, es obra titánica para los gobernantes honestos. El contagiado, creyendo que el árbol era para colgarse eternamente, llega incluso hasta quitarle el salario al que mejor le parece. Cuenta la leyenda que así actuó el parásito para complacer al Napoleón de la granja.

jarturomolina@gmail.com – @jarturomolina1 – www.jarturomolina.blogspot.com

 

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