Las batallas se ganan solo cuando se ganan.
La batalla decisiva entre Macron y Le Pen tendrá lugar el 24 de abril. Como siempre ocurre en Francia, la primera vuelta ha cumplido la función de ordenar los batallones electorales que enfilan hacia la segunda.
Macron obtuvo 27,6% de votos con el 97% de votos escrutados. Le Pen, 23,41%. Muy cerca, el populista de izquierda, Mélenchon, 21,95%. Esos son, por ahora, los tres grandes de la actual política francesa. De acuerdo a la nueva configuración, la centro-derecha de Macron quedó situada entre dos extremos nacional-populistas, el de Le Pen y el de Macron. El hundimiento de dos partidos que otrora dieran forma política a la nación -Republicanos 4,7% y Socialistas 1,7% – deja libre el paso al trío que definirá el futuro político inmediato de Francia.
El bloque que apoyará a Macron puede parecer más amplio que el de Le Pen, pero el bloque que apoya a Le Pen se ve más sólido que el de Macron. Probablemente, los seguidores de la republicana Pécresse (4,7%) se los repartirán entre Macron y Le Pen. Los ecologistas de Jadot, después del programa de reactivación atómica de Macron, si es que apoyan al presidente, lo harán sin fe ni entusiasmo. Pero los votos que más necesita Macron, son los de la izquierda radical. Una izquierda que, por razones no solo políticas, repudia el estilo más bien elitista de Macron.
Los votos que obendrá Le Pen serán en cambio votos convencidos, leales, militantes. Las dos derechas extremas, la de Le Pen y la de Zemmour (7,6%) son gemelas y votarán con entusiasmo y devoción por la candidata común. Marine Le Pen es la Juana de Arco de las derechas fascistas y putinistas. Muchos de los votantes de Macron, en cambio, lo harán solo por cálculo e interés. Así se explica el distinto tono que usaron Le Pen y Macron para dirigirse a sus potenciales electores de segunda vuelta. Dijo Macron: “Invito con solemnidad a nuestros conciudadanos, sea cual sea su sensibilidad y su elección en la primera vuelta, a unirse a nosotros. Algunos lo harán para frenar a la extrema derecha, y sé que esto no es un apoyo a mi proyecto. Lo respeto”. Le Pen dijo: “Llamo a todos los franceses, de todas las sensibilidades, a unirse al gran reagrupamiento nacional y popular que yo represento”.
Nótese la diferencia: Macrón habló apelando a la razón. Le Pen, al hígado
Es posible imaginar incluso que hay votantes de izquierda que simpatizan más con el programa social de Le Pen que con el de Macron. Si la mayoría vota por Macron, lo hará por razones de política exterior y no sociales. Y aquí nos topamos con un segundo problema: las batallas políticas no se ganan con temas de política exterior sino con programas sociales.
Quienes votarán por Macron -para decirlo de modo escueto- saben que el actual presidente no podrá solucionar los tres grandes problemas de la nación: 1. Desocupación laboral como resultado de la digitalización de la producción 2. Migraciones, sobre todo africanas y europeas del Este, a las que ningún gobierno está en condiciones de controlar y 3. Polarización de la política hacia dos extremos irreconciliables.
A esos tres problemas estructurales, hay que sumar la inflación desatada que sobrevendrá como consecuencia de la pandemia y de la guerra de Putin.
Ganó Macron la primera vuelta y ha quedado situado geométricamente en el centro. Ganó Macrón, pero su política no es de centro sino de derecha-centro. Eso lo obligará a moverse más hacia el centro lo que significa que, en dos semanas, deberá realizar algunas concesiones, no solo retóricas, a los votantes de Francia Insumisa. Cuáles y cuántas serán, deberán decidirlo entre Macron y Melenchon, si es que llegan a conversar. Este último tiene, definitivamene, las cartas en la mano. Si se lo propusiera, podría hasta chantajear a Macron,
Francia Insumisa con su tercer lugar, pisando los talones de Le Pen, fue la opción vencedora. De partido extremista, ha pasado a convertirse en el árbitro electoral de la nación, una posición más que priviligiada. Si Melenchon además de ser un buen orador es un buen político, logrará entender facilmente que, si quiere acercarse más al poder, deberá caminar unos pasos desde la izquierda hacia el centro. Por ahora una posibilidad. Si se quiere, una esperanza.
Después del fracaso estrepitoso de los socialistas de Hidalgo, a Francia le llora una socialdemocracia. A diferencia del vecino alemán, donde la mayoría de centro es poderosa, los franceses han terminado por fortalecer a los extremos en desmedro del centro. Y lo que menos necesita Francia, sobre todo en tiempos de guerra, es una política dictada por los extremos.
Tal vez las elecciones del 20 de abril preocuparán más a los gobiernos europeos que a los ciudadanos franceses. Un triunfo de Le Pen, en un continente que está objetivamente en guerra con la Rusia de Putin, sería un triunfo electoral de Putin en Francia. Sería además una catástrofe para Europa y para todo el Occidente democrático. La suerte de Ucrania, de Europa y de la democracia occidental, queda entonces en manos de los ciudadanos franceses. Francia decidirá sobre Europa.
Los metereólogos afirman que el vuelo de una mariposa puede cambiar el orden climático del mundo. Quienes nos ocupamos de la política sabemos que un voto o un no-voto puede modificar el orden político mundial. Por eso, de aquí al 20-A, pasando por semana santa, la lucha política francesa será muchas cosas, menos santa.